Niágara

Niágara

Niágara / Foto: Cortesía de la autora.

Mas no parto. Si partiera,

al instante yo quisiera

regresar.

Julián del Casal.

Olga Elena Suárez Pérez:

No había podido conectarme hasta ahora. ¿Estás ahí?

Ayer se cayó la conexión y esperé un rato a ver si el informático hacía algo, pero nada. Al rato fui a acompañar a Lupe a buscar un paquete de íntimas a la esquina, a la tienda, y no volví. No debí haber ido, no sé. Mientras Lupe buscaba las íntimas llegué, sin darme cuenta, a la parte de atrás, donde está la comida, y me acordé del último día que entramos juntos, ¿te acuerdas? El día que fuimos a comprar los paquetes de hígado. Fueron poquitos días antes de irte. Me quedé pensando, primero, en por qué te habría dado por comer todo aquel hígado antes de irte y después, cuando vi las bandejitas amarillas esas de poliespuma selladas con nylon dentro de la nevera, me acordé de lo de las jabas ¿tú te acuerdas? Que pediste una jaba porque eran como cuatro o cinco paquetes y la muchacha aquella, la tendera, te dijo que no habían jabas, que claro que no habían jabas, con esa expresión tan descompuesta en la boca, como si tú le estuvieses pidiendo que te rebajara a la mitad los paquetes de hígado, que sé yo, como si le estuvieses diciendo, mira, me llevo cuatro, así que el quinto debe salirme gratis, ¿no? Me acordé de cómo tenías las manos llenas de sangre clara y escarcha hasta la mitad del antebrazo y de cómo uniste en una semicircunferencia los dedos de la zurda y arrastraste la sangre fría con la punta de los dedos hasta la punta de los otros dedos y yo vi cómo la sangre fría daba vueltas en el aire, ahí, en el área de comida de la tienda de 11 y 4.

Que te parecía que no podías más con el cinismo de todos nosotros, con tu propio cinismo, con el cinismo de la tendera me dijiste.

No debí acompañar a Lupe a buscar esas íntimas, pipo.

No puedo estar conectada mucho tiempo, así que avisa rápido cuando me leas.

 

Sergio Fontanella:

Mima, la compañía se dedica a lavar textiles de lugares bien heterogéneos: hoteles, aerolíneas, hospitales. Se llama K-Bro Cleaning and Systems. Adentro es muy ruidoso por todos los equipos de lavado, transportación, secado y etc. etc. etc. de la ropa. Yo trabajo en medio de una nave inmensa, donde un sistema de canales trae la ropa en montones y eso va dando vueltas para que alguno de los trabajadores saque las toallas, otro las alfombras, otro más las sábanas, y así. El primer día y el segundo trabajé con un chino que no es chino sino nepalí, gay, y que tiene 36 años y dos novios, uno africano y otro verdaderamente chino. Ambos lo usan, me dijo, uno para sexo y otro para dinero y casa. Que él lo sabe, me dijo, así que probablemente termine dejando a ambos. Se llama Karma y me ha estado explicando los horarios, las perspectivas de salario, los precios de las cosas aquí (incluidas las rentas en el downtown).

Ahora te tengo que dejar.

En el almuerzo te sigo contando.

 

Olga Elena Suárez Pérez:

Que después de la frustración solo quedaba el cinismo, recordé en 11 y 4 que dijiste aquel día, y que, aunque pensáramos lo contrario, nosotros no sentíamos en realidad ninguna clase de frustración, que no se puede heredar la frustración, que la frustración estaba en nuestras casas, allá, con nuestros padres, pero no en nosotros, que en nosotros solo había cinismo y que no se trataba de que no aguantaras más, porque sabías que en cualquier caso arrastrarías a donde fueras ese cinismo como un cachalote muerto. Que se trataba más bien de olvidar. De llegar a algún lado, a cualquier lado y empezar a olvidar.

 

Sergio Fontanella:

Bueno, ese mismo primer día, que fue el martes 17, trabajé de 10 a 5. Pero en realidad el horario de trabajo comienza a las 7 y casi nunca se termina a las 5, sino cuando se acaba la ropa, que puede ser a las 6, a las 7…Terminé con dolor en las uñas de las manos, en las piernas, en la columna, porque no puedes parar ni un segundo y tienes que hacer mucha fuerza para separar una cosa de la otra dentro de aquella mole de ropa constantemente fluyendo.

