El pasado 24 de febrero, la guerra en Ucrania volvió a ser objeto de debates y votaciones en dos de los principales órganos de Naciones Unidas: la Asamblea General y el Consejo de Seguridad. Como era previsible, el comportamiento y la votación de los Estados miembros de la organización universal reflejaron el impacto de la nueva posición hacia Rusia asumida por el gobierno de Donald Trump y el consiguiente proceso negociador en curso entre Estados Unidos y Rusia para poner fin a las acciones bélicas.
La jornada diplomática sobre el tema de Ucrania en Nueva York comenzó con un muy efímero fracaso del gobierno de Estados Unidos, al no poder impedir la aprobación, en la Asamblea General, de dos resoluciones con un lenguaje condenatorio de la ofensiva militar rusa iniciada hace tres años. Sin embargo, un rato después, la delegación estadounidense logró la aprobación de una resolución, esta vez en el Consejo de Seguridad, con un texto depurado de esas referencias condenatorias, en línea con las actuales posiciones e intereses de las dos superpotencias militares y que sirve de respaldo multilateral al proceso de negociación bilateral en desarrollo.
De este modo, lo ocurrido en la ONU puede calificarse como histórico y trascendental en dos sentidos, a saber:
1) La significativa disminución, en la Asamblea General, de la condena internacional al gobierno de Rusia por la invasión militar iniciada en 2022 y, consecuentemente, del apoyo al gobierno ucraniano;
2) La revitalización del papel del Consejo de Seguridad, después de varios años de parálisis, al menos en lo concerniente a la posible finalización de la guerra en Ucrania.
Al respecto, como los cubanos conocemos perfectamente bien, a partir de la consabida resolución anual contra el bloqueo estadounidense, conviene recordar que, mientras las decisiones de la Asamblea General no son vinculantes y, en el mejor de los casos, solo tienen una incidencia acumulativa de carácter político-moral, las resoluciones del Consejo de Seguridad sí son de obligatorio cumplimiento para todos los Estados miembros de la ONU.
Examinemos los principales aspectos de los textos aprobados y los resultados de las votaciones en ambos órganos.
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Las resoluciones aprobadas en la Asamblea General
La primera resolución, titulada “Promoción de una paz general, justa y duradera en Ucrania”, fue presentada por la delegación de ese país y estuvo copatrocinada principalmente por países europeos. Como era previsible, contiene un lenguaje condenatorio de la invasión militar rusa iniciada el 24 de febrero de 2022, así como disposiciones y exigencias maximalistas a favor de Ucrania y en contra de los intereses de Rusia, en particular, el compromiso con el mantenimiento de la integridad territorial ucraniana, así como la demanda del cese de las acciones armadas de Rusia y la retirada inmediata, completa y sin condiciones de todas sus fuerzas militares del territorio de Ucrania (según las fronteras hasta ahora reconocidas internacionalmente).
Esta resolución fue aprobada con 93 votos a favor, 18 en contra (incluyendo Estados Unidos) y 65 abstenciones, en tanto que 17 países no votaron.
La segunda resolución, titulada “El camino hacia la paz”, fue promovida inicialmente por la delegación de Estados Unidos. El texto original, notablemente conciso, se limitaba a lamentar la pérdida de vidas humanas durante el conflicto y a pedir su rápida terminación, así como el logro de una paz duradera entre Ucrania y Rusia. Sin embargo, países europeos encabezados por Francia lograron la aprobación —pese a la oposición de la delegación estadounidense— de varias enmiendas al proyecto de texto, en un sentido favorable a Ucrania y contrario a Rusia, lo que llevó a Estados Unidos a dejar de apoyarlo y abstenerse en la votación.
Esta resolución fue aprobada con 93 votos a favor, 8 en contra y 73 abstenciones, en tanto que 19 países no votaron.
