Esa no la dejo pasar

Uno de los contemporáneos del inmenso poeta y dramaturgo  García Lorca decía que cuando su gracia se desataba no hacía frío ni calor, hacia Federico. En Cuba, en estos últimos días,  más que lluvia o sol; fresco pasable o calor asfixiante el clima fundamental ha sido La Pelota, nuestro deporte nacional en su momento decisivo. Ando lejos y para seguir el play off entre los equipos de Matanzas y Villa Clara debo dormir menos. Le comentaba a un amigo que por una vez la diferencia horaria bien podría trastocarse en una deferencia de los  responsables de las manecillas  del reloj. Total una letra  y que le digan a uno “puedes disfrutar sin desvelarte”.

Son varias las frases populares procedentes del béisbol que forman parte de la vida cubana. Las usamos los que adoramos el deporte de las bolas y los strikes y hasta los que en esta semana de gloria beisbolera han seguido viendo la telenovela, mientras los vecinos se paralizan ante un buen fildeo o saltan de euforia porque la bola se fue del parque.

Cuando en el trabajo te mandan  una tarea  que no te toca o que consideras absurda y- por un minuto en que tu voz no se levanta ante el jefe- te quedas con un compromiso adicional, ahí no cabe duda de que “te la dejaste pasar”. Se evoca entonces ese tercer lanzamiento por la zona buena que el bateador no distingue y el árbitro se lo canta, se lo grita al oído para que sepa que está “ponchao”, fuera de la circulación.

Si alguien hace algo fuerte –lo mismo en el sentido de excelencia como en el de escandaloso- se evoca la labor de un pitcher de gran velocidad: “¡La tiraste durísima!”

En casos de infidelidades que salen a la luz y otras formas de revelación súbita que descubren al tramposo, no hay nada más gráfico que aquel “te cogieron fuera de base”. No es lo mismo que te capturen –en una acción arriesgada pero de estrategia que busca adelantar al corredor –  en un robo de la segunda o la tercera almohadilla que el pitcher se vire y te saque out; que te sorprendan  movido de la posición segura.

Muchas veces al que pillaron fuera de base lo ponen en 3 y 2.  Se refiere esta caso a la cuenta en que no se pueden equivocar ni el pitcher ni el bateador. En una obra de firme vocación costumbrista, lo de la circunstancia decisiva estalla cuando la preciosa y desenfadada cubana le dice a su  amante: “Decide, mi chino, habla claro, muñecón: o ella o yo”.

También a los periodistas nos ponen “en 3 y 2” con ciertos temas complicados. No es el caso de estas líneas. Una final de la pelota cubana es una bola que viene por el medio del jon y esa sí que no  la dejo pasar.

Los grandes narradores deportivos han aportado frases, latiguillos, sabor. Boby Salamanca estableció un paralelo con la zafra azucarera y patentó otros aportes. Genial aquello de “¡Azúcar, abanicando!” y cuando el bateador no encuentra la pelota en tres lanzamientos seguidos: “Uno, dos, tres y pa’ la tonga”.

Ante el Jonrón –que como decía la gran Fina García Marruz en uno de sus poemas- levanta las gradas delirantes,  acuñó lo de “¡Adiós, Lolita de mi vida!”

Roberto Pacheco –narrador veterano y aún activo de Radio Rebelde- trabajó junto al gran Salamanca y afila su ingenio sobre todo en el campo de la tradición nuestra del  piropo. El que me agrada es el de ante un lanzamiento de rompimiento muy pronunciado y eficaz pronunciar: “¡Qué curva, como para piropearla!”.

Otro que dejó una leyenda en la narración sabia y contagiosa fue Rubén Rodríguez.  Una vez un árbitro cantó como bueno un lanzamiento que parecía bola afuera y Rubén comentó: “Un lanzamiento en la esquina lejana… en la esquina de Tejas”. Atención lectores extranjeros: la populosa esquina de Tejas está  a unos buenos diez minutos caminando, del Latinoamericano, el gran estadio de nuestra Habana.

Ante un momento como el de estos últimos días, con una concentración de buenos jugadores compitiendo y millones de personas atentos a su desempeño, el brillante Rubén –que fue además un notable compositor de canciones románticas- exclamaba: “Noche sin estrellas. Todas salieron al terreno”.

 

 

 

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