En Cuba todo es bailable.
Todo es música y se baila.
Van Van. Revé. El Tosco. Haila.
Todo es danzante y danzable.
Está el “que baile y no hable”.
Está el “baila por dinero”.
Está el Baile de Potrero.
Está el Baile de Solar.
Pero… ¿alguien ha oído hablar
sobre el “Baile del Perchero”?
Pregunté a una amiga mía,
joven (muy joven quizás)
y me dijo que “jamás”,
que ella no lo conocía.
Continué, y nadie sabía.
¿Del perchero? Tú estás loco.
Tú me tocas, yo te toco
(canta el pie, baila la boca),
se ha formado el toca-toca.
Busqué en la Red. Y tampoco.
Google: 5 o 6 entradas
de poca enjundia y en foros.
¿Será posible? ¿No ha coros
de internautas? ¿Marejadas
de páginas dedicadas
a esta fiesta suculenta?
¿O fue, sin yo darme cuenta,
la mayor leyenda urbana
de la Ciudad de La Habana
en los 70 y 80?
Imaginen una fiesta
en casa particular.
Todo el mundo entra a bailar
gratis (ni el alcohol les cuesta).
Suena (en cassette) una orquesta,
ritmos raudos o ligeros.
Y al entrar, te dan percheros,
toda ropa es ropa ajena.
Ron bueno. Música buena.
Y… ¡play! ¡A bailar en cueros!
¿Se imaginan que existiera
ahora el Baile del Perchero
con ritmo reguetonero,
todo a golpe de cadera?
El nativo, la extranjera,
el de América, el de Europa,
entre un CD y una copa,
todos bebiendo, bailando
y desde lejos mirando
y en silencio nuestra ropa?
En el Baile del Perchero
todo era espectacular.
¿El objetivo? ¡Bailar!
¿Qué baile? Son o bolero
o un vals de ritmo ligero
o foxtrot o Charlestón,
rock and roll, twist, rigodón,
contradanza, polca, swing…
Todo valía. ¡Festín!
Pura des-inhibición.
Madison, blues, bugui, slow;
vals, tango, milonga, chotis,
los san-remos y los otis,
hip-hop con flow o sin flow.
Todo vale. Do you know?
Rebobina “la casete”.
“Quítate la ropa o vete”.
“¡Música sí!, ¡ropa no!”.
Mozambique o guaguancó,
pilón, danzón, danzonete.
Tarantela, carmañola,
guajira, guaracha, tango
y vidalita y fandango
y la música española.
En pareja. En tríos. Sola.
Con el ron llegando al cuello.
Con sello propio. Sin sello.
Y en el patio cuatro “tías”
bailando por bulerías
sin más ropa que el cabello.
Desenfrenos y destrezas.
Danza zíngara. Malambo,
La danza del vientre. El mambo.
“Cambio tetas por cervezas”.
Hay jotas aragonesas.
Hay intercambio de amigos.
Más culpables que testigos,
más implicados que jueces.
Y los tímpanos (a veces)
conversan con los ombligos.
Negros bailando sardana.
Rubias con la capoeira.
Jabás bailando muñeira.
Y tiembla el suelo en La Habana.
Allá una danza lesbiana.
Y acullá un homo-bembé,
Un arabesco. Un sauté.
Un pas à deux africano.
Un pas à trois “meto-mano”,
Un grand jetté. Un ay-fouetté.
Dicen que por los 70
algunos protagonistas
del Perchero eran artistas
famosos. Y en los 80.
¿Música sin vestimenta?
¿Danza de pieles y besos?
¿Solo danza o hubo excesos?
¿Solo erótico areíto?
Pero… ¿bailar es delito?
¿Es verdad que fueron presos?
¿Todo es especulación?
¿Mitología, leyenda?
¿Histórica componenda?
¿Eros-mitificación?
¿Hubo o no hubo distracción
danzaria sin ropa encima?
¿Fue danza o fue pantomima?
¿O nos hallamos acaso
ante un colectivo caso
de subida de autoestima?
Si hubo “Baile del Perchero”
fuimos, sin duda, señores,
pioneros y precursores
de las nude-parties. Pero,
el misterio verdadero,
no es si está mal o está bien,
ni cuándo, cómo, ni quién.
La pregunta es: ¿presagiamos,
vaticinamos, fundamos
las swinger-parties también?
Ahora nadie reconoce
(¡nadie!) haber participado.
Dicen que… Sí… En el Vedado.
Pero ahora nadie conoce
a nadie, no hubo ni roce.
Dicen que… Un nagüe… Un vecino.
Y cerveza y salsa y vino.
Y al final, la gozadera
donde el plato fuerte era
nuestra rueda de casino.
¿Una rueda de casino
en el Perchero es orgía?
“Dame una”. “Enchufa”. “La mía”
“La prima”. “Al Tronco”. Un genuino
espejismo masculino
(las hembras de brazo en brazo).
“Dame dos”. Qué percherazo.
“Dos con dos”. Qué bacanal.
“Al centro”. Rito carnal.
(¿Avignon, Bosco, Picasso?)
En el Baile del Perchero
todo es deleite, fruición,
hedonismo, exhibición,
el cuerpo de cuerpo entero.