De acuerdo a como votaron en cada una de las dos resoluciones, los 193 Estados miembros de la ONU pueden ser agrupados de la manera siguiente (indicando en cada caso la proporción que representaron de la membresía), a fin de facilitar cualquier análisis:
Estados que votaron a favor de las dos resoluciones (78) (40 %) |
Alemania, Andorra, Australia, Austria, Barbados, Bélgica, Belice, Birmania, Bosnia y Herzegovina, Bulgaria, Bután, Cabo Verde, Camboya, Canadá, Chequia, Chile, Chipre, Comoras, Corea del Sur, Costa de Marfil, Croacia, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estonia, Filipinas, Finlandia, Francia, Grecia, Guatemala, Guyana, Indonesia, Irlanda, Islandia, Italia, Jamaica, Japón, Letonia, Liberia, Liechtenstein, Lituania, Luxemburgo, Malasia, Maldivas, Malta, Mauricio, México, Moldavia, Mónaco, Montenegro, Nepal, Nigeria, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Perú, Polonia, Portugal, Reino Unido, Rumanía, San Cristóbal y Nieves, San Marino, Santa Lucía, Seychelles, Sierra Leona, Singapur, Somalia, Suecia, Suiza, Surinam, Tailandia, Timor Oriental, Trinidad y Tobago, Túnez, Turquía, Uruguay y Yibuti. |
Estados que votaron a favor de la primera resolución y se abstuvieron en la segunda (11) (6 %) |
Albania, Antigua y Barbuda, Egipto, Fiyi, Gambia, Islas Salomón, Jordania, Papúa Nueva Guinea, Serbia, Tonga y Ucrania. |
Estados que votaron a favor de la primera resolución y no votaron en la segunda (4) (2 %) |
Bahamas, Nauru, Samoa y Vanuatu. |
Estados que se abstuvieron en la primera resolución y votaron a favor de la segunda (12) (6 %) |
Armenia, Bangladés, Brunéi, Costa Rica, Kenia, Líbano, Malaui, Mongolia, República Dominicana, San Vicente y las Granadinas, Santo Tomé y Príncipe y Sudáfrica. |
Estados que no votaron en la primera resolución y votaron a favor de la segunda (2) (1 %) |
Madagascar y Marruecos. |
Estados que votaron en contra de la primera resolución y a favor de la segunda (1) (1 %) |
Islas Marshall |
Estados que se abstuvieron en las dos resoluciones (51) (26 %) |
Angola, Arabia Saudita, Argelia, Argentina, Baréin, Botsuana, Brasil, Catar, China, Colombia, Cuba, El Salvador, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, Gabón, Ghana, Granada, Guinea, India, Irak, Irán, Kazajistán, Kiribati, Kirguistán, Kuwait, Laos, Lesoto, Libia, Macedonia del Norte, Mauritania, Micronesia, Mozambique, Namibia, Omán, Pakistán, Panamá, Paraguay, Ruanda, Senegal, Siria, Sri Lanka, Tanzania, Tayikistán, Togo, Tuvalu, Uganda, Uzbekistán, Vietnam, Yemen, Zambia y Zimbabue. |
Estados que se abstuvieron en la primera resolución y no votaron en la segunda (2) (1 %) |
Chad y Honduras. |
Estados que no votaron en la primera resolución y se abstuvieron en la segunda (2) (1 %) |
República Democrática del Congo y Georgia. |
Estados que no votaron en ninguna de las dos resoluciones (13) (7 %) |
Afganistán, Azerbaiyán, Benín, Bolivia, Camerún, Dominica, Ecuador, Guinea-Bisáu, República del Congo, Suazilandia, Sudán del Sur, Turkmenistán y Venezuela. |
Estados que votaron en contra de la primera resolución y se abstuvieron en la segunda (9) (5 %) |
Burundi, República Centroafricana, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Haití, Hungría, Israel, Palaos y Estados Unidos. |
Estados que votaron en contra de las dos resoluciones (8) (4 %) |
Bielorrusia, Burkina Faso, Corea del Norte, Mali, Nicaragua, Níger, Rusia y Sudán. |
La resolución aprobada en el Consejo de Seguridad
Tras no lograr impedir que su proyecto de resolución en la Asamblea General fuera “contaminado” con las enmiendas europeas, Estados Unidos presentó un texto prácticamente idéntico en el Consejo de Seguridad. En este punto, conviene tener presente que, según el artículo 24 de la Carta de la ONU, el Consejo es el órgano que ostenta la “responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales”.
