Otra vez un frente frío.
El mar (el viejo Tritón)
saltó sobre el malecón
gritando: “Este muro es mío”.
Otra vez escalofrío
de viento descamisado.
Otra vez en El Vedado
protagonismo del agua.
Y estornudos de una guagua.
Y el silencio resfriado.
Los edificios dolidos
de incuria se persignaron.
Los balcones se indignaron
y los portales heridos
no le prestaron oídos
al viento, pero… ¿Qué pasa?
¿Por qué el invierno atenaza
a una ciudad veraniega
por antonomasia y juega
a recluirnos en casa?
Lluvia con dientes de sal.
Malhablados ventarrones
y serias afectaciones
en toda la capital.
Febrero se porta mal.
La Habana está preocupada.
La gente no está adaptada
a estos golpes del invierno.
¿V o F? ¿InVierno? ¿InFierno?
¡La gente qué exagerada!
Calzada de Luyanó,
municipio 10 de Octubre.
De nuevo el barrio descubre
lo que el tornado dejó.
Llegó la lluvia y marcó
en la cola de una tienda.
¡Vaya día! ¡Qué jodienda!
Las ráfagas derribaron
postes de luz y mataron
el techo de una vivienda.
Según algunos vecinos
(calles Luco y Villanueva)
volaron tanques (hay prueba),
se jorobaron dos pinos.
Minúsculos remolinos.
Sarampión de agua con grima.
Nubes con enfado encima.
Y al mismo tiempo cortaron
la luz cuando empeoraron
las condiciones del clima.
Y las comunicaciones
fueron también afectadas.
Varias familias aisladas.
Forzosas desconexiones.
Cero notificaciones.
Voces en off. Chats difuntos.
Teléfonos cejijuntos
Y Etecsa en oscuro set.
La conexión a Internet
se cayó en distintos puntos.
Durante el fin de semana
todo se paralizó
y el lunes nada cambió:
¿Capital inuit? ¡La Habana!
¿Y así toda la semana?
¿Qué dice el doctor Rubiera?
La gente siempre exagera
cuando de inverno se trata.
¿Capital inuit? ¡La Jata!
La Antártida en La Güinera.
Las bandas de fuertes vientos,
de lluvias y marejadas
dejaron más que afectadas
varias provincias. ¡Qué cuentos!
Que si los duros momentos.
Que si una racha enfermiza,
Que si la lluvia improvisa.
Que si envasan al vacío
el agua en Pinar del Río,
en La Habana y Artemisa.
Dicen que en la costa sur,
cerca de Batabanó,
el viento tanto azotó,
Tritón se volvió un tahúr
atmosférico en su tour
por la ciudad macilenta
de una forma tan violenta
que los que suelen estar
viviendo cerca del mar
se evacuaron por su cuenta.
Y el domingo en Luyanó
los vecinos recordaron
cuando los vientos tornaron
el barrio en “sanseacabó”.
Aquel tornado dejó
(fiesta de charcos y ruidos,
contenedores movidos,
vecinales desconciertos)
en la barriada tres muertos
y ciento setenta heridos.
Y ahora (otra vez) frente frío.
La “baja extratropical”
que azotó la capital
duele (otra vez) en lo mío.
Yo estoy lejos. Y sonrío
pensando en mi adolescencia.
El invierno era en su esencia
fiesta epidérmica, asombro.
Febrero echándose al hombro
mis kilogramos de ausencia.
Hoy recuerdo mis inviernos
a fines de los 70.
Incluso, de los 80.
Inviernos, incluso, tiernos.
Le ponía el sol los cuernos
a la luna con el río.
Y el adúltero rocío
manoseaba mi ventana
en un barrio de La Habana
tan pobre como tan mío.
Febrero, 73.
Isla de Pinos. Gerona.
El invierno le almidona
los sueños a mi niñez.
Frío a las cuatro, a las diez.
Frío en el barrio, en la escuela.
La sonrisa se me hiela.
Mi cerebro es una esponja.
Festival de la Toronja.
Improviso una espinela.
Febrero del año 80.
En San Miguel del Padrón
escondo bajo el colchón
barcos de papel. “Pimienta,
¿pero es que no te das cuenta
de que es febrero y hay frío?”.
Quien habla es un suéter mío
más pobre que yo y feliz.
“Pimienta, ¿no ves lo gris,
lo lánguido, lo sombrío?”.
Febrero, año 89.
La Finca Ibarra, Matanzas.
El viento estrenando lanzas
con puntas de óxido y nieve.
Un chirimoyo se mueve
como un fantasma invernal.
Los perros en el portal
fuman luz, bostezan humo.
“Gracias”, digo yo, “no fumo”.
Y todos me miran mal.
Febrero, 94.
Luyanó. Cerca de Toyo.
Marco en la cola del pollo.
El Atlas, cine-teatro
queda cerca. Hay 24
horas de continuo frío.
El barrio luce vacío.
Un gorrión no dice nada
Pero lleva una enguatada
pajarera. Yo me río.
Febrero, 99.
Infanta y Manglar. El Cerro.
Desde el piso nueve un perro
como una mosca se mueve.
Vivir en un piso nueve
tiene ciertas desventajas.
Eolo te abre sus cajas
invernales sin permiso
y tú ahí, solo, insumiso,
comprando sol en rebajas.
Febrero, año 2010.
Reparto Flores, La Habana.
Otra vez en la ventana
el mar me grita, soez.
Feria del Libro después
y ahora son el mar y el viento.
Febrero tiene un porciento
alto de malacrianza.
Bebo ron, pero no alcanza.
Bebo un beso y me caliento.
Febrero, año 2020.
Feria del Libro de nuevo.
Hay frente frío y me muevo
como un zombi entre la gente.
Estreno abrigo. Se siente
que es nueva mi nueva ropa.
Un abrigo hecho en Europa
que desentona con todo.
Yo, feliz, empino el codo.
La lluvia pide una copa.
Y aquí estamos. En febrero,
año 2024.
La Habana otra vez teatro
invernal. De otro ropero
sale un abrigo extranjero
para el invierno de hoy.
Sin embargo, yo no estoy.
Veo en Internet las fotos.
Malecón y postes rotos.
Arboles de corduroy.
Vaya, qué fin de semana
tan invernal han tenido
mis vecinos. No he podido
verlo esta vez en La Habana
pero desde tierra hispana
siento una fría emoción.
¡Cállate, un poco, Tritón!
¡Baja el tridente, Neptuno!
Que este año, como ninguno,
me hace falta el malecón.
Sevilla, 8 de febrero de 2024