Esto me dijo Néstor Martí cuando lo invité a participar en la columna:
“Aunque suena a cliché, no deja de ser cierto que a muchos nos cuesta hablar de nuestras fotografías, por aquello de que una imagen dice más que mil palabras. Y es que son dos lenguajes muy diferentes el literario y el visual, y el de la fotografía en particular, con ese mayor compromiso que tiene con la realidad, con la técnica, y con el medio o soporte como se muestre.”
“Me pides que hable de cinco imágenes que resulten importantes dentro de mi carrera, tanto artística como profesional. Si bien ambos caminos se diferencian claramente en su propio desarrollo y tratamiento, también es verdad que de alguna forma invisible se han debido influenciar y colaborar muchas veces entre ellos.”
Sobre la porosidad de las fronteras entre arte y profesión hablaremos hoy aquí, imágenes en mano. Néstor vive y trabaja en la capital del archipiélago cubano, ciudad en donde nació en 1973. Licenciado en Historia del Arte, desde su graduación labora en la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (OHC), lo que le ha permitido especializarse en varios campos de la fotografía, como el paisajismo urbano, fotoperiodismo, arquitectura, patrimonio y retrato.
Néstor Martí, sin embargo, es más conocido por su estrecha colaboración con la Editorial Boloña, de la OHC, pues sus obras han servido para ilustrar numerosas publicaciones, así como por sus libros dedicados a exaltar, con mirada de enamorado, la ciudad cuya zona más antigua fue declarada por la UNESCO, en 1982, Patrimonio de la Humanidad.
En 2011 Néstor publicó, en colaboración con el fotógrafo norteamericano Chip Cooper, el libro Old Havana / La Habana Vieja: spirit of a living city/ espíritu de la ciudad viva, por la editorial Alabama University Press.
Pongámonos a ello. Vengan las fotos y los comentarios.
Compartido
La primera de las seleccionadas no tuvo mayor dificultad para mí. Se trata de Compartido, pieza principal de Humo, una serie en progreso que comencé en 2004, realizada en un primer momento en plata/gelatina. Esta foto es imprescindible en mi portafolio, probablemente la imagen que más me ha representado en las exposiciones internacionales en las que he participado. Fue usada como contraportada del libro The Light in the Cuban Eyes, que recoge una selección de fotografía cubana desde los noventa hasta la actualidad, y ha sido expuesta varias veces en Estados Unidos. Entre las exhibiciones más significativas de The Light… se encuentran las llevadas a cabo en Backus Museum, en La Florida, en Robert Mann Gallery y en la Feria The AIPAD Photographic Show, estas últimas en la Ciudad de New York.
En mi práctica hay dos grandes metodologías de trabajo: por una parte está la fotografía directa, en la que el autor captura la realidad tal cual, sin más mediación que su cámara, el encuadre, la exposición y, por supuesto, la intención; en la segunda forma de trabajo todo parte de una idea que es expresada a través de la fotografía con sus particularidades como lenguaje, es en esta línea en que se inscribe Compartido. Nació de un boceto y es una de mis obras más antiguas, cuando comencé a explorar la fotografía como expresión personal, más allá de la documental o de la arquitectura, que también me interesan.
La Isla
Representa a la serie homónima La Isla, de alguna manera encarna todo lo que de contenido hay en ella. También su temática, la insularidad, y la idea de que cada uno es como una isla, se repiten en posteriores trabajos. Es importante para mí por varias razones; primero, surge como un encargo: desde la Editorial Boloña, Silvana Garriga me pide ilustrar un libro con cinco poemas de Roberto Fernández Retamar y un ensayo de Elina Miranda. Conté con libertad creativa para ir más allá de las simples imágenes de elementos grecolatinos, como columnas y capiteles. El prólogo-ensayo de Cinco poemas griegos tomaba la isla como elemento de unidad; por un lado, Ítaca, y por otro, Cuba. La idea de yuxtaposición cultural entre la patria de Homero y la influencia griega en todo el mundo occidental, y nuestra propia insularidad con su “maldita circunstancia del agua por todas partes”, fue la génesis de este conjunto que toma la superposición de imágenes como elemento significante. Las fotografías en cuestión fueron tomadas proyectando capturas diferentes sobre el cuerpo de un modelo. Agua, madera, piedras y también el mar, siendo la imagen que nos ocupa la de mayor claridad en la dirección de este trabajo. Para nuestra suerte, Cinco poemas griegos resultó premiado en diseño interior, gracias al cuidado editorial y su bella impresión. Fue el primer trabajo que realicé en soporte digital. Esta fotografía también forma parte de la antología: The Light in the Cuban Eyes.
