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El Festival Internacional Literario sobre Género Policial Negro, Semana Negra BA, me permitió conversar con Rodolfo Pérez Valero (La Habana, 1947), escritor popular en los años setenta y ochenta en Cuba, cuando los libros de género policial no sólo batían records de ventas, sino que hacía de sus impulsores verdaderas estrellas como las del cine.
Al menos así lo vio el mexicano Paco Ignacio Taibo II, siendo testigo de la multitud aglutinada entorno a La Moderna Poesía durante un encuentro de literatura policial que tuvo lugar en La Habana, en 1986, y según recuerda Pérez Valero. Hace 30 años radica en Miami pero en su condición de cubano participó en este encuentro promovido por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.
Para Pérez Valero todo comenzó en 1976, cuando el libro No es tiempo de ceremonias ganó un lauro de trascendencia en la isla. El hecho lo catapultó al estrellato de la literatura. “Cuando esa novela ganó el premio me desbordó positivamente, me entrevistaban en todas las revistas”, dice.
“Yo pienso que entretenía, no tenía panfleto. Pero yo no era consciente de eso”, recuerda, y añade un detalle que considera también fundamento del auge y popularidad alcanzada por la corriente literaria de la que formó parte: “El cubano era un público cautivo, no recibía libros publicados en el extranjero. Eso nos hizo muy populares”.
Una vida de escritor, y un encuentro en La Habana
Pérez Valero tenía 26 años cuando escribió la novela donde dice, instauró el héroe colectivo como persona fundamental. “La terminé en diciembre de 73, la mandé al concurso Aniversario de la Revolución. Yo no sabía si podría escribir una novela y solo intenté escribir una. Lo que ocurrió después me sorprendió”.
El libro fue editado tres veces en La Habana (1974, 1977 y 1979) y sobrepasó fronteras para llegar a mercados como los de Buenos Aires, Puebla, Praga, Bratislava, Moscú, Sofía y Kiev.
En cuanto a su producción, siguieron libros como Las siete puntas de la corona del Rey Tragamás, Premio Nacional de Teatro Para Niños La Edad de Oro 1978; la novela juvenil Misterio de las Cuevas del Pirata, Mención de la UNEAC en 1979 o Confrontación, escrita junto a Juan Carlos Reloba y reconocida hoy como la primera novela policiaca y de ciencia ficción cubana que fuera Mención del concurso nacional de novela policiaca en la isla en 1983.
Entonces trabajaba como asistente de dirección del teatro Rita Montaner y si bien ya era un escritor duro del género policiaco fue su condición de escritor infantil la que le permitió visitar a países como Checoslovaquia y Bulgaria, donde entabló relación con otros impulsores del género negro, sentando las bases de lo que daría lugar al Encuentro de Escritores Policiacos Cuba-86.
El evento alcanzó mayor visibilidad en la prensa por una serie de hechos fortuitos entre los que Pérez Valero destaca que no hubiera otro acontecimiento de relevancia en la isla. En esos días también nació la revista Enigma.
Los ecos de una publicación memorable
“Organizamos el primer número de la revista Enigma. Iba a ser un número especial para ese evento, pero una amiga mía bibliotecaria me dijo: ‘Pónganle número uno, porque a la vez que le ponen número uno las bibliotecas tienen que registrarla’”.
La revista, coordinada entre Pérez Valero y Alberto Molina, y donde Ignacio Cárdenas Acuña era secretario de publicación, fue publicada desde junio de 1986 y llegó a tener nueve números en los que colaboraron narradores como Yulián Semiónov, Jean-Patrick Manchette, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Sasturain, Luis Rogelio Nogueras o el propio Paco Ignacio Taibo II.
El diseño correspondió a Lázaro Enríquez y Bladimir González, pero en lo sucesivo colaboraron artistas como Ernesto Joan y Rafael Morante. Enigma se imprimía en los talleres de la revista Mar y Pesca y en una imprenta de la Industria Ligera. Tuvo su último número en 1988.
