Otra vez un huracán
llega a las costas cubanas.
Otra vez puertas, ventanas,
tejas y sueños se van.
Otro líquido volcán,
cataclismo mar afuera.
Y vuelan por dondequiera
(hechos añicos se ven)
los techos de fibrocén,
las paredes de madera.
Matthew, un turista voraz
con lluvias en la maleta,
entró por Punta Caleta
como otro turista más.
Matthew, el turista procaz
de voces “espiraladas”.
De carreteras cortadas
y destrozos al paisaje,
que traía en su equipaje
lluvia, viento y marejadas.
Viento. Lluvias torrenciales.
Inmensas inundaciones.
Derrumbes. Penetraciones.
Grandes daños materiales.
Cementerio de portales.
Rota la ciudad primada.
Y ahora que no llueve nada
ha comenzado a llover
el rostro de una mujer
totalmente desolada.
Todo un pueblo destruido.
Casas rotas. Patios rotos.
Álbumes llenos de fotos
que nadie hubiera querido.
Devastado. Enmudecido,
Roto al norte. Roto al sur.
Matthew estropeó tu glamour
y aunque ya se fue a Florida,
duele mucho su embestida,
Baracoa, mon amour.
Un antiguo hotel, sin techo.
Una escuela que no existe.
Un zapato izquierdo, triste
y huérfano (¡no hay derecho!).
Un piano, también deshecho,
consuela a un televisor.
Todo sucio. Qué dolor.
Y una cama bajo un tronco.
Y un gato que ladra ronco.
Y un perro maullador.
Pared que sangra, que suda.
Lacrimosa marejada.
Y sin brazos, despeinada,
una muñeca desnuda.
Una palma tartamuda
de miedo, al lado de un mango
ciego de dolor (más tango
que son, aunque no se escuche)
Y un osito de peluche
serio, sepultado en fango.
Árboles rotos, partidos,
restos de un aparador
y un plato y un tenedor
abrazados, retorcidos.
Espejos adoloridos.
Tizne blanco en la cazuela.
Y el delantal de una abuela
en lo alto de un poste viudo,
mirando a un libro desnudo
en lo que fuera una escuela.
Una pareja abrazada
en las ruinas de su hogar
oye al viento preguntar
pero se queda callada.
Una pelota cuadrada
del susto. Un bate ondulado.
Y un poste del alumbrado
horizontal, como un puente
para que pase la gente
del presente hacia el pasado.
Una muchacha sentada
sobre una piedra, llorando,
descalza y sola, buscando
algo suyo entre la nada.
Eres la ciudad primada,
Baracoa, mon amour.
Sigues teniendo el glamour
de las ciudades remotas
pese a tus columnas rotas,
pese a tu dolido albur.
Cables de electricidad
como serpientes oscuras
enredadas en las duras
aceras de la ciudad.
De día, hay oscuridad.
Hoy el sol sufre estertores.
Sábanas sin soñadores.
Toallas llenas de dudas.
Bloques. Cabillas desnudas.
Lágrimas. Hipos. Sudores.
Un cascote de cemento
en lo que fue una cocina.
Y en lo que fue una cortina
un trapo bailando al viento.
Todos repiten el cuento,
cada uno a su manera
En lo que fue una escalera
un llanto que no se quita
y un pedazo de uralita
en lo que fue una bañera.
En lo que fue un lavadero
una mosca que habla sola
de lo que fue una carriola
al lado de un lavadero.
En lo que fue un fregadero
un charco incriminatorio.
Y en lo que fue un escritorio,
lápices, gomas, libretas,
vestidas con ropas prietas
para su propio velorio.
No es Siria, pero parece.
Nos es Alepo, pero igual.
Una destrucción total
se ve desde que amanece.
Menos mal que no aparece
la Muerte (no ha habido un muerto).
Es terrible el desconcierto,
la destrucción ciudadana,
pero ni una vida humana
se ha perdido, eso es lo cierto.
Hay decenas de viviendas
visiblemente afectadas
y personas evacuadas
más de 30 mil… ¡Tremendas
medidas, tan estupendas
que aunque se alerta y se advierte
de que el huracán es fuerte
(“el Matthew es de los mortales”),
hay destrozos materiales,
sí, pero ninguna muerte.
Sistema de Evacuación.
Alarma. Alerta temprana.
La Defensa Civil gana
frente a la preocupación.
Todas las noticias son
de una carga aterradora.
La memoria es previsora
y frente al televisor
renace el aterrador
fantasma del ciclón Flora.
¿Y el Ojo del Huracán
atravesará la villa?
¿Y cuánto mide una milla?
¿Compraste leche? ¿No hay pan?
Todos nerviosos están.
“Oye, el Matthew es una fiera”.
Y por eso en la isla entera
buscan, como un Santo Grial,
al Meteo-héroe Nacional
llamado Doctor Rubiera.
El pavimento cubierto
de ramas. Y al malecón
le faltan trozos, razón
que lo hace enfermo, no muerto.
Todo huele a desconcierto.
Cuántos recuerdos perdidos.
Hay muchos cables caídos
entre columnas y restos
de antiguas casas. Hay gestos
visiblemente dolidos.
Trozos de madera, tejas,
clavos, vidrios y ladrillos.
Ahora todos son pasillos
y todas las casas viejas.
En el Parque Central, quejas,
fango, llantos torrenciales.
Más vientos. Más espirales.