Hasta el pasado 24 de febrero, la incapacidad demostrada por el Consejo para adoptar decisiones sobre la guerra en Ucrania, debido a las contradicciones insalvables entre los miembros permanentes con poder de veto, había sido la razón que justificaba la adopción de resoluciones sobre el tema en la Asamblea General.
La delegación del Reino Unido, apoyada por Francia, propuso varias enmiendas en el mismo sentido de las anteriormente presentadas por la representación gala en la Asamblea General. Tras fracasar estas enmiendas, ya sea porque no alcanzaron los votos favorables requeridos o por el veto de Rusia, el proyecto estadounidense fue aprobado con su contenido original intacto, con diez votos favorables (Argelia, Corea del Sur, China, Estados Unidos, Guyana, Pakistán, Panamá, Rusia, Sierra Leona y Somalia) y cinco abstenciones europeas (Dinamarca, Francia, Grecia, Eslovenia y el Reino Unido).
La delegación estadounidense en Nueva York celebró la aprobación de la resolución como un paso crucial hacia la paz. El Departamento de Estado de Marco Rubio, un histórico halcón antirruso, hizo otro tanto, calificándola como una victoria significativa para la diplomacia de su país y el presidente Donald Trump.
Por su parte, Vasili Nebenzia, representante permanente de Rusia en las Naciones Unidas, dio la bienvenida a la resolución aprobada en el Consejo de Seguridad, calificándola como el primer intento productivo en ese órgano para lograr la solución del conflicto, además de criticar los intentos europeos de “corromper” y “pervertir” el texto del proyecto de resolución estadounidense.
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Lo más relevante de las votaciones
La coincidencia en los votos de Estados Unidos y Rusia en resoluciones sobre la guerra en Ucrania hubiera sido un hecho impensable hasta hace muy pocos días.
El giro de 180 grados decidido por el gobierno de Trump ha sido el principal factor determinante de reajustes y realineamientos en las posiciones (y el correspondiente sentido de los votos) de una parte significativa de los Estados miembros de la ONU. El 23 de febrero de 2023, Estados Unidos había copatrocinado un texto muy similar al de la actual resolución ucraniana, que entonces resultó aprobado con el voto favorable de 141 Estados miembros, repitiendo así la cifra alcanzada un año antes, pocos días después del inicio de la ofensiva militar rusa.
Eso significa que, en solo dos años, el gobierno ucraniano y sus aliados en Europa han perdido el apoyo de 48 naciones1. Y, dicho de otra manera, se trata de 48 países que han dejado de condenar a Rusia mediante su voto en el principal organismo internacional de alcance universal. Así, el conjunto de Estados que votaron en contra, se abstuvieron o no votaron (100) actualmente supera numéricamente al de los que votaron a favor (93).
Los gobiernos europeos que, mediante la presentación de enmiendas, habían conseguido desvirtuar el segundo proyecto de resolución presentado por Estados Unidos en la Asamblea General, no se atrevieron a oponerse frontalmente al gobierno de Trump en el Consejo de Seguridad. Francia y el Reino Unido no ejercieron su derecho de veto y, junto al resto de los representantes europeos en ese órgano, decidieron limitarse a marcar su posición diferente mediante el voto de abstención.
La “sacudida” dada por el gobierno de Trump al tablero geopolítico mundial se ha manifestado ostensiblemente en las posiciones de varios gobiernos de América Latina y el Caribe, que rápidamente han decidido reajustar su manera de votar sobre el tema. De los 48 Estados miembros de la ONU que han dejado de apoyar a Ucrania, 11 son países de esta región.