“Alberto Molina se quedó, y en ese momento no es como ahora, eras un traidor. Empezaron a llegar a la UNEAC carticas de amenaza, donde se decía que yo era el próximo, y todo eso. Entonces yo sólo elaboré el último número dedicado a Raymond Chandler”.
Pérez Valero está convencido de que la revista ayudó a difundir la literatura latinoamericana y a internacionalizar el trabajo de los escritores de la región.
Por aquellos días también se fundó la Asociación Internacional de Escritores Policiacos (AIEP), un grupo creado con el apoyo y la iniciativa de Paco Ignacio Taibo II. El grupo logró reuniones en México DF y en Yalta, Crimea; en Praga.
“Justo cuando las autoridades de ese país arrestaron a Václav Havel y la AIEP (que era por casualidad la única organización internacional reunida en Praga en ese momento) emitió un comunicado pidiendo la libertad del quien después sería presidente de ese país”.
También, apunta Pérez Valero que la primera Semana Negra de Gijón se concibió como una reunión del ejecutivo de la AIEP, que también sería una feria popular de literatura policiaca. En 1990 la Semana Negra sirvió como otra reunión internacional de Asociación.
El policiaco en su salsa, y en la mirilla
Aunque en un principio desde la UNEACc los propios escritores de policiaco eran considerados “escritores menores”, según cuenta Pérez Valero, ya desde 1979 había habido un acercamiento; primero con la realización de un coloquio de Literatura policiaca.
“Ahí nos conocimos, pero resulta que la mayor cantidad de escritores policiacos vivíamos en Guanabacoa, y nosotros bromeamos con eso. Ahí vivíamos Alberto Molina, Juan Carlos Reloba, Armando Cristóbal Pérez. Éramos cuatro de los escritores conocidos, que vivíamos allí.
Fue para esas fechas en que también la UNEAC les pidió formar parte de su membresía y de esa manera quedó constituida la subsección de escritores policiacos.
“Me enteré años después de que los académicos, los cubanólogos extranjeros estudiosos de la literatura cuando iban a la UNEAC a preguntar por la literatura policiaca no podían dar detalles de nosotros. A esos que llegaban les atraía nuestro trabajo, les parecía un fenómeno difícil para una un país socialista; además, si eran latinoamericanos vivían bajo dictadura de derecha, pensaba que Cuba era un paraíso; entonces, cómo iba a haber delincuencia en Cuba”, rememora.
Pero, precisamente por el auge de aquella narrativa, la literatura policiaca fue vista con suspicacia, pues si bien gozaban de popularidad y no faltaba el talento entre sus entusiastas, emergió como una oportunidad para el aparato cultural en sus intenciones de imponer el realismo socialista como estética, algo que intentaban los viejos militantes del Partido Socialista Popular (PSP) desde 1959 en cuanto se hicieron con el poder en distintas estructuras del Gobierno, antes de que el gobierno mismo hubiera declarado su ideología.
Al respecto, conocedores del tema como el crítico Rafael Grillo ha escrito que “no cabe echar la culpa a Pérez Valero y su No es tiempo de ceremonias” del auge que tuvo el policial transfigurado ya en “paradigma” de una “estética maniquea puesta al servicio de una intención ideologizante” y donde se colgaron “buenos y malos en cada extremo, estereotipados y devenidos en personajes de cartón” cuando la propia obra de Pérez Valero cuenta “de aceptable aliento literario”.
El final de una era, el principio de otra
Pérez Valero ha ganado cinco veces el premio de la semana Negra de Gijón; en una de esas, en los años noventa y todavía en la isla, tuvo que darle el dinero del premio a Paco Ignacio Taibo II porque en Cuba era ilegal la tenencia de dólares.