My Menu
Al igual que la mayoría de las piezas de esta breve selección, My Menu resume la serie. Este tipo de trabajo más personal suelo hacerlo con proyectos cerrados, con relativamente pocas obras individuales. Selfportrait Under Control ha sido, hasta el momento, el último de los ensayos que explora la dependencia que tenemos de los objetos que creamos para nuestro confort, por lo que tomo como símbolo algo tan cotidiano como es el control remoto de nuestros efectos electrónicos domésticos. Esta colección es parte de un proyecto mayor que tiene al control remoto como sujeto principal, y fue la que me llevó nuevamente a la fotografía tradicional. Hasta ese momento todo había sido muy instalativo, Selfportrait…encontró el camino de vuelta hacia la bidimencionalidad, hacia la obra impresa. Es, implícitamente, un tributo a la fotografía tradicional. Me planteé crear una imagen contemporánea con una técnica bien antigua, como la doble exposición. Aproveché que mi nuevo equipo digital de entonces ofrecía la posibilidad de hacer dobles o múltiples exposiciones directamente en cámara. Todas las imágenes de esta serie se realizaron de esa manera, aprovechando lo lúdico del proceso; algunas fotos fueron más conceptualizadas; otras, producto de la provocación. Elevé el ISO de la cámara hasta 3200 y tomé las imágenes directamente en blanco y negro, todo esto para simular la textura, aquel mítico “grano” de la fotografía analógica, así como el proceso mismo dedicando el menor tiempo posible al proceso de postproducción. Esta foto, junto a otras de la misma colección, también forman parte de The light in the Cuban Eyes; así como de la antología Fotografía del cuerpo en Cuba, de Rafael Acosta de Arriba.
Hotel Riviera
Refleja un área de mi labor que me interesa mucho y que cobra mayor importancia cada día: la dedicada a la arquitectura y a los ambientes interiores. Es un campo que reúne dos de mis pasiones: por un lado, la fotografía que me acompaña desde la adolescencia; y por el otro, la arquitectura, que me ha interesado desde los años universitarios; desde las construcciones más clásicas hasta el movimiento moderno y el contemporáneo. Las primeras aproximaciones a esta práctica vinieron como consecuencia de mi trabajo en la Oficina del Historiador de la Ciudad. Con el tiempo y mayor experiencia, aparecieron otras oportunidades que me permitieron llevar esta práctica a un nuevo nivel, tener una aproximación más personal, con mayor limpieza estética y plasticidad. Las satisfacciones han sido varias, especialmente por el soporte al que se han asociado normalmente estas imágenes, que son la publicación de libros con el tema de la arquitectura, sobre todo habanera. Tres son, hasta ahora, los libros —de bellas ediciones, por cierto, y prestigiosas casas editoriales— en las que estas imágenes tienen un rol protagónico. En el primero compartí la realización de fotografías con otros autores; en los dos siguientes participé como coautor y tuve a mi cargo la realización exclusiva del material fotográfico. Estos son: Habana Modern, XX century architecture and interiors, de la editorial Rizzoli; y, más recientemente, El Vedado, tradición y modernidad en la arquitectura habanera, escrito por la arquitecta Madelaine Menéndez y editado por Boloña. Un volumen que llevó varios años de realización y que acaba de ser presentado en la celebración del Aniversario 60 de la UNEAC.
Leal
En 1997, después de mi graduación en la Universidad de La Habana, fui a hacer el servicio social a la Oficina del Historiador de La Ciudad, donde continúo hasta el día de hoy. Esta estampa en particular resume para mí ese tiempo de vida, de crecimiento personal y profesional. En este momento también me habla de la importancia de la fotografía en la conservación de la memoria, de un instante específico; y también, de una manera más visceral, de lo perecedero. En mi trabajo profesional dentro de la OHC he tenido que hacer casi todo tipo de fotografía: documental-periodística, de arquitectura e interiores, reproducción de pinturas y otras obras de arte como orfebrería o elementos escultóricos, cerámicas… El retrato, por supuesto, también ha sido un área que me ocupó un tiempo importante. A pesar de haber acompañado a Eusebio Leal en buena parte de sus encuentros con personajes ilustres, de haberlo retratado miles de veces en distintas situaciones, como inauguraciones de exposiciones, presentación de libros, actos oficiales y en los varios homenajes que se le rindieron en los últimos años, fue esta vez la única que posó formalmente para mí. No resultó para nada una sesión larga, como se podrá imaginar; aquel hombre intranquilo y de cargadísima agenda me concedió unos “diez o quince minutos”. Llegué antes de la hora y pedí a su secretaria que me permitiera pasar antes de que arribara Leal, para observar la oficina. Cuando apareció, todo se sucedió de prisa. De las varias fotos resultantes de aquella sesión, esta es mi preferida, alejada un tanto de los retratos oficiales. Muestra una mirada más íntima, confidente y humana, que nos acerca al ser público y gran orador que ha quedado en la memoria de los habaneros; una retrato sencillo del hombre detrás del personaje en el que él mismo se creía preso.