Hace ya unos meses, cuando visité Holguín, traté de entrevistar al escritor y dramaturgo José Luis García. Atravesé la ciudad nocturna y desolada solo para saludarlo en la CMKO, la estación de radio provincial. Pero el encuentro no se concretó y regresé a Buenos Aires con el disgusto de una conversación prometida.
A José Luis García lo conozco desde antes de haberlo leído, pues en los años 90 lo veía llegar precisamente al hall de la CMKO donde, al atisbarlo en la puerta, alguien decía siempre a los muchachos que nos encontrábamos reunidos a la sombra de una reproducción de Rembrandt: “Es escritor”. Vestía jeans y mocasines o sandalias, usaba lentes oscuros y siempre andaba acompañado de alguna muchacha.
Para entonces había escrito el libro de cuentos Los silencios del ruiseñor, por el que mereció el Premio de la Ciudad, en 1992; también la obra de teatro Una crónica de Amor. Desde entonces ha sumado libros como Apuntes de un cazador (cuentos) y obras de teatro como Historia de una foto, por la que obtuvo mención en Casa de las Américas (2001).
Además de narrador y dramaturgo, José Luis García es una de esas personas leales a la radio. Puede pasar madrugadas en la gélida penumbra de un estudio, alimentando almas solitarias dondequiera que se encuentren. Las entretiene con tiras de música preferiblemente cubana y comentarios sobre Machito o Mario Bauzá lanzados con su estilo suave y ameno.
Incluso se le ha visto sostener un programa a altas horas de un domingo, uno de esos días en los cuales el resto de los mortales prefiere hacer cosas ordinarias o trascendentes, pero no encerrarse en cuatro paredes a conversar con gente a la que pocas veces se conocerá.
Junto a esa pasión, García ha llevado en su propia estampa el halo místico del escritor: suele verse con rollos de pepeles bajo el brazo o buscando una vieja máquina de escribir para teclear en ella cualquiera de sus historias o comentarios radiales.
Logré intercambiar saludos en su Facebook semanas después de aquel intento fallido de conversación. Con ellos me puso más o menos al día de lo que era su vida. El escritor, nacido en 1955, atravesaba una circunstancia muy compleja, pues la vivienda que ahora habita amenazaba con venírsele abajo, y por ello desandaba de una oficina a la otra en busca de alguna clase de apoyo institucional, sin lograrlo. Fue la causa principal de que me perdiera otra charla con él y, de ese modo, no pude actualizarme sobre su obra, en especial sobre lo concerniente a uno de sus últimos trabajos, el libro El auriga del carro alado, novela que en 2021 llevó su nombre al premio Alejo Carpentier, del cual fue ganador y razón por la que Letras Cubanas publicó el texto.
No pude hacerme del libro; creo que además llegó a librerías con retraso, pero desde abril leí por otro coterráneo, el también escritor Rubén Rodríguez, que la historia se nos presentaba como un diario a través del cual su autor-personaje, un exoficial de inteligencia, nos llevaba a un futuro alternativo “que contempla guerra civil y ocupación”.
Recientemente, García fue invitado al café literario que los jueves promueve en la Uneac de Holguín el poeta y escritor Manuel García Verdecia. Gracias a la relatoría del evento supe algo más de El auriga del carro alado.
La obra ofrece distintas visiones sobre el posible porvenir del sitio en que transcurre. El propio autor dijo que muchos consideraban esa novela como una distopía, aunque su propósito no era más que “elucubrar sobre posibles eventos que sobrevendrían en el tiempo venidero y que podrían también asumirse para Cuba, sin renunciar a los problemas universales que aquejan a los seres humanos”.
Espero leer esta historia que promete por las propias asociaciones al contexto en el que ha sido escrita; pero, mientras releo Noche cubana, obra de teatro con la que José Luis García ganó hace años el III Premio Latinoamericano de Teatro George Woodyard, que otorga la Universidad de Connecticut como homenaje a uno de los pioneros de la investigación sobre el teatro latinoamericano en la academia universitaria estadounidense, según explica una de las actas.
Recuerdo que cuando me lo dijo vacilé, porque José Luis García también tiene fama de elegante fabulador e incluso volví a dudar antes de escribir estas líneas. Así pude encontrarme que catorce años atrás los jurados fundamentaron su criterio de esta manera: la “pieza brilla por su humor, diálogos dinámicos, energía y un ritmo sólido”. Subrayaron el excelente modo en que juega con la tradición del sainete y del bufo cubano desde una perspectiva contemporánea y postmoderna.
Tengo una copia de Noche cubana, porque un día José Luis García la puso en mis manos con la esperanza de que un grupo de teatro o alguna editorial argentina se interesara en promoverla. No hace mucho lo comentaba con un actor y director teatral, y cuando expliqué que era un sainete me dijo, sonriente y algo asombrado: “¡Qué grande, un sainete cubano!”. Un paréntesis para recordar una de las muchas asociaciones del título de esta obra; en este caso la musical, porque de la misma manera se titula una canción de César Portillo de la Luz.
La obra transcurre la noche previa a un 28 de septiembre, cuando se celebraba el aniversario de los CDR. El conflicto lo desata una integrante de la familia que conmemora en los predios de su casa. La chica, que había emigrado a Alemania, llega de improviso con la noticia de que ha regresado de forma definitiva. El hecho desemboca en un drama, y este pronto se convierte en lo que como género es la obra, un sainete: del humor pasa a la tristeza, de la realidad al absurdo.
Son ocho personajes que exponen muchos de los problemas de Cuba, exacerbados por una larga y extenuante crisis económica y moral. Se trata de “una extraordinaria pieza teatral que plantea más interrogantes que respuestas”, tal como justificaron los tres miembros del jurado.
A ella también vuelven tópicos presentes en la obra de este holguinero original y discreto que visitaba yo en el departamento de un edificio cercano a mi casa. Cuando pasaba por allí podía escuchar el martillar frenético de su máquina de escribir, ya en tiempos de computadoras.