De modo general, América Latina y el Caribe se muestran notablemente divididos en un tema de indudable trascendencia estratégica a nivel mundial, y frente al que los diversos mecanismos de alcance regional o subregional existentes, como una moribunda CELAC, brillan por su ausencia y son incapaces de desarrollar procesos de concertación de posiciones. Incluso una agrupación subregional como la CARICOM, cuyos miembros históricamente han tendido a sostener posturas comunes, exhibe una notable variedad de posiciones en el tema ucraniano.
Cabe apuntar, sin embargo, que esta situación no es exclusiva de América Latina y el Caribe. La guerra en Ucrania es actualmente un tema divisivo en todas las regiones geográficas del mundo, incluyendo Europa, donde algunos países han decidido privilegiar una mejor sintonía con la nueva posición estadounidense.
La nueva coyuntura internacional ha provocado situaciones aparentemente curiosas o sorprendentes, más allá de la coincidencia en los votos de Estados Unidos y Rusia. Por ejemplo, gobiernos con posicionamientos internacionales tan divergentes como Argentina y Cuba ahora aparecen votando de la misma forma en el tema ucraniano, aunque es necesario tener presente que eso ha ocurrido a partir del cambio en la posición argentina y por razones bien diferentes en cada caso. También resulta llamativo que el voto de Argentina no se realineó con el de Estados Unidos, sino que optó por asumir la postura mayoritaria de los principales miembros de los BRICS, agrupación a la que hace muy poco tiempo el gobierno de Javier Milei rechazó incorporarse.
En el caso de Cuba, el mantenimiento de su voto de abstención es una nueva evidencia de que, si bien sus relaciones bilaterales con Rusia alcanzan actualmente un nivel máximo de prioridad, no existe una posición de alineamiento automático con el gigante euroasiático en los temas de política internacional. Por otro lado, la posición cubana está mejor acompañada que nunca. Mientras que en la resolución aprobada en 2023 solo 32 Estados miembros de la ONU decidieron abstenerse, en 2025 ese posicionamiento se ha más que duplicado (65).
De esta manera, la evolución de la discusión internacional sobre el tema pareciera estar validando la posición adoptada por la diplomacia cubana pocos días después del inicio de la guerra, que, en mi opinión y al igual que argumenté hace tres años, es la opción más prudente y que mejor atiende al interés nacional, en medio de una coyuntura geopolítica mundial extremadamente volátil, confusa, imprevisible y peligrosa.
El insólito encontronazo entre Trump y Zelenski, frente a las cámaras de los principales medios de prensa internacionales, es una nueva evidencia del cisma existente entre ambos mandatarios, como expresión de un proceso mucho más amplio con implicaciones estratégicas a nivel mundial.
Lo que está en juego, ni más ni menos, es la posible disolución del compromiso estadounidense con la seguridad militar de los países miembros de la OTAN, así como la recomposición de las relaciones entre los gobiernos de Trump y de Putin, lo que le permitiría a Estados Unidos concentrar su poderío militar y diplomático en el esfuerzo de impedir la emergencia de China como primera potencia mundial.
Si se trata o no de tendencias irreversibles, solo el futuro desarrollo de los acontecimientos lo confirmará. En cualquier caso, todo parece indicar que estamos presenciando el nacimiento de un mundo nuevo, aunque no precisamente feliz.
Nota:
- Afganistán, Arabia Saudita, Argentina, Baréin, Benín, Botsuana, Brasil, Brunéi, Catar, Chad, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos, Georgia, Ghana, Haití, Honduras, Hungría, Irak, Islas Marshall, Israel, Kenia, Kiribati, Kuwait, Lesoto, Libia, Macedonia del Norte, Madagascar, Malaui, Marruecos, Mauritania, Micronesia, Níger, Omán, Palaos, Panamá, Paraguay, República Democrática del Congo, República Dominicana, Ruanda, San Vicente y las Granadinas, Santo Tomé y Príncipe, Sudán del Sur, Tuvalu, Yemen, Zambia.