Invierno en La Habana. Frío.
Y no un frío metafórico,
sino un frío meteórico,
tuyo, nuestro, suyo, mío.
Aire envasado al vacío.
Abrigos desempolvados.
No estamos acostumbrados
a este paisaje invernal.
Al menos la capital
tiene los vidrios nublados.
Estamos algo asustados
los oriundos de La Habana.
A las 6 de la mañana
había solo 8 grados.
Los gorriones congelados.
Un pino con albornoz.
Marx pidiendo ayuda a Dios.
El sol pensando: “¿Qué digo?”.
Y un perro con doble abrigo.
Y una gallina con tos.
En la cola de la tienda
hay gente arremolinada
que está estrenando enguatada
(es normal que se defienda).
Vaya cola. Qué jodienda.
Nos están llevando recio.
Qué falta de… Qué desprecio
por el tiempo de la gente.
Ey, poeta, y qué se siente.
¡Hazle un poema a los precios!
¡Hazle un poema a la cola!
Una décima aunque sea,
dice una vecina, rea
de la impotencia. Habla sola.
¿Está triste? ¿O va a su bola?
Con mala cara me mira.
Cada palabra que tira
es endecha retadora.
Perdóneme usted, señora,
pero una cola no inspira.
Entró pollo, aceite, pasta,
perritos y picadillo.
Una mano en el bolsillo
y la sonrisa en subasta.
Caras de “hasta cuándo” y “basta”.
Caras de noble estupor.
¿Ya tiene ticket, señor?
¿tiene ticket o preticket?
Asere, te cambio el ticket
por un poema de amor.
Una vecina ha marcado
para tres vecinas más
y los que estaban detrás
protestan. Se han enfadado.
El muchacho uniformado
que intenta ordenar la cola
está serio. No controla.
Todos hablan a la vez.
Qué frío. Coño. Qué estrés.
Qué parole. Qué parola.
La conversación abruma.
Ahora hay temas “superiores”.
Visa. Patrocinadores.
Parole. Cuba. La Yuma.
Más gente a charlar se suma.
Yo solo oigo y tomo notas.
Veo varias colas rotas.
Caras largas. Feos gestos.
Varios coleros molestos.
Malas caras. Palabrotas.
Y un pregón que no perdona:
“El bocadito de helado!”
¡Pero si estoy congelado!
Qué dices, ¡mala persona!
¡El bocadito de lado!
¡El boca (ditú) of frozen!
No me toquen. No me rocen.
¡El bocahelado dedito!
¡Helado boca del dito!
¿Juntos? ¡Si ni se conocen!
Y sigue soplando el mono.
Y la cola no camina.
Y no me grites, monina.
Y cállate. Y te perdono.
¿Reventa? ¡Me descojono!
Haz una décima, asere.
¿El último? Usted, qué quiere.
Yo ya llené el formulario.
¿Pa la yuma o pa’l pan diario?
¿Las gafas? Cuando me opere.
¿Las once? Me patrocina.
El mensajero. ¿Por qué?
Detrás de Pancho. ¿Se fue?
No conseguí gasolina.
No cojas lucha, vecina.
Se coló. Qué descarado.
¿El último? En El Vedado.
Pero qué lentos. De pin…
Y a bailar con Manolín.
“¡El bocadito de helado!”.
¿El último? ¿Un patro-qué?
Ya marqué. Yo estoy rotando.
¿Quién? El miércoles. ¿Rolando?
Ah, RolleX. ¿Contra Piqué?
¿Quién es Shakira? No sé.
¿Detrás de quién vas? Qué frío.
No te preocupes, el mío.
Loco, el dao está muy malo.
Tigre, dio tremendo palo.
Lo patrocinó mi tío.
Yo tengo dos enguatadas.
Yo no tengo abrigo, bro.
Viste los precios. ¡Coñó!
Y las manos congeladas.
Están mal organizadas.
Una décima, poeta.
¿En el Clásico? Qué jeta.
No me acabo de enterar.
Eso es que van a quitar
poco a poco la libreta.
Y yo, tranquilo, callado,
oigo las conversaciones.
Y las especulaciones.
Oigo pollo por pescado.
“¡El bocadito de helado!”.
Ño, tremendo fricandó.
Había 8 grados, bro.
¿La última persona? Ella.
¡Y el ron en una botella
de aceite! De tranca, ño.
Dos muchachas hablan solas
como si nadie escuchara.
Ay, