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Mediante testimonios gráficos de su gira “Hola y Adiós”, gracias a imágenes compartidas por su compañera, Jimena Coronado, al cantautor español Joaquín Sabina con frecuencia suele vérsele junto a un libro. Lleva uno en el avión, en la calle, sentado en un hall del teatro, dentro del auto que lo transporta, en la habitación del hotel-dulce-hotel en el cual pasa sus días desde que comenzó este último periplo por los grandes escenarios del mundo, con inicio en América el pasado febrero desde el Auditorio Nacional de México.
“Ando leyendo un libro al día, entre otras cosas porque entre concierto y concierto no hablo, estoy mudo”, confesó el también poeta al periodista Álvaro Luengo, quien lo entrevistó para Esquire en esa Babel moderna —y no fatua, como también llamó una vez a la ciudad de Nueva York— a donde el músico hubo de llegar para su concierto número 13, un espectáculo que terminó con el Madison Square Garden a reventar.
En ocasiones, cuando se le avisa que se graba el video que alimentará a los hambrientos de Instagram, Sabina pareciera complacer sólo por deberes de su profesionalismo; acepta salir de la inmersión de la lectura, levanta la cabeza como el que abandona el agua después de una larga y profunda inmersión y cumple con su papel de volver al personaje: sonríe y saluda, pero regresa a la mar de las letras.
En cuanto a gustos, se le descubre con tantas biografías o ensayos entre manos que da la impresión de estar seriamente apurado en desentrañar entresijos del presente, tan distinto mundo al que conoció, como llegó a referir en algún momento. Tal vez por eso, para cuando le pidan opinión poder contar con respuestas lucidas que corroboren la suma de 76 años vividos, lee desaforadamente.
Con seis conciertos en Estados Unidos, había una pregunta inevitable. La respuesta la formó con sus últimas lecturas: “Lo de Trump es horroroso, igual que lo de Milei. Y acabo de leerme también la autobiografía de Navalny y me parece un espanto lo de Putin también, y lo de Elon Musk, que es un despideobreros como una casa. Será el tipo más rico del mundo, pero lo único que ha leído en su vida son libros de ciencia ficción y videojuegos. Me acabo de leer también su biografía”, dice.
Para ese momento habían pasado las gélidas jornadas de Chicago, donde así y todo tuvo tiempo de leerse El Camaleón. La invención de Donald Trump, de Maggie Haberman. El libro fue traducido por Àlex Guàrdia Berdiell para la editorial Península y en él esta reportera de The New York Times, parte del equipo que en 2018 ganó el Pulitzer por informar sobre los asesores de Trump y sus vínculos con Rusia, “desvela las capas más profundas” de la personalidad del actual ocupante de la Casa Blanca.
Trump, según escribe la periodista, “había sido un adolescente deportista y, luego, había soñado con hacer carrera en Hollywood, pero había terminado cumpliendo con el deseo de su padre: que lo sucediera al frente del negocio inmobiliario de la familia. Sin embargo, lo que siempre quiso el hijo fue ser una estrella”.
Se ha visto a Joaquín Sabina en una cama de Bogotá leyendo a gusto el trabajo de la francesa Florence Noiville sobre el autor de La broma y La insoportable levedad del ser. El libro Kundera. Un retrato íntimo fue publicado por Tusquets el año pasado y cuenta con la traducción de Mayka Lahoz. En él se recuerda que Kundera evitaba a los armadores de biografías, sorteaba a los entrevistados y a todo aquel que estuviera interesado en su intimidad más que en sus libros; sin embargo, la amistad con el escritor y su esposa permitió a Noiville este arsenal de recuerdos, encuentros y conversaciones fundidos en lo que es un revelador estudio de uno de los escritores más profundos, sin que el resultado parezca traicionar sus propias convicciones.
“Hay que ‛hacer creer a la posteridad que uno no ha existido’. Eso es lo que decía Flaubert. Eso es lo que pensaba Kundera”, se lee en una de las páginas de Noiville. Recuerda también la confesión de Věra, esposa del escritor, quien llegó a decirle que todo lo que había en su casa sería reducido a pulpa como muestra de ese afán por no dejar más rastro que su literatura.
Todo lo contrario al checo hizo la estadounidense Patricia Highsmith, de quien se han publicado sus diarios y cuadernos escritos entre 1941 y 1995. Otra vez sobre la cama, y también en Nueva York, Sabina, en una pose en la que pareciera maestro yogui, es dominado por lo que se revela en este libraco inmenso que promete mantener el suspenso hasta escurridas sus páginas.
Anna von Planta, editora de Highsmith, revisó más de ocho mil páginas para seleccionar las que han sido publicadas, y develar en ello parte de la metodología profesional y la intimidad de una mujer de vida personal “problemática”, autora de las “más grandes obras de suspenso de la segunda mitad del siglo XX”, entre las que se encuentran El talento de Mr. Ripley y Caroll o Extraños en un tren, llevada al cine por Alfred Hitchcock y Robert Sparr.

Patricia Highsmith. Diarios y cuadernos. 1941-1995 ha sido definido como “un acontecimiento literario” que los lectores en castellano podemos leer gracias a la traducción de Eduardo Iriarte Goñi, y que Sabina traía consigo desde Nueva York, antes de seguir camino a Bogotá. Pero antes, en lo que se presentara en Puerto Rico, exhibía el libro de la fallecida historiadora y biógrafa inglesa, Fiona MacCarthy, Byron, vida y leyenda, “la gran biografía de lord Byron en el bicentenario de su muerte”, según anuncia Debete, editorial que pertenece al grupo Random House Mondadori y que publicó este trabajo en marzo del año pasado, con traducción de Pablo José Hermida Lazcano.
Del narrador Julio Ramón Ribeyro volvió a saber en Lima por la biografía Ribeyro, una vida, escrita por Jorge Coaguila. A su paso por la ciudad también cantó aquellos versos con los que recordaba sus andanzas con otro escritor amigo y limeño, Bryce Echenique, “maldito crucigrama, bendito Bryce”.
Desde Buenos Aires, donde se encuentra para los últimos 10 conciertos de esta parte de su gira, Sabina ha vuelto a recordar su pasión por la literatura. En el primero de los conciertos aquí justificaba su criterio de que había llegado a un lugar que era “un enorme foco cultural”, aludiendo nombres como los de José Hernández, Borges y Cortázar, por Raúl González Tuñón y Juan Gelman.
Ha dicho Joaquín Sabina en la entrevista para Esquire que compra muchos libros; algunos los lee durante la gira y otros los leerá en Madrid. “Voy comprando y además aprovecho que va viniendo gente de España para que se los vayan llevando”.
En Nueva York, con una impresionante vista del parque central desde la suite del hotel Mandarín oriental, donde se hospedaba, también se veía leer a Sabina, quien asegura que en lo que más dinero ha gastado en su vida ha sido en libros raros. Fue previo al concierto de Nueva York donde también lo encontramos junto a los autores Salman Rushdie y Juan Manuel Vázquez. La imagen, también compartida por Jimena en sus redes sociales, fue presentada esa vez con una exclamación: ¡Gran concierto, mejor público!
“Escritor de canciones”, se denominó Joaquín Sabina en la entrevista donde Álvaro Luengo llega a decir que “la persona se está comiendo al personaje”. Pero el personaje sigue haciendo resistencia. Es verdad que ya no sale tanto como antes y que lee y pinta en la soledad de su casa; pero repleta escenarios, suma miles de seguidores en redes que no frecuenta y tal vez hasta llegue a comprarse un teatro para presentarse cada jueves junto a sus amigos, de saco y bombín.