La Habana es la ciudad invitada de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, uno de los más grandes eventos culturales de la Argentina que hoy vive su séptimo día. A la entrada del edificio que aloja el Pabellón Azul, cuya amplitud es de las mayores entre los cuatro que conforman el predio de La Rural, su sede, un gran cartel lo recuerda: “Visitá en el Pabellón Amarillo el stand de La Habana. Real y maravillosa ciudad de las letras”.
El espacio ha sido dispuesto en el pabellón amarillo, como siempre ocurre con las ciudades invitadas, que han sido ocho, contando a La Habana, desde que se inició esta tradición con Ámsterdam en 2013. Se trata de un área abierta donde predominan los colores rojo, amarillo y verde. Pueden verse referencias a la arquitectura y una bandera cubana.
Entre los libros dispuestos sobre dos mesas el primer día predominaban los títulos sobre Fidel Castro y el Che Guevara, algunas ediciones de Casa de las Américas y del Centro Pablo de la Torriente Brau. También había discos de música grabados por la Egrem. Pregunté si acaso habían traído los premios Alejo Carpentier, que es de lo más destacado cada año en relación a novelas, cuentos y ensayos, y me respondieron que no.
Pero, dos jornadas después encontré más de diez ejemplares del El año que nieve, el libro del escritor holguinero Rubén Rodríguez, merecedor de dicho Premio en 2019. También vi otros autores en la colección: Pedro de Jesús, Alberto Marrero y, junto a los libros de ellos un poemario de Aida Bahr. “Muchacho, es que todavía hay un montón de cajas sin abrir”, me dijo una de las personas encargadas de las ventas.
Del primero al quinto día incrementaron las mesas. Sobre ellas se sostiene toda la literatura con la que cargó la Cámara del Libro. Destacan títulos de autores conocidos entre el público argentino, como es el caso de Guillen y Carpentier. También se encuentra algo de literatura infantil, libros de fotografía entre los que había uno de un viejo amigo, Gabriel Dávalos, algo de ensayo y algunas joyas confundidas entre la exhibición, como el clásico de Miguel Ángel Sánchez: Capablanca, Leyenda y realidad. Me detuve a hojear una edición de Lo cubano en la poesía, de Cintio Vitier.
Pese a este listado, no se encuentran las voces más conocidas hoy en el exterior, tanto en la poesía como de la prosa escrita en la Isla. Aquí mismo gozan de buenos lectores, por ejemplo, Pedro Juan Gutiérrez, Leonardo Padura, Reina María Rodríguez.
A veces desde el estand se escucha música cubana, que puede ser grabada o en vivo. Dicen que ya han pasado por aquí trovadores como Eduardo Sosa o Raúl Torres. También los escritores Arístides Vega Chapú, Francisco López Sacha y Yamil Díaz; algunos de los que conforman la delegación oficial, de la cual he logrado divisar además a Abel Prieto, presidente de Casa de las Américas, quien el lunes casi a la noche hablaba a unos pocos presentes en el espacio acondicionado para presentaciones en el stand sobre su novela El vuelo del gato.
“No hay delegación más secreta que la cubana”, comentaba con ironía el escritor cubano Marcial Gala, radicado en Buenos Aires, durante una entrevista que le hicieron en otro espacio curiosamente anclado en la Feria para alojar editoriales, libros y autores desmarcados del gobierno de la Isla. Se encuentra en el otro extremo, en el Pabellón Azul, en una esquina pequeña, pero atractiva a la vista. Algunos le llaman “la otra Cuba”.
Hasta este lugar, auspiciado por la ONG Federalismo y Libertad, y según el criterio de quien he visto de anfitrión, el violinista Luis Alberto Mariño, ciertos argentinos han llegado para cuestionarle, alegando que representa intereses de Estados Unidos. Pero, estos han sido las excepciones. En el set se entrevista a escritores cubanos radicados en Buenos Aires, se conversa en un tono cordial mientras se aprecia la exposición de libros de autores como Reinaldo Arenas, Rafael Almanza, Hilda Molina, Ángel Pérez, Armando Añel, Roberto Quiñones, Ana Rosa Díaz Naranjo o Rafael Vilches, todo bajo el título: “Patria y Vida. Exposición de cultura cubana”. Este es el espacio que agrupa editoriales como NeoClub Ediciones, Hypermedia, Puente a la vista, Rialta, Editores Argentinos, Iliada Ediciones.
