OnCuba. Última semana
del segundo mes del año
- Extraño
estar lejos de La Habana,
Pero esta es una ventana
que me ayuda a visitar
la capital insular
desde lejos, desde fuera.
On-décimas, mi manera
propia de des-extrañar.
Hoy me siento reflexivo.
¡Qué duro es estar lejano!
Al menos para el cubano,
qué duro y qué negativo.
No indagaré en el motivo
ni en el por qué de la ausencia,
tan solo en la consecuencia.
Cuando uno se encuentra lejos
los sueños se ponen viejos
y el alma está en penitencia.
El cubano, en general,
es nostálgico, lo invade
dondequiera la saudade,
la morriña, el “estoy-mal”.
Gorriones tras el cristal.
Gorriones sobre la mesa.
Gorriones en la cabeza
y en el corazón, gorriones.
Fotos. Recuerdos. Canciones.
El mapa de la tristeza.
Hasta el habla es diferente.
Más que sentirse migrante
(in-migrante o e-migrante)
el cubano se cree ausente.
Más pasado que presente.
Más ayer que todavía.
Engorrionada energía
y gorrionosa emoción.
Todos los cubanos son
su ayer en fotografía.
Yo soy mi ayer. Tú, tu ayer.
Él, su ayer, ella, ayer suyo.
Yo con ayeres construyo
y reconstruyo mi ser.
Canto “Yesterday”, “Volver”,
“20 años”, “Son de la loma”.
Traduzco el día al idioma
de canciones añejadas,
mal cantadas, mal grabadas,
sueños de una sola toma.
Un científico famoso
estudia esta anomalía,
la “gorrión-patología”,
un síndrome peligroso
para el sistema nervioso
y hasta el cardio-vascular.
Quiere un crowdfounding montar
e inaugurar enseguida
una clínica en Florida
con subsede en Alamar.
La “enfermedad del gorrión”
provoca palpitaciones,
alergia a ciertas canciones,
extraña sudoración,
taquicardia, filia al ron,
urticaria emocional,
expansión del lagrimal
y un tic en el ojo izquierdo
que hace que cualquier recuerdo
nos parezca excepcional.
En fin, que aquí estoy, enfermo.
con taquicardia, sudores,
alergia a ciertos cantores
y bebiendo ron. Ni duermo.
Esto soy: un cuerpo yermo,
mirando al fin de semana
y mandando hacia La Habana
estas coplas que escribí
hace un rato, cuando vi
un gorrión en la ventana.
Un gorrión en la ventana
Un gorrión en la ventana,
con cara de situación.
¿Cómo sabrá este gorrión
que estoy lejos de La Habana?
Un gorrión en la ventana
picotea mi tristeza.
El alféizar: larga mesa
entre Almería y La Habana.
Un gorrión en la ventana
y yo alimento al gorrión.
Es el tercer corazón
que le pongo esta semana.
Un gorrión. Otro gorrión.
Tres gorriones. Cinco. Diez.
Todos volando otra vez
en la misma dirección.
Un gorrión en la ventana,
mirándome fijamente.
Y en vez de un pico, un tridente
con puntas de porcelana.
Un gorrión en la ventana,
aletea y aletea.
¿Qué quiere?, ¿qué yo lo vea?
¿Aleteando así, qué gana?
Un gorrión en la ventana,
descaradamente triste.
Le digo que no e insiste.
Lo reto a llorar y gana.
Un gorrión en la ventana.
Dos gorriones. Veinte. Cien.
Yo soy un gorrión también
con una cáscara humana.
Un gorrión en la ventana.
Dos ventanas. Cientos. Miles.
Gorriones “correveidiles”
de mi familia en La Habana.
Un gorrión en la ventana
de tamaño gigantesco.
Viejo gorrión chaplinesco,
funámbulo en una cana.
Un gorrión en la ventana
con vocación de avestruz.
Hundiendo el pico en la luz
me oscurece la mañana.
Un gorrión en la ventana
con cara de situación.
¿Cómo sabrá este gorrión
que estoy lejos de La Habana?
Se agradecen siempre sus poemas!
Gracias por esa genialidad. Tu columna es lo que espero en On Cuba como agua de mayo.