El Festival Centroamérica Cuenta unió dos semanas atrás al escritor Leonardo Padura y al músico Rubén Blades. En algún momento de la charla, Blades aseguró que siempre había querido ser un “periodista musical”; aunque, para figuras como Gabriel García Márquez, el cantautor logró mucho más: lo consideraba un verdadero “cronista”. Por eso Blades estuvo en un festival eminentemente literario; porque, además de la música que ha hecho bailar a millones, sus letras han narrado un tiempo que conoció y, sobre todo, siente en las profundidades de su alma.
El músico sigue identificando los principales conflictos, no solo de América Latina o de su Panamá natal, desde donde “salió formado” a los 23 años para llegar a los Estados Unidos, sino de todo el continente y el mundo, pues siempre le ha interesado “la sociedad”.
“No creo que este universo y la belleza que hay en él, y la que tenemos nosotros en nuestros países, de pronto van a ser víctimas del mal. Yo no creo que el mal va a triunfar. Lo que sí creo es que hay una lucha entre el bien y el mal, y tenemos que tomar una posición”, advierte el intérprete, de unos 76 años que no aparenta.
“No es una cuestión de tener una pelea constante entre el pasado y el presente […] Tenemos que ver qué podemos aprender del pasado, qué podemos identificar como algo positivo y qué es lo que tenemos que recordar, no repetir”, comentó, a propósito de una de las preguntas de Padura, quien con tino de buen dialogante recordaba que se cumplen cuarenta años del disco Buscando América (1984).
La conversación había comenzado con un juego de Padura, quien, excusándose en la supuesta demora de su interlocutor, propuso escuchar la canción “GDBD”. Se trata de un cuento cantado y debe su existencia a la literatura. A Blades, que comenzó leyéndose a Rilke y supo pronto que “la literatura ayuda a comprender cosas”, nunca lo animó la idea de cantar o escribir “para ser famoso”, sino una íntima intención de escribir cuentos.
“GDBD” es una historia desde su arranque: “Despiertas. No has podido dormir muy bien. Te levantas. Caminas y pisas uno de los charcos de orine que el nuevo perro ha dejado por toda la casa”, hasta su cierre de corte existencialista: “Llegas a la calle. Ves al camión recogiendo la basura. Aún está oscuro, pero huele a mañana, varón”.
Buscando América, producido por Elektra/Asylum Records, tiene siete temas. Algunos de ellos han sido muy versionados y descansan en nuestra memoria afectiva: “Decisiones”, “Desapariciones” o “El padre Antonio y el Monaguillo Andrés”, canción con la que, al terminar de tocarla, el público alguna vez se quedó en un silencio sepulcral.
Cuenta Blades que le sucedió en Uruguay, en tiempos de la dictadura militar, y que pensó que el silencio se debía al miedo, hasta que muchos años después, conversando de casualidad con un músico que había presenciado su espectáculo, le develó el misterio: no había sido miedo, sino respeto.
“Todavía me emociona; porque cómo es posible que tres mil quinientas personas sintieran lo mismo en ese momento, y decidieran que, más que aplaudir, la mayor forma de demostrar solidaridad con el tema era guardando silencio. Por eso digo que el público sabe mucho más que lo que cualquiera crea que sabe del público”.
Padura no escatimó en llamar el disco “un clásico de la música latinoamericana de todos los tiempos”, con el cual el intérprete panameño corrió “todos los riesgos posibles”.
Canciones de ese y otros trabajos suyos fueron censuradas; por moralismos, algunas veces, por el mensaje político, otras. Sin embargo, pese al amargo y vertiginoso paso del tiempo, los problemas sobre los que cantó se mantienen entre nosotros. Todavía se sigue robando, la gente muere, se droga o emigra. Muchos de los sueños de ayer se han convertido en contundentes pesadillas, pero el terror del individualismo y la ambición siguen apoderándose del presente.
