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Ella es habanera de pura cepa. Nació en Maternidad Obrera, se crió en una casita en Marianao y estudió en una escuela primaria en Centro Habana. Ha crecido en la casa de la abuela, rodeada por una familia numerosa y persiguiendo sueños. Aunque su abuela ya no está, su casa sigue llena de recuerdos, inspiraciones y momentos felices. La casa de la mata de aguacates es el lugar al que siempre quiere regresar.
A Nailey Vecino la conoce todo el mundo. Ella es linda y su voz transmite la serenidad de alguien que ha recorrido mucho, aunque solo sean 27 los años que ha vivido. Quien la ve en el Noticiero con ropa elegante y su gran dominio para comunicar no se la imagina comiendo mango al borde de un barranco en algún punto de la geografía guantanamera. Lleva toda su vida en la misma casa en Marianao y le gusta regresar a la Cruzada Teatral e ir de pueblo en pueblo conociendo gente nueva y contando sus historias.
Nai la periodista, la que hace las entrevistas y los videos, la que sabe llegar a la gente y emocionar con sus reportajes, también tiene una historia de vida inspiradora. Para mí, la historia de Nailey está bendecida por Caridad, su abuela materna, su confidente y su gran amor. La imagen que tengo de la muchacha que sale en el Noticiero se conforma entre el bullicio capitalino y un amanecer en la Punta de Maisí.

Nailey ha tenido una vida llena de intensidad. Ha ido experimentando, desde pequeña, en diversos espacios. Primero quiso ser maestra, tal vez por la influencia de sus tías. Su madre la puso en ballet, luego en danza contemporánea después en dibujo. Luego llegó la etapa de los deportes: baloncesto, voleibol, esgrima, atletismo. Era buena en todo, pero no lo suficiente, o tal vez esas facetas eran una preparación para algo que llegaría años después.
Cuando entró al preuniversitario tenía muchas experiencias vividas y nuevos gustos. La escritura, el diseño y la fotografía la apasionaban en esa época. Alguien le habló de la carrera de Periodismo y se dio cuenta de que, con esa profesión, podía unir todas las otras.
Cuando llegó a las pruebas de ingreso vio que los muchachos tenían guías de estudio, o periodistas en la familia que les servían de inspiración. Pensó que era imposible aprobar, pues ella no venía de una tradición periodística, ni se había preparado expresamente. Recuerda que después de pasar la primera prueba había otro examen. El último número que mencionaron fue el 174. Era su número. Después hizo una entrevista cuyo resultado lo darían en unos días. Pero ella ya se sentía orgullosa de haber llegado tan lejos.
La noticia se la dio Raúl, su profesor de Historia. “Recuerdo que voy entrando al patio de la escuela y me gritó desde la subdirección: ‘¡Nailey Vecino Pérez, Sistema Informativo de la Televisión Cubana!’. Así supe que había aprobado las pruebas de aptitud”. Cinco años después las palabras del profe Raúl se repiten para millones de cubanos que esperan las Culturales en el Noticiero.

De sus años de estudiante recuerda con alegría no solo la parte académica, también los Juegos Caribe y todo lo relacionado a la extensión universitaria. Desde el tercer año se vinculó con la redacción de las emisiones del Canal Caribe en la noche, en el Sistema Informativo de la Televisión Cubana. A Nai le tocó graduarse en plena pandemia recluida en un centro de aislamiento en el Hotel Tulipán, junto a varios compañeros del ICRT porque empezaron a darse casos de COVID-19.
Fue de la generación a la que le tocó defender su tesis mediante una pantalla, que no tuvo los festejos de uno de los momentos más importantes de su vida. De todas formas disfrutó cerrar un ciclo que la llevaría a tener nuevos retos. Realizó su servicio social en la revista Bohemia en la sección de Ciencia y Tecnología, guiada por Tony Pradas. Allí aprendió a hacer periodismo científico, a cautivar a los lectores con temas que, usualmente, son complejos de tratar.
Actualmente continúa vinculada a Bohemia, donde lleva la sección Ciencia y Tecnología y además le ofrecen un espacio de libertad creativa para hablar de otros temas. En solo 4 años de graduada ha pasado por varios medios y colaborado con espacios en prensa plana, radio y televisión. Además de ser periodista en la Redacción Cultural, también es la Jefa de Redacción de uno de los grupos de trabajo en el canal. Aunque la dinámica de la televisión es fuerte, ella disfruta su trabajo. “Me he dado cuenta de que sí, de que elegí bien. Amo el periodismo, amo la influencia que tiene y las herramientas que me ofrece para contar historias”.