¿Estás ahí?

El domingo no salía la 46, que es la guagua que cojo siempre, y llegué como a las 7 y 30. No pude trabajar con Karma porque ya habían puesto a otro allí y me mandaron para el área donde se lavan las cosas que vienen de los hospitales, cosas que llegan con tooooodo tipo de restos y olores insoportables. Y bueno, ya sabes mi problema con los olores.

Me sales conectada y me salen vistos los mensajes pero no me llega ninguno tuyo.

Hay tres recesos en el día. El primero a media mañana, como a las 9 y 30, de 15 min, luego otro de media hora, a las 12, para almorzar, y de 3 a 3 y 15 el último. El trabajo por la tarde es más fuerte aún, tengo un reloj muy cerca, grande, que pita altísimo durante unos minutos cada cierto tiempo, según Karma para que la gente siga trabajando rápido.

 

Olga Elena Suárez Pérez:

¿El cinismo has dicho? (te pregunté esa tarde). Después de la frustración solo queda el cinismo, Olga. Eso he dicho. ¿Podrá, Sergio, estar determinado el grado de cinismo por el grado de conciencia? (te pregunté esa tarde). No quisiera decir ninguna tontería, decir, por ejemplo, que es casi un desprendimiento tóxico, más de lo que podrías soportar, más de lo que podría soportar. Preferiría no hacerlo. Que la conciencia, que no sé exactamente de qué me estás hablando cuando me dices la conciencia Sergio, Olga. La tolerancia, estoy hablando de la tolerancia cuando hablo de la conciencia, Sergio (te respondí esa tarde). Si vas a hablar de la tolerancia, habla de la tolerancia, dime la tolerancia Sergio, no digas la conciencia Sergio, Olga. ¿Qué certeza podemos tener, en realidad, de estar hablando de cualquier cosa, Sergio, de estar hablando al menos de una cosa en particular? No necesitamos ninguna certeza, Olga. Es delirio la certeza, quizás el primero de los delirios. ¿Y de lo que pasó antes, qué certeza tenemos de todo lo que pasó antes? El pasado no reclama jamás certeza, Olga, piénsalo bien, eso sería una alteración de su propio carácter. ¿Es una invención el carácter, Sergio? Reclama memoria, reclama confrontaciones, reclama una precisión siniestra el pasado, pero no eso que dices. ¿Sabríamos reconocer una invención, Sergio, nuestra propia invención, quiero decir, llegado el momento? No hay nada Olga, absolutamente nada que penetre el instante y nos rasgue con una cuchilla fina como una noche acerada el vórtice del ojo. Lo has dicho esperando una mueca exacta en mi rostro, una fuga inapresable del miedo en mi boca. No espero nada, Olga, disculpa, lo he dicho por decirlo. De qué estamos hablando tú y yo, Sergio, en el final de esta tarde de mayo, de qué estamos hablando aquí, diciendo esto es blanco y esto es negro, sentados en el canto de esta acera mientras miramos la luna de este modo, el modo preciso en que debieron mirarla los primeros hombres que anduvieron, a ratos sobre cuatro patas, a ratos sobre dos esta tierra. Sobre dos Olga, siempre sobre dos anduvieron los hombres esta tierra. No hay ninguna certeza Sergio, ninguna prueba de que en la tarde más inflamada, no habiendo nada que preguntar y no habiendo nada que saber tampoco en este lado del mundo, nuestros hombres, al menos uno de ellos, no haya dejado caer el pecho sobre sus extremidades delanteras, para olfatear en la humedad del suelo el horror que se resbalaba sobre él. No has entendido nada, Olga, no es jamás una certeza una prueba. Es su reverso. Es una sospecha interminable.

