La frase de una ponencia que el pasado mes de octubre leyó en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) el escritor argentino Carlos Gamerro daba vueltas en mi cabeza: “El mal que creíamos enterrado para siempre vuelve a asomarse de la tumba”.
La expresión es sugerente y en torno a ella crecen ideas como semillas en terreno fértil. A veces se creen sepultados temas o conductas, pero en verdad subyacen; solo esperan el instante oportuno para brotar.
La imagen es más ilustrativa si agrego a la frase otro fragmento que en un principio había sacado de la cita original: “Cual película de zombis, el mal que creíamos enterrado para siempre vuelve a asomarse de la tumba”. Los zombis y el mal, el mal y su carácter tentador y autodestructivo. “Los males no son el mal”, apuntaba Gamerro.
Aunque podrían establecerse analogías desde términos como “autoritarismo”, “totalitarismo” o “tiranía”, el asunto “del mal”, abordado en la obra de Bolaño, y sobre la cual disertó el autor argentino, parte de una realidad concreta: la dictadura en América Latina. Se habló de antecedentes y referentes.
Los principales puntos desplegados refieren aspectos que reitera Bolaño, cuya obra incluye poesía, cuentos y novelas entre las que destacan libros potentes como Los detectives salvajes (1998) y 2666 (2004). Pero Gamerro diseccionó otras dos no menos trascendentales: Estrella distante (Anagrama, 1996) y Nocturno de Chile (Anagrama, 2000).
Los temas que en ellos se aborda parten de un contexto: la dictadura de Pinochet, que derrocó al gobierno de Allende en 1973. “La problemática de la revolución obtura el problema del mal”, apuntaba también Gamerro, quien cuenta con títulos como La aventura de los bustos de Eva (2004) o Un yuppie en la columna del Che Guevara (2010).
En su análisis a la obra del chileno, Gamero subrayaba una serie de ideas vertidas por Bolaño y relacionadas no sólo con el carácter político de una situación, sino con tópicos como la responsabilidad de la cultura y la intelectualidad dentro del contexto escogido por Bolaño para desarrollar a sus personajes.
“Cuando se hace la pregunta de por qué el nacismo terminó ganándole al estalinismo el dudoso privilegio de convertirse en la forma emblemática del mal en el siglo XX no hay que dejar de lado su determinación de revestirse de las formas de la belleza y de reclutar para sí todas las formas del arte. Si la belleza se asocia al mal, el bien debe verse feo”.
Sinopsis breves de estas dos novelas, según editoriales:
Estrella distante muestra a Alberto Ruiz-Tagle, un fascinante y seductor poeta autodidacta habitual de los talleres literarios del Chile de Salvador Allende que, tras el golpe de Pinochet, se descubre como Carlos Wieder, un piloto de las fuerzas aéreas chilenas que escribía versículos de la Biblia con el humo de una avioneta. “Una y otra cara de la misma moneda, uno y el mismo oscuro personaje. Un individuo, encarnación pura del mal y la crueldad, que el narrador de esta historia, el alter ego de Bolaño y perenne detective salvaje Arturo Belano, se cuida de desmenuzar”.
Nocturno de Chile: Sacerdote derechista, reconocido crítico literario, ignorado poeta, Sebastián Urrutia Lacroix se encuentra tendido en la cama una noche que parece ser su última en este mundo. El sudor, el delirio, la certeza de un final y su dolencia lo aquejan cruelmente. Pero más febril que su enfermedad es el alud de recuerdos, la avalancha incontenible de un pasado fantasmal de halcones adiestrados para cazar palomas, de lecciones de marxismo a un dictador en ciernes, de un artista abandonado a sí mismo en la inanición, de tertulias iluminadoras en una casa sumida en la herrumbre de la tortura.
De la zona visibilizada en esta ponencia sobre la obra de Bolaño subrayaría Gamerro al final de su exposición “el titánico esfuerzo del que toda su obra” por “desenredar la madeja en que los males se enredan, de separar los hilos uno a uno hasta que podamos ver su rostro claramente. No podemos dormirnos porque siempre vuelve con vestidos y rostros y un lenguaje distinto”.
Esta lectura tuvo lugar tres días antes de las elecciones generales en Argentina, que por el cerrado resultado acabaron en la jornada de balotaje en la cual se llevó la victoria el actual presidente, Javier Milei, hecho por el cual algunos presentes también realizaron analogías partiendo del análisis compartido.
Era una noche agradable. Y mi suerte fue que el Malba colocara el video de esta charla en su web, porque responsabilidades paternas me impidieron estar en el lugar, como tenía previsto. De modo que, gracias a la previsión de los organizadores, también fui testigo de este momento de recordación a Bolaño en la siempre “inquieta y abrumada” Buenos Aires, como diría la profesora Celina Manzoni.
Bajo el nombre Jornadas Homenaje a Roberto Bolaño, el Instituto de Literatura Hispanoamericana (ILH) de la Universidad de Buenos Aires recordó a quien ha sido definido como el último clásico de las letras hispanoamericanas, según acuerdo de no pocos escritores y críticos. El hecho parte de los 20 años de la muerte del autor, que pasó buena parte de su vida entre México y España.
El ILH está dirigido por la profesora Manzoni, quien también ha sido una animadora y estudiosa de la obra del chileno, al que entrevistó para promover su obra, específicamente en un estudio académico reunido bajo el título: Roberto Bolaño: la escritura como tauromaquia (2002).
Dicho por otros escritores, como el propio Mario Vargas Llosa, Bolaño ya no es solo un escritor, es también una leyenda. Y una leyenda no es lo que fue, sino el ser humano que la gente recuerda para mantenerlo vivo junto a su obra.
Ahora, la charla de Gamerro, la noche en que fue leída y la posibilidad de escucharlo una y otra vez, forman parte del fuego que mantiene vivo a ese monstruo mítico llamado Roberto Bolaño, cuya obra nos ayuda a entender un poco mejor esta realidad nuestra en la que, entre tumba y tumba, permanece tanto zombi listo para contagiarnos con su propio mal.