Nai llegó a la Cruzada Teatral en el año 2022 gracias a su colega Vladimir Martínez que es realizador, fotógrafo y editor. Con Vladimir compartí una Cruzada y desde entonces somos amigos. Recuerdo que en el año 2018 hicimos una serie de cápsulas audiovisuales en las que yo comentaba todas las puestas en escena que participaron en esa edición del evento. Vladimir filmó cada obra, las editó y grabó mi voz en off. Aquel trabajo era algo sencillo pero a los dos nos daba una gran emoción poder llevar esos escenarios a la pantalla.
Y esa emoción por hablar de La Cruzada a Vladimir no se le ha quitado. Él enamoró a Nailey con los cuentos de los lugares y le dijo a Emilito, el director, que iría con una periodista. Desde entonces Nai no ha dejado de ir. Este año participó en su cuarta Cruzada y por primera vez hizo el recorrido completo de 34 días. “Realmente el cansancio se siente, es un itinerario fuerte y más ahora con la situación, sobre todo de la electricidad. Es complejo pero es hermoso, es gratificante, no solo la gente, sino también el paisaje”.
En la serranía guantanamera ha podido desarrollar el periodismo que más le gusta hacer. Aunque se siente comprometida, como periodista y cubana, con la situación económica y social del país, lo que más disfruta es “contar esas historias que nos devuelven la espiritualidad, esas historias que, de alguna manera, también hablan un poco de lo económico, de lo social, pero visto desde otra forma, visto desde la sensibilidad”.
Para ella, La Cruzada no solo la ha acercado al teatro, sino también a al descubrimiento de la vida en la montaña. Ha podido formar parte de esa otra Cuba profunda que no sale mucho en la pantalla, a la que el periodismo mismo no acostumbra a acercarse. Ha podido ampliar su mirada capitalina y conocer el monte, la vida sencilla y a la vez compleja de la gente de la montaña.

En la Cruzada, Nai casi siempre está trabajando. Con cámara, balita y trípode, la ves por cualquier lado, serena y elegante, como la Nai del Noticiero, pero siendo monte entre los montes. Ella misma graba, entrevista, edita y envía los trabajos a la redacción del canal cuando la conexión se lo permite. Ha podido registrar paisajes y escenarios únicos y poco vistos en la televisión como Rancherías, donde vive el Cacique Panchito. Acercar a la gente, a través de un reportaje, a toda la historia y el misticismo que tiene esa comunidad, es un privilegio que le regaló La Cruzada.
Nai ha llegado hasta otras comunidades distantes como Mandinga, en Yumurí, como Santa Catalina, como Los Calderos, donde “se nota la crudeza de la situación que se vive allá y cómo ha incidido el tema de los apagones, la alimentación, los ciclones…”. Esa mirada que le ofrece la itinerancia del evento teatral le permite contrastar las realidades, conocer otras formas de vida y de resistencia.
Entre tantas responsabilidades que tiene en La Habana, no se sabe si Nailey vuelva el próximo año a La Cruzada. Pero los cruzados siempre tendrán las puertas abiertas para ella, para recibirla cada vez que quiera regresar. Porque la quieren mucho y porque nadie como ella ha sabido registrar, para las audiencias, el paso de los artistas por las montañas de Guantánamo.
Además, la familia cruzada tiene que reencontrarse. “Cómo no sentirte en familia con unas personas con la que convives días y noches y en las circunstancias más difíciles durante más de 30 días. Es imposible no implicarte emocionalmente, más allá de lo profesional”.
Yo creo que ella se va para las lomas en 2026 y su madre volverá a decirle como todos los años en que ha regresado: “Hija, ¿pero de nuevo Guantánamo? Hija, pero ¿con los apagones? Hija, pero como te gusta pasar trabajo”. Y ella le responderá, como siempre: “Mami, es que no lo entenderías, no lo entenderías…”.

Nailey recuerda el tiempo en el que su abuela Caridad la preparaba para la escuela y escuchaban juntas la novela de las 11. La recuerda haciendo sus cuentas de la bolita y contándole las historias de la radio y de su infancia.
Lo que más extraña en la vida es contarle a su abuela todo lo que ve. A ella le contaba cada detalle de sus viajes por Guantánamo y antes de verlo en televisión, ya su abuela se sabía los reportajes de memoria. “La Cruzada también es un recuerdo de cosas que mi abuela disfrutaría junto conmigo, locuras, a las que ella respondería: ¡no, negrita, tú estás loca!”.
Nai seguirá viviendo esas locuras, al tiempo que escribe de ciencia y tecnología y presenta las Culturales para las familias cubanas. Seguirá orgullosa de su Mención en el Concurso de Periodismo Cultural Rubén Martínez Villena con su reportaje “Quijotes de montaña”, en el que revela la grandeza de los cruzados y el valor de esa experiencia para las comunidades.
Entre los planes de Nailey está retomar su proyecto de tesis: una web serie documental sobre mujeres científicas en Cuba. La pandemia solo permitió que se filmaran tres de los diez capítulos de la serie. Aún quedan siete historias por contar sobre mujeres que merecen ser más visibles por sus aportes a la ciencia cubana.
Uno de sus anhelos es pasar un tiempo en la Televisión Serrana. “En esas montañas hay tantas historias por contar. Siento que ese periodismo tiene que estar en nuestras pantallas, tiene que estar en los periódicos”. Mientras tanto, seguirá visitando a esa niñita en Maisí que, cada año, pregunta por Nai, la periodista.
“Aún con todas sus faltas, con todas sus ausencias, con todas sus limitaciones, con todas sus contradicciones y problemas, en Cuba está todo lo que quiero y eso para mí es más que suficiente”. Además de volver a Guantánamo, Nailey sueña con recorrer el continente africano, explorar su paisajes y conocer sus gentes, contar esas historias para el mundo. Y regresar a la casa de la abuela.