Nació en Trinidad en 1969. En 1993 tomó un curso de Fotoperiodismo en la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). Desde entonces ha desplegado una intensa actividad en el oficio, con diez exposiciones personales, tres de ellas en colaboración con el artista José Toirac: Spectrum. Una idea sobre la historia (ASU Art Museum, Tempe, Arizona, EUA, 2000), Spectrum. Homenaje a una idea de Marx (Fototeca de Cuba, La Habana, Cuba, 2000) y En rojo y negro (Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, La Habana, Cuba, 2001). El ensayo fotográfico “Oro seco” se ha mostrado parcialmente en la Galería La Casona, La Habana, 2008; y en la Décima Bienal de La Habana, Fortaleza de la Cabaña, 2009.
Como parte de exhibiciones colectivas, sus obras se han mostrado en España, Alemania, Rusia, Estados Unidos de América, Suecia, Canadá, México, Colombia, Brasil y Costa Rica. En 2002 obtuvo una residencia artística en el Vermont Studio Center, ubicado en Johnson, Vermont, EUA.
Acerca de Oro seco, la serie a la que pertenecen las cinco fotos que compartimos hoy aquí, Ricardo G. Elías ha dicho:
Es difícil comprender el curso de la historia en Cuba durante los dos últimos siglos, sin tener en cuenta el peso que ha tenido y tiene la industria azucarera en la vida económica del país. El azúcar hizo que Cuba pareciera rica y estable en algunos momentos de su historia, para mostrar en otros su vulnerabilidad.
El 21 de octubre de 2002 el gobierno cubano anunció públicamente la necesidad de iniciar un proceso de redimensionamiento en la industria azucarera, motivado por la baja cotización del azúcar blanco refino en el mercado internacional y los altos costos de su producción con la tecnología instalada. La isla, con un patrimonio de más de ciento cincuenta centrales azucareros en activo, debió someter a cien de esas fábricas a un proceso de desmontaje, decisión que ha tenido un gran impacto político, económico y social en muchas pequeñas localidades donde la agroindustria constituía la principal fuente de empleo.
Oro seco es la serie con la que pretendo documentar la situación de la industria azucarera. Son las imágenes de una memoria económica hoy asociada al subdesarrollo del país, es la no vida de los colosos de antaño convertidos, en su mayoría, en ruinas.
Esta serie debe su título al toque de tambor que se dedica a las deidades del panteón yoruba en sus ceremonias. La frase oro seco funciona como un homenaje al central y sus hombres, protagonistas de una era de gloria y hoy olvidados testigos de aquel pasado que se desvanece con el tiempo y pierde valor.
Hablar del azúcar en Cuba es hablar de la historia de la nación. El azúcar ha estado presente en todos los aspectos de nuestra vida, desde el siglo XVIII hasta la actualidad. La economía del país, con sus bonanzas y crisis, había dependido, hasta hace algunos años, de la salud de la industria del azúcar; ello ha marcado la política y las relaciones sociales. Todo esto ha influido en el imaginario colectivo del cubano y se ha reflejado en el léxico y en la cultura popular y sus manifestaciones artísticas.
El cierre de un central no solo es la desaparición de un puñado de empleos, es también la pérdida de un fragmento de la historia y de la cultura de Cuba.
Al saber que un número importante de centrales azucareros iban a ser desmontados, pensé que debía conservarlos, al menos, mediante el registro fotográfico; y qué mejor metodología que la arqueología industrial para llevar adelante la investigación.
La arqueología industrial se dedica al estudio de los sitios, métodos y maquinarias utilizadas en el proceso industrial en épocas pasadas; así como a las formas de comportamiento social y hábitat derivadas de ese proceso.
He tenido como referentes para la realización de este ensayo el trabajo de fotógrafos como Walker Evans, Robert Adams, Stephen Shore, Hilla & Bernd Becher y Alec Soth.
En 1977, por encargo de la revista Fortune, Stephen Shore viajó por el estado de Nueva York, Pensilvania, y el este de Ohio, un área donde se evidenciaba el declive industrial que posteriormente se conocería como “Rust Belt”. Shore conoció a obreros siderúrgicos que habían quedado sin trabajo debido al cierre de las plantas, y al fotografiar su mundo, repentinamente frágil, nos muestra a una América próspera tambaleándose en la pobreza.
Tanto la esperanza como la desesperación acechan inquietamente detrás de cada imagen de este reportaje, ya sean las de fábricas inactivas, las deterioradas fachadas de las tiendas, los interiores domésticos o las expresiones tensas de quienes se enfrentan a la cámara de gran formato de Shore.
Definitivamente, Stephen Shore fue paradigmático para mí a la hora de emprender la captura del conjunto de imágenes que conforman “Oro seco”.
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Nota:
Cuando se nacionalizó la industria azucarera, a principios de los años 60 del pasado siglo, cada fábrica recibió un número de inventario. Por ejemplo: el 3 designaba a la provincia de Matanzas; y el 05, al Central Conchita, después renombrado como Puerto Rico Libre. Los números romanos corresponden al orden de las imágenes en el catálogo del fotógrafo.