Lisbet Goenaga (La Habana, 1973) es graduada de la Academia San Alejandro (especialidad en escultura y dibujo, 1985-92) y del entonces Instituto Superior de Arte (Licenciatura en arte de los medios de comunicación audiovisual, especialidad en fotografía, 1995-99). Hizo still photo para el filme Juan de los muertos (2001) y para el documental En el cuerpo equivocado (2010). Como directora de fotografía, su crédito aparece en los cortometrajes Y si pierdo la razón (Doriam Alonso, 1997), Showroom (1998) y Alegrías (1999), ambos de Marilyn Solaya. Además, entre 2010 y 2020 se desempeñó como fotorreportera del diario yucateco ¡Por Esto!
El pasado junio Goenaga exhibió parte de su obra en la muestra Las cosas que nos nombran, que tuvo como marco la galería Jeff Art Plus, de La Habana. Allí pude conocerla personalmente. Hasta el momento había seguido fragmentariamente su trabajo, y había notado su carisma y sensibilidad a través de las imágenes que compone y fija, con las que busca traducir una estilización de su entorno más cercano sin falsear las esencias.
Le paso a Lisbet Goenaga la palabra:
“Siempre me han inspirado los espacios que son reflejos de vida, como el hogar. Busco mostrar el mundo interior de las personas, tocando como tema principal a la mujer. Mi obra es como un baúl de emociones y recuerdos, de espacios melancólicos que encierran sueño y poesía. Muestro el mundo psicológico de la mujer cubana, apoyada en mi familia, todas mujeres, siempre presentes en mi obra.
“La inspiración la encuentro a mi alrededor, en todo aquello que está cerca, la casa, la familia, todo lo que amo. Suelo llevar una libreta con bocetos de lo que pretendo hacer; después, en el momento de captar la foto, el resultado puede cambiar, pero la idea esencial queda. Pienso que las cosas que están cerca de ti son las cosas que puedes fotografiar mejor, porque existe una intimidad que te lleva a lo subjetivo. Y es cierto: hasta que uno no fotografía lo que ama no puede hacer buen Arte.
Mi estrategia para lograr las imágenes, es hacer arte desde el día a día, desde la rutina, lo ordinario, casi siempre sin dejar la casa. Mis modelos —ya lo dije— son todas las mujeres de mi familia, las personas que amo y que me apoyan para poder hacer mi trabajo.
“A seguidas, comparto imágenes de tres de mis series, acompañadas de breves comentarios”.
Tras el espejo
Esta obra intenta homenajear a mi abuela, una mujer cuya vida toda transcurrió en la misma casa. Aquí vivió la inocencia de su infancia, el ímpetu de su juventud y la desilusión de su vejez. Desde estas paredes salió al mundo, cuando el cambio de época de la Revolución la convocó a romper sus amarras. Vida y muerte la encontraron en el mismo escenario.
Con mi fotografía proyecto recrear ese mundo psicológico, ese ensueño de mujer cubana, que, aun partiendo de una visión individual, puede ser el de cualquiera de sus contemporáneas.
Virgen a solas
Esta serie está dedicada a mis hijas durante el confinamiento. La pandemia de la COVID-19 hizo, por las medidas de aislamiento, que los hábitos de convivencia cambiaran, lo que repercutió en la personalidad de los jóvenes, que necesitaban salir para comunicarse y explorar mundo. Esta generación se enfrentó a sentimientos de soledad, melancolía, confusión y ansiedad, mientras esperaba que ese proceso terminara. La serie de retratos intenta reflejar la incertidumbre de dos muchachas cubanas en tales circunstancias.
Las cosas que nos nombran
El ser humano siempre ha atesorado objetos. Desde pequeños empezamos a guardar juguetes, envolturas de caramelo, canicas, caracolas y hasta piedras; cosas que nos llaman la atención y que, con el tiempo, se vuelven una pequeña colección.
En Cuba, esa necesidad de poseer, buscar y recopilar cosas no es un placer, sino una exigencia. Los cubanos pensamos que en algún momento nos serán útiles, aunque en el instante su valor sea nulo. Es un estado de consciencia de supervivencia que, incluso, se vuelve rutinario. Los cubanos no somos grandes consumidores, pero podría decirse que somos expertos en juntar objetos empujados por la desconfianza. Recopilamos por temor a la escasez.
Este acumular cosas con la esperanza de una utilidad futura me pareció una gran metáfora de nuestra existencia. Es así como surge en mí la necesidad de crear esta serie de fotografías. Nos aferramos a lo que nos haga sentir seguros, nombres, casas, personas, tradiciones, creencias. Nuestro pasar por la vida se ha convertido en un acumular para ser. Si no nos apegamos a las cosas nos sentimos perdidos. “Somos lo que tenemos”, tristemente, a pesar de que venimos felices al mundo sin tener nada. Y quizás estemos tan sumergidos en este modo de vida, que ya no será posible la vuelta atrás.