“El año 89 marca un antes y un después para el pueblo cubano, para literatura cubana y para la literatura policiaca. Hasta ese año los investigadores del Ministerio del Interior eran los héroes de las novelas, y para la población era así. En el año 89 se cayó el campo socialista y después, lo más terrible, lo de Ochoa y los hermanos De La Guardia. Yo dejé de escribir en ese momento. No escribí nada nuevo, pero comencé a hacer cuentos para la Semana Negra, porque hacían falta dólares”.
Para esos años decidieron liberar un poco más y permitieron la salida a mayores de cuarenta años en Cuba, cuenta, primero el límite eran los sesenta años, hasta que fueron bajando. “No podías seguir prometiéndole a la gente un futuro que no llegaba nunca. Yo viajé a Miami, fui a New Jersey, donde vivían mis padres desde 1966. Cuando regresé, le dije a mi mujer: ‘Nos han estafado’”.
Su esposa, que fue testigo de esta entrevisa, trabajaba en aquella época en la Biblioteca Nacional y no quería abandonar el país. “Pero la cosa se fue poniendo tan mala, que mi suegra le dijo: ‘Te tienes que ir’. Teníamos una hija. En el 95 llegamos a Miami”.
“En ese momento, igual que en Cuba no se conocía nada de lo que se decía en Miami, en Miami se negaba lo que se hacía en Cuba. Llegabas y eras el último de la cola. No es como ahora. Un buen trabajo era cualquier trabajo. Mi esposa tuvo que trabajar en una factoría, donde no se enfermó de los nervios porque no podía, tenía que mantener la casa. Yo conseguí en un supermercado hasta que un día logré entrar en Telemundo. Después llegué a Univisión”.
“En esos primeros tiempos no escribí nada. Estuve unos diez años sin escribir. En 2009 saqué una novela de amor que se desarrolla en Cuba, durante el Periodo especial. Se llama Habana-Madrid. La mandé a un concurso en Asturias y ganó, aunque vino la crisis económica y no la publicaron. Seguí mandando a la Semana Negra, y gané dos veces más. En 2010 me publicaron un libro de cuentos en Penguin Random House en México: Un hombre toca la puerta bajo la lluvia.
“Yo estaba convencido de que mi carrera literaria se detendría cuando salí de Cuba, pero, por el contrario, lentamente, con los años, terminó internacionalizándose más, como muestran mis publicaciones y premios en otros países y mis participaciones en varias Semanas Negra de Gijón, de Bs As, la Noir Week de Miami y Puerto Negro en Chile”.
El misterioso caso del hombre que viajó al sur
El propio Paco Ignacio Taibo II le ha llamado “el gran cuentista del neopolicial latinoamericano”, pero en varios sitios se pueden encontrar referencias curiosas no de su carrera literaria, sino de su propia biografía. En Wikipedia se dice que en el 2001 “por rocambolescas circunstancias de la vida, se cambió el nombre y, al año siguiente, se lo volvió a cambiar”. En Ecured, la enciclopedia digital cubana, se advierte que “casado en varias oportunidades, este hombre que modificó su rostro mediante una cirugía plástica y años después se cambió el nombre”.
“La verdad: a los 19 años me operé de prognatismo maxilar y cambió mi rostro. Nací como Rodolfo Alejandro Pérez Valero. Al hacerme ciudadano de Estados Unidos quedé como Rodolfo Alejandro Pérez y entonces descubrí que ya Rodolfo Pérez Valero no existía y era solo mi seudónimo.”
Pérez Valero usa gafas oscuras similares a las que creo llevaba en la foto por la cual lo conocí hace muchos años. Entonces era parte de un libro sobre escritores cubanos radicados en la isla a finales de los años ochenta. Nuestra conversación ocurrió en la Casa de la Cultura porteña, situada en Avenida de Mayo y originalmente sede del diario La Prensa. Nadie llevaba un arma. No había misterios que resolver más que una deuda a saldar con la literatura.