Ustedes no me creerán pero es cierto que cada mañana, a primera hora, recibo carta desde el DF. A fin de cuentas México no queda del otro lado del mundo, y al cartero le da tiempo a subir hasta mi apartamento antes de que mis vecinos (los otros, claro, no los del Cementerio de Colón) se despierten y comiencen a espiar cualquier movimiento a través de las persianas. Imagino al hombre atacar las escaleras, un poco fatigado, con resignación. Nunca lo he visto. Yo me levanto, preparo café y con una jarra a medias me siento en un butacón de espaldas al umbral. Espero escuchar unos pasos y el sobre deslizándose por debajo de la puerta.
Este domingo leí: JA, la distancia y el extrañamiento y el miedo a cierta soledad son algo pegajoso que ni siquiera se disuelve con estas palabras diarias ni con 20 millones de personas rodeándola a una ni con una salva (o un fusilamiento) de canciones sagradas. Anoche fui al concierto de Silvio en el Zócalo. Fui, claro, porque era gratis y porque para la ocasión debía oficiar de cubana y de abducida por la trova ante los chicos de la escuela. Fui con Ana y con dos muchachas más, y con Mateo y su novio, El Negro (en las fotos del bar ellos están gritando enfundados en camisetas de Colombia, ¿recuerdas?). Martica (la cubana que te presenté en La Habana) no fue. Silvio cantó como dos horas y 40 minutos y Mateo se sabía cada tema. Le encantó, dijo que nunca lo había escuchado en vivo, y que le encantó. Ana no se sabía las canciones pero también le gustó mucho. Creo que Mateo conoce las canciones de Silvio porque es gay y esa es una militancia muy fuerte. Quién sabe. Él y El Negro nos cuidaban. 80 mil personas en el Zócalo, imagínate. Aquello fue terrible. Cerca había una señora mexicana con toda su familia, y ella también se sabía todas las canciones. Yo no me sentí muy bien, la verdad, tenía dolor de estómago.
Es raro. Estaba el Zócalo lleno de cubanos. Y todos pedían las canciones más políticas de Silvio. Gente que cualquier otro día, cuando alguien le pregunta, quizá responde que en Cuba no hay libertad y esas cosas. Pero anoche gritaban de emoción cuando Silvio decía: “Vivo en un país libre…”. Jajaja. Y Silvio hablando de los tres héroes (ahora quedan tres, como en La Edad de Oro) y todas aquellas muchachas (imagino que muchas de ellas se fueron de allá en calidad de jineteras) aplaudiendo y gritando “Libertad para los Cinco”. El cubano es… Aahhhhhh. Y al final la gente gritaba, desde los balcones que rodean al Zócalo, “Viva Fidel”.
Silvio le dedicó el concierto a Santiago Feliú y cantó Para Bárbara. Entonces, como para romper la emoción, un vendedor pregonaba (nada como los pregones de allá) con tremendo descaro: cigarrillos, caramelos, chicle trident y “piedra”, ¿nadie quiere nada? Todos se reían con lo de la “piedra”. Hiram, que dejó la Universidad para criar a su hijito y que es drogadicto y escritor, me explicó que la “piedra” es un derivado de la cocaína. Es coca rebajada con veneno para ratas y otras porquerías, me ha dicho.
Anoche el olor a “mota” (a marihuana) era asqueroso. Pero uno le pierde el miedo a esos olores. No me gusta eso, pero en todo caso no me drogaré hasta que no estemos juntos.
Hiram es buenísimo. Siempre que me ve triste, me dice: “Todo pasa, haz lo que quieras, pero no te dejes corromper por la ciudad”. Él siente que vengo de un lugar puro y que el DF es una ciudad cochina. Me habla como si fuera mi padre.
De vuelta ya, cuando llegamos al Metro, había una revolución. Cientos de gente que habían estado en el concierto gritaban: “Metro popular, Metro popular”. Decían: “Hoy el Metro es gratis, hagamos la revolución, ya oyeron a Silvio, a la chingada y bla bla bla…”. Y ahí mismo empezaban a chingarse en la madre del gobierno. Silvio los dejó enardecidos con “La Maza”, creo. Los policías (dicen que fueron mil los que acordonaron el Zócalo) se hicieron a un lado, entramos sin pagar el Metro.
Ya después se me quitó el dolor de estómago. Cuando Silvio cantaba me dolía mucho. Extraño que me mires a los ojos de cerquita. En el frío hay camarones preparados, se van a echar a perder, le dije a Martica que viniera, a ver si quiere, pero se da una lija…
(Testimonio de Yeanny González Peña)
Fotos: tomada de La Jornada
Ado: qué barbaridad de pincha, asere. Un bso.
Ado, touché. Jea, me dolió no estar ahí. Besos pa los dos.
Escribe más, no te canses. No importa que Yeanny se quede sin amigos o que no le cuenten nada más cuando descubran que duerme con el Snowden de la literatura. Escribe porque hace falta. Escribe sobre todo porque me haces (nos haces) sentir orgullosos. Escribe porque cuando se escribe como lo haces tú hay otros Metros que se montan gratis.
Adooo, aflojaaa, nos vas a matar a todos, incluso un año después