La polarización con el tema cubano es evidente, aunque por suerte y por lo que tengo visto se convive sin problemas por estos días en Buenos Aires. Ya en la inauguración de la Feria se había constatado que Cuba es el signo de las contradicciones. Cuatro de los cinco discursos pronunciados hicieron referencia a La Habana de una u otra manera. El primero, de Ariel Granica, presidente de la Fundación El Libro, organizadora del evento, al referirse a la ciudad invitada dijo que su programa de actividades era “impresionante”. Algo parecido comentó el ministro de Cultura de la nación, Tristán Bauer, quien evocó “al gran” José Martí, ejemplo siempre de confluencias: “figura que une a nuestros pueblos a través de la prédica por el mejoramiento humano”.
Poco después el escritor Guillermo Saccomano añadió otra referencia durante su incendiario discurso, cuando ejemplificó con una lista de autores imprescindibles en su formación; entonces, mencionó el nombre de dos cubanos. Subrayó que representan la “mejor literatura” de la Isla y mencionó a Guillermo Cabrera Infante y a Reinaldo Arenas. Para los dos pidió un aplauso.
En nombre del gobierno cubano tomó la palabra Tatiana Viera Hernández, presentada como coordinadora de Objetivos y Programas del Gobierno Provincial del Municipio de La Habana.
“Quienes están hoy en el estand de La Habana, ciudad invitada de honor, y quienes lo recibirán en las diferentes salas de presentación y eventos de la Feria, dentro de este recinto y en otros escenarios de Buenos Aires, viajaron a pesar de todo, con los limitados recursos que les aportó el pueblo de Cuba y la solidaridad del mundo”, dijo, y seguido enfatizó: “son ellos los legítimos representantes, no los financia ningún gobierno extranjero, ni usan su indudable libertad creadora para pedir la destrucción de su patria y la de sus familias, en ellos se refleja únicas e irrepetibles Cuba y La Habana, todo lo demás que se diga es ofensa, odio, mercenarismo y apostasía”.
La referencia parece haber estado dirigida al estand ya referido, pero este dilema comenzó hace tres años, cuando se anunciaba que la Feria tendría como invitada de honor a esa Habana que sigue siendo tan referenciada en la literatura. Algunos llegaron a preguntarse, incluso en periódicos como Clarín, si acaso en el estand llegado de la Isla estarían también autores no catalogados por el gobierno por razones esencialmente políticas.
Ahora comprobamos que no, sin embargo libros de autores cubanos pueden encontrarse en distintos espacios de la Feria gracias a editoriales como Corregidor (Martí, Casal, Ponte, Piñera, Gala- muy pronto Amel Hechavarría), Colihue (Lezama Lima, Fina García Marruz), Grijalbo (Daína Chaviano), Tusquets (Padura, Arenas, Novás Calvo), Galaxia Gutemberg (Cabrera Infante), Jus (Rubén Gallo), Ediciones Cátedra (Lezama Lima), Biblioteca Nacional Argentina (Dora Alonso), Fondo de Cultura Económica (Rafael Rojas, Pablo Armando Fernández), Ayacucho (Retamar, Eliseo Diego)… y hay muchos más.
Incluso, si lo que se prefiere es tema político, materiales relacionados con la revolución y su impacto, la revolución y una visión crítica de ella, la revolución y su traza de relaciones con Estados Unidos, una gran cantidad de estantes dan cobijo a toda clase de literatura con crónicas, ensayos o análisis a sus figuras que van desde el Che Guevara y Camilo Cienfuegos hasta Fidel y Raúl Castro. “Con Cuba no te metas”, me dijo ayer sonriente una amiga argentina cuando entramos a polemizar sobre la realidad.
Cuba es así, y anda por todas partes en estos días de Feria. Incluso, en uno de los espacios más extraños que uno vea se pueden encontrar señalada en un mapa. Marca el viaje durante 22 años de una pareja que acabó siendo una familia de seis miembros (los Zapp). Estuvieron en 102 países a bordo de un Graham-Paige de 1928. Ellos escribieron un libro para sufragar los gastos, y ahora esas crónicas se pueden encontrar en la Feria. A Cuba llegaron sin el auto, fueron para llevar ropas donadas a una familia.
También está la Isla en la ruta de una de las escritoras argentinas más leídas en la actualidad, Mariana Enríquez. De repente me vi con un libro suyo (Alguien camina sobre tu tumba) en las manos. Relata algunos de sus viajes por ciudades del mundo donde ha tropezado con cementerios que la sedujeron. En la portada identifico el Colón. Y cuando busco la crónica que corresponde, además de descubrir que viajó a inicios de este siglo siguiendo a la banda de rock Manic Street Preachers, doy con una frase iluminadora: “en La Habana se da por sentado que todo lo sumamente extraño que sucede es normal”. Lo mismo con el tema cubano, dondequiera que se aborde: lo normal es la sorpresa.
Que bueno que esa buena literatura cubana que estaba ausente en el Stand de Cuba estaba presente por otras editoras en la Feria.
Jamás he leído novela más mala que El vuelo del gato!!!