No estudié pedagogía. Pero mi pasión por las teorías de la Comunicación, con el descubrimiento de la Educación Popular, del brasileño Paulo Freire, hace más de 20 años, me hizo replantearme todos mis paradigmas, me retó a intentar ser humilde cada día que escribo o acompaño a colegas en sus aprendizajes, en la vida.
Hoy el desafío es inmenso. Hoy soy la primera maestra de Nina, como todas las madres y padres o las personas que asuman la formación de las criaturas antes de que entren al sistema educacional pre-escolar público o privado cubano.
En los escasos ratos libres que deja la crianza-acompañamiento, amamantar, unas pocas tareas domésticas que me corresponden en la repartición equitativa del trabajo no remunerado, más el que nos provee de alimentos, estudio todo lo que llega a mis manos, escucho cada consejo y voy procesando. Algunos de esos aprendizajes (lo cierto es que me parecen más desaprendizajes), de mis tropiezos desde la gestación, los he compartido con ustedes en estos Martazos.
La educación de Nina es mi foco delirante. Quiero ser justa con ella en medio de tanto ajetreo cotidiano. Quiero un vínculo que respete su desarrollo físico, mental y emocional, sus tiempos, su independencia, su responsabilidad.
Hace unos días me escribió una amiga de más de dos décadas, de cuando estudiábamos Comunicación Social en la antigua sede de la Facultad habanera en 23 y G.
Naghim Vázquez está a punto de graduarse de pedagogía, pero no a secas, sino de Pedagogía Waldorf, mientras impulsa una especie de cooperativa con familiares de niños en etapa pre-escolar, en San Juan, Puerto Rico. Aquarelas de Luz se llama su proyecto educativo, inspirado en esta metodología.
Después de estudiar a Freire, después de criar a Lucas por 9 años, Naghim no podría ser una maestra tradicional, vertical… Naghim fue siempre una amiga amorosa y ha sido una compañía desde que confirmé en redes sociales mi gestación.
Con ella armamos el domingo último una especie de taller exploratorio para nuestras criaturas y sus familias. Convoqué urgente a las personas más cercanas, a los padres y madres con las que he compartido dudas, temores, logros, esperanzas, la vida.
Vinieron casi todas las familias que invité con hijos entre 3 y 4 años de edad. Los niños, en minoría: solo 2, uno de 7 años y Kaleb, al que ya conocen por estos Martazos, de 4. La más pequeña fue Cécile con apenas 2 meses de vida extrauterina, seguida por Marcella que nació justo un día antes que Nina. (Como las niñas fueron mayoría, escribiré a partir de ahora en femenino. Sandra Álvarez me llamó la atención sobre el mal uso del lenguaje de género en mi Martazos anterior, que resuelvo en mis redes sociales remplazando el masculino genérico por la X). Todas, acompañadas por sus madres. En algunos casos son hogares monomarentales. En otros, los padres son los proveedores o las madres se encargan de la educación.
En la clase informal había pequeñas del sistema público de círculos infantiles y otras de los espacios privados que han empezado a florecer con la apertura a los pequeños y medianos emprendimientos.
Todas queremos lo mejor para nuestras criaturas y compartimos la necesidad de aprender metodologías que remuevan la verticalidad de nuestros sistemas educativos. Todas somos familias trabajadoras. Terminado el período de Licencia de Maternidad, habrá que incorporarse a la vida laboral y tercerizar el cuidado y educación de nuestras hijas.
Mariana piensa en Sophia, ahora en un aula de una guardería estatal junto a 39 criaturas y una sola maestra. Yanelis pasa por lo mismo con Kaleb. Ambas eligieron el espacio público porque, pese o por las carencias, no hay televisores frente a los que sentarlos para que la vida pase sin más inconvenientes para sus educadoras, para que jueguen y socialicen con sus semejantes. Ahora se replantean si será mejor encontrar una guardería privada donde enfrentarán otros retos, relacionados con las brechas de clases sociales que se abren en la Cuba de hoy.
Por eso vinieron a casa este domingo. Con Naghim compartimos nuestras dudas mientras jugamos en libertad con responsabilidad. Aprendimos a tejer con las manos para ocuparnos cuando acompañamos a nuestras hijas para que juegan libres. Pero la experiencia más rica fue hacer pan, sí pan. Con un poco de harina y levadura seca y aceite y un poco de agua tibia, la maestra hizo previamente la masa y la dejó reposar. Luego, amasamos todas al ritmo de una canción que ella compuso para este momento.
Amasando descubrimos texturas, sentimos el aceite, la masa fría, creamos formas increíbles. Por primera vez en la mañana todas hicimos silencio. Por primera vez nadie dio órdenes a sus hijas sobre qué hacer ni cómo ni cuándo. Ellas fueron libres con acompañamiento. Los panes con formas maravillosas fueron al horno. A la media hora los devoramos con un poco de mantequilla que conseguimos en el mercado para esta ocasión.
Jugando nos introdujimos también a los aportes a la pedagogía de la pediatra húngara Emmi Pikler que se centra en dos necesidades del niño: La necesidad de apego y la necesidad de autonomía.
Me replanteo ahora todo lo relacionado con la estimulación temprana y sobre la “maternidad en brazos” o la “mamá canguro¨ que soy (les había contado antes), como plantea el creador de la pedagogía Waldorf, Rudolf Steiner. Prometo contarles sobre mis avances en el estudio y en las prácticas*.
Soy más humilde con Nina. También con ustedes. Gracias.
*Las personas interesadas en estas alternativas pueden escribirme a martamar77@gmail.com para compartirles al final de esta semana una copia de Usted es el primer profesor de su hijo, de la estadounidense Rahima Baldwin, que es una guía para la educación pre-escolar con estos preceptos.