“Yo creo que el compañero
Eros está equivocado”.
Y Eros tranquilo, callado.
“Creo que la compañera
Sensualidad no se entera,
ni el compañero Pecado”.
El compañero Delito
mira todo y toma nota.
El señora Palabrota
deja todo por escrito.
“En el antiguo areíto,
nuestra danza nacional,
ya existía esta ancestral
relación de Cuerpo y ritmo
(un histórico algoritmo
de corte tradicional)”.
En fin, Voluptuosidad
le dice a Sibaritismo
que hable con don Erotismo
y doña Sexualidad
porque “en nuestra sociedad”
(cito) “todo se confunde”.
Y don Arpegio difunde
la voz de doña Cadera.
Y doña Pelvis se altera
y algo crece, algo se hunde.
¿Gozo?, ¿éxtasis?, ¿alegría?
¿bacanal?, ¿concupiscencia?
¿O simple placer, esencia
de tu piel tan nuestra-mía?
¿Lujuria?, ¿jolgorio?, ¿orgía?
¿Elogio de la libido?
¿O jolgorio de sonido?
¿Excitación musical?
¿Melomanía carnal?
¿Lo genésico de oído?
¿Fue leyenda de metrópolis?
¿Un mito capitalino,
un flirteo citadino,
bacanal de megalópolis,
para creerse la Acrópolis
de nuestra modernidad?
Yo no sé (no tengo edad).
Más bien, dudo que existiera.
Pero tampoco hay manera
de llegar a la verdad.
Danza. Percheros. Bebida.
Coreografía grupal.
Gravedad horizontal.
Bailes con ropa tendida.
La música bien servida.
Canturreo. Bailoteo.
Taconeo. Zapateo.
Mens sana in corpore sano.
¿Y el modismo “meter mano”?
¿Y también vale “el perreo”?
No, no, mejor la pavana
(dice uno de Camagüey).
Mejor un huapando, güey,
se enroca una mexicana.
La zarabanda es muy sana.
Estos pasos están crudos.
Los besos y los saludos
con gran compás musical.
Y el pasacalle barrial
¿también lo haremos desnudos?
En el Baile del Perchero
se enredan –vaya programa–
la cama y el pentagrama,
el novio y el compañero,
un salva-slip y un no-quiero,
un allegro y un “me alegra”
una blanca y una negra,
una fusa, una con-fusa
o di-fusa o semifusa
(y la confusión integra).
Fraseo y ejecución
de gestos horizontales,
qué floreos integrales,
qué danzaria comunión.
Cuánto arpegio, cuánta unción:
trémolos y apoyaturas,
trinos de varias cinturas,
octavas de yin con tónicas
y whisky con supertónicas,
y almohadas con partituras.
Qué musical arrebato.
cuántos quiebros y requiebros
cuántos muslos y cerebros
con lascivo pizzicato.
Pelvis de tenor mulato.
Mezzosopranos desnudas.
Pies grandes. Espaldas rudas.
“Dos perchas talla 40”.
Una bocina revienta:
¡Azúcaaaaaar! Y hablan las mudas.
En el barrio o la barriada,
en cada circunscripción
beben rumba y bailan ron,
todo es música, no hay nada
que escape a la marejada
de baile tan campechano:
el suburbio, el casco urbano
las casonas de extramuros,
los solares de intramuros,
todo es bailable, mi hermano.
¿Hubo Baile del Perchero?
¿O fue fanfarronería
de gente que no tenía
ni acceso al porno casero?
Repetir mi duda quiero,
por su alguien se anima y cuenta.
¿El Perchero representa
la mayor leyenda urbana
de la Ciudad de La Habana
en los 70 y 80?
Estrambote:
Si alguien se anima a contar
(y puede documentarlo)
que existió el baile (y probarlo),
y que él fue y pudo bailar,
si algún temba quiere entrar
al trapo, en Cuba, en Europa
o en la Yuma, aviso, tropa:
el 35 de enero
yo haré un “Baile del Perchero”
y él podrá venir (con ropa).
Estas fiestas caribeñas
Ya las conocí, de nombre!
Así que no te me asombres
Si queda en cueros la peña.
La ropa que se desdeña
Tras cada baile y canción
Es que sobra en la ocasión
De bailar y que se forme
Con la piel como unforme
La rumba y el vacilón!
El perchero no fue solo leyenda urbana, ni exclusivo de los 70 u 80, bien que recuerdo los que se formaban en Santa Clara en los 90, en pleno periodo especial. La mayoría eramos jóvenes veinteañeros pero también asistían cuarentones y cuarentonas. Era practicamente una orgía al estilo de la serie Spartacus pero con salsa, discoteca y merengue de una grabadora de cassetes, y siempre se organizaban, al menos a los que yo fui, de forma que quedaran hembras con varones, aunque a veces algunas muchachitas experimentaban entre ellas. Intentando siempre la discreción pero la mayoría de las veces había que salir corriendo porque alguien avisaba a la policía. El peor legado del perchero es que contribuyó a regar el SIDA y otras ITS, tres amigos míos lo contrajeron en esas gracias, uno de ellos por desgracia murió. Y bueno, también dejó algunos hijos concebidos en aquellas noches de locuras.