 

Sergio Fontanella:

La gente que trabaja allí es bien rústica, sobre todo las mujeres. En la parte de hospitales trabaja una señora que parece rusa y que usa un pañuelo en la cabeza y todo, y hay también una china que se quita los zapatos cuando va a trabajar. Entre ellos tienen códigos para hacerse chistes, señas, ponerse de acuerdo con el trabajo, pero es tan sutil y rápido que aún no comprendo nada y vivo haciendo lo que veo que hacen los demás, o siguiendo las orientaciones de Karma, que en los recesos me hace señas de vamos, sal, te espero afuera… En general el clima no es hostil, y en sus reducidos espacios de comunicación, en los que casi nunca emplean el inglés pues entre ellos se comunican en chino, hindi y árabe (el inglés queda reservado para frases más bien imperativas como go, move, etc.), parecen llevarse bien. Hay un hombre que siempre me pregunta cómo me va, que aguante los dolores que a él le pasó igual al principio, y ayer, cuando comenzó a salir la ropa con peste, me preguntó desde su lugar, que es al lado de Karma (donde hubiese estado yo también si no hubiese llegado tarde el domingo), si quería una máscara. En realidad había perdido la mía, así que le dije que sí y me la llevó. Incluso la china que te contaba me vio en un break recostado a una barredera metálica, descansando, y me dijo de pronto: Are you ok? Me quedé sin palabras. Yo la veía tan rústica y tan indiferente.

 

Olga Elena Suárez Pérez:

¿El aeropuerto? ¿Los aeropuertos? ¿El Aeropuerto José Martí de La Habana es un escape tóxico, Sergio? ¿Quién podría determinarlo, Olga? (me dijiste esa tarde).

 

Sergio Fontanella:

Dice Karma que me puedo quedar trabajando aquí incluso cuando tenga mis papeles, porque ahora, como trabajador de agencia, cualquier día me pueden decir que ya no me necesitan más. Ellos no tienen compromiso conmigo ni me pagan a mí sino a la agencia, y a la agencia tengo que ir a cobrar cada viernes, pero no me pagan la semana que acabo de terminar, me pagan la anterior, por eso no he cobrado la semana pasada todavía. Además, resulta que según Karma con lo que cobro allí me alcanza bien para vivir. Dice que las rentas en el downtown de un bachelor, que es un apartamento de solteros, sale en 500 o 600 al mes, incluyendo todos los impuestos en ese pago. Ya lo corroboré. O sea, que si me mantengo en ese trabajo, salgo entre 1500 o 1600 al mes. Al menos por un tiempo está bien, cuando tenga el permiso de trabajo podré aspirar a muchas otras cosas. Las prioridades ahora son avituallarme, pagar las deudas que dejé en Cuba, y en agosto, si me dan el refugio en la audiencia, alquilarme en un bachelor en el downtown de Toronto. La semana pasada recorrí una zona grande de ahí, del downtown, y es impresionante. Viajé en guagua, subway y tranvía. Aquí no necesitas carro, el transporte funciona perfectamente y los choferes, cuando te bajas, te dicen: Tenga un buen día. ¿Te lo puedes imaginar?

 

Olga Elena Suárez Pérez:

Cuando me contaste lo de la opción de Canadá escribí aquella cosa amuchachada, eso me dijiste creo. No se puede sostener un país sobre la posibilidad del retorno, escribí, te leí cuando escribí, recuerdo. Y te reíste. ¿Pero hay retorno posible? Existe la posibilidad, pasados cuatro meses, cinco, seis años, de volver a algún lado, de encontrar algo ahí, aquí. ¿Volver a dónde? ¿No habrá alcanzado la indiferencia, el desconocimiento absoluto de los otros en sus tierras? ¿No sería sobreponer el nylon liso, transparente de lo perdido, sobre el nylon liso, transparente de lo irreal? ¿No sería excesivamente ingenuo, quiero decir? ¿Excesivamente absurdo?

Tenemos los dientes ya demasiado grandes, demasiado afilados para esperar nada, para desechar el saldo de cada cosa. ¿Por eso te reíste?

 

Sergio Fontanella:

Llevo rato aquí y no respondes.

Ahora me voy, que Karma me está esperando para comer algo.

Si te conectas me escribes que yo te leo después.

Un besooooooo

Ah!!!! ¿Viste las fotos que subí de las cataratas?

 

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