“No son los gringos, no son los comunistas. El problema en Latinoamérica es que los neoliberales solo quieren crear empleados y consumidores”, dijo una vez Blades a la revista Rolling Stone.
Para no perder la costumbre, asegura que está trabajando en un tema que ninguna disquera creería oportuno, pues trata sobre el maltrato infantil. Anunció que por el momento se llama “Familiar cercano”. Cuando lo dijo, el público lo aplaudió.
“Las generaciones nuevas están enfrentando los mismos problemas que sus padres y sus abuelos”, dijo el salsero, cuya obra, de un tono profundamente urbano, contempla una discografía de proyectos con variadas tesituras, desde Maestra Vida (1980), siguiendo por Nothing but the truth (1988), Amor y Control (1992) o ese peculiar Medoro Madera (2018), un homenaje a la tierra de su madre: “La salsa tiene una deuda muy grande con la música cubana”.
La portada de Medoro Madera, personaje que es una especie de alter ego suyo, funde la imagen de su padre con su propio rostro. Al ser un homenaje a la música cubana, tenía que ser “alguien de Santiago de Cuba, negro”, dice.
Blades contó de su relación con la cultura de la isla a través de varios cubanos: en Nueva York fue alumno y amigo de Mario Bauzá, figura fundamental en el nacimiento del jazz afrocubano. “Mario Bauzá llegó a Nueva York y él solo alteró en diversas formas lo que es el desarrollo de la música en la ciudad de Nueva York, y no solo el aspecto de la música de Latinoamérica”.
A Bauzá le debe su “conocimiento formal” en la música. Cuenta que fue este quien le recomendó a un profesor de solfeo llamado Alberto Socarrás, también cubano. “Dicen que fue el que primero grabó un solo de flauta en jazz”, apunta Blades. “Fue muy importante para mí, por los consejos que deban, sobre todo por la disciplina. No veían a la música como un relajo”.
La madre de Blades nació en el municipio habanero de Regla y su primera experiencia viendo a un músico tocar fue ante Benny Moré. De sus sentimientos hacia la cultura cubana, sobre sus criterios respecto a la política de la isla, su relación con los Estados Unidos y la tendencia del Gobierno cubano de no respetar libertades por la obstinación de un supuesto y forzado bien común, el cantautor ha escrito en su blog.
La carrera de Rubén Blades incluye discos realizados junto a Willie Colón (Metiendo mano), la Fania All Stars (Bohemio y Poeta), Ray Barretto (1975: Barretto)… Ha colaborado con Cheo Feliciano, Juan Manuel Serrat, Juan Luis Guerra y muchos otros artistas. “Me encanta colaborar”, dice.
Cuenta con una amplia participación como actor en filmes y series, una vertiente que comenzó a explorar por casualidad. Esto, según contó en otras entrevistas, debido a la visibilidad que alcanzó, le dio la posibilidad de evadir muchos de los boicots que enfrentó a causa de sus canciones en los 80. En el cine trabajó también con cubanos. En 1985, León Ichaso sacó Crossover Dreams. La actuación en ese largometraje le abrió muchas puertas a Blades, según él mismo ha contado.
Candidato a la presidencia de Panamá y ministro de turismo por cinco años en el Gobierno de Martín Torrijos (2004-2009), “Rubén Blades es una personalidad esencial en la música de la lengua española en los últimos sesenta años”, dijo Padura, quien no escatimó al asegurar que el panameño es “el hombre que introdujo la literatura en la salsa”.
Lleno de proyectos y de un pensamiento lozano, así se presentó el cantautor en la conversación que disfrutamos la semana pasada. “No importa cuántos años tengas. Lo que hace a uno viejo es la indiferencia. Cuando te haces indiferente, te fuiste”, dijo también Rubén Blades.
Al Maestro Ruben Blades debieran considerarlo para el Nobel de Literstura.
El Maestro Blades debieran considerarlo para el
Nobel de Literatura por su capacidad artística
de describir a través de su producción musical
la realidad de nuestros pueblos y su cultura.