¿Y el ojo? ¿Y tú? ¡Menos mal!
Qué desolación total
por los derrumbes parciales.
El mítico hotel La Rusa
perdió el techo y su fachada
está ojerosa, dañada,
es una ruina inconclusa.
El hotel Castillo usa
aún el topónimo Hotel
pero el viento ha hecho con él
lo mismo que con el resto.
Dañarlo, torcerle el gesto,
rasgarle el alma y la piel.
Oleaje. Ríos crecidos.
Ventarrón en espirales.
La palabra “hectopascales”
entrando por los oídos.
Rachas. Vientos sostenidos.
Cortes de electricidad.
Atraviesa la ciudad
Matthew, el huracán terrible.
Baracoa, es imposible
pensar con serenidad.
Te atravesó, Baracoa,
con jabs, golpes y rasguños,
un Kid Eolo con puños
igual que un Rocky Balboa.
Mon amour, que no te roa
el dolor y el desespero.
Tienes un país entero
dispuesto a reconstruirte,
tus hijos van a parirte:
que es el parto verdadero.
Rezan por ti, Baracoa,
exorcizan tus desdichas.
nuestras deidades y orishas
de Regla y Guanabacoa.
Tu mar merece una loa
y otra loa tu montaña.
Tu sabor a ron de caña.
Tu cromatismo racial,
con esa mezcla especial
de Cuba, África y España.
Ciudad Primada de Cuba,
por ti se oyen (¡qué conquista!)
rezos del panteón marxista,
himnos del panteón yoruba.
¡Que suba el ánimo! (¡Suba!)
Que el dolor no te corroa.
Tú volverás, Baracoa,
a ser mítico lugar,
paisaje espectacular
vestigio de indio y canoa.
Como París o Lisboa,
como Madrid o New York
recobrarás tu esplendor
y tu magia, Baracoa.
Cuba, desde Mantua a Moa,
de San Antonio a Maisí
reza y trabaja, lo vi.
Huracanes de amistad
restaurarán tu ciudad,
para que vuelvas en ti.
Por eso es este homenaje
en décimas que te he hecho.
Aún tengo inundado el pecho
con fotos de tu paisaje.
Se queda corto el lenguaje,
duele al este, sangra al sur.
Pero tras el triste tour
por tus ruinas, se presiente
que brillarás nuevamente,
Baracoa, mon amour.
…dentro de tanta tristeza
por los daños ocurridos,
tus versos traen el aliento,
para zurcir lo raído.
Me aflojaste el moco Pimienta …fue un viaje a mi Baracoa en este momento de penuria…fue tan descriptivo, que me cubrió más que las fotos…
Gracias…
Genial, doloroso, magistral, triste, sublime, penoso. No se como llamarlo. Alexis Díaz eres un genio…
Me encanto, aunque muy triste lo de Baracoa. Pero trabajado con la maestría que caracteriza a Pimienta.
Bravo Alexis, sin palabras me dejas….
Gracias cuñao, tu tierra, tu gente, te lo agradecerá, te lo agradece ya.
Genial!
Espectacular tu prosa amigo
que describe con atino el desastre en Baracoa y al mismo tiempo es un loa
a la esperanza perdida
Todos verán ya muy cerca
resurgir a Baracoa!
Bravo Alexis Díaz Pimienta. Excelente, magnífico. Con la buena poesía se levanta un pueblo…
Rezan por ti, Baracoa,
exorcizan tus desdichas.
nuestras deidades y orishas
de Regla y Guanabacoa.
Si pudiera llegarles de alguna forma a los baracoenses seguro se sentirían emocionados y alentados por tan sentidas décimas que reflejan fielmente el dolor por el que están pasando hoy, además de hacerlos sentir que no están solos en su desgracia.
Una genialidad del guajiro.
Me ha hecho llorar. Qué maestría la suya al escribir estas décimas, escribió con el corazón, con el alma. Se lo dice quien está sufriendo en carne propia los destrozos causados por ese huracán a quien se le ocurrió pasar por aquí y dejarnos la ciudad en tan pésimas condiciones. No veo el verdor de los árboles, la Ciudad Paisaje no tiene paisajes que mostrar. Con el esfuerzo de todos, ya los tendrá. !Gracias Alexiz Díaz!
gracias HIJO DE CUBA , gracias por tanto amor y profesionalismo, esas décimas le paran los pelos a cualquiera ,….un abrazo hermano de un baracueso.
Muy bellas me han sacado las lagrimas gracias.
Retrató el dolor baracoeso.
pasara algun tiempo para que se recuperen,los daños fueron cuantiosos,pero bueno sigamos adelante sin prisa y con muchas pausas
Wao, es increible el efecto tan fuerte que tiene esta maravillosa creación en décimas! Tal vez porque es mi tierra, porque viví cada una de las experiencias descritas, porque sufrí en carne y paredes propias los daños del huracán (al punto de no haber tenido el tiempo de leer estas líneas), o simplemente porque sé que en estás palabras está el sentir de todo un pueblo que estuvo junto a los baracoenses hasta las últimas consecuencias….me estremece leer estas décimas hoy, a más de 2 meses del paso de Matthew por la bella ciudad que adoro. Sin embargo, lo más hermoso es ver como se ha levantado la ciudad con una nueva imagen y se alista para seguir creciendo y mejorando….gracias mil por dedicarnos un poco de la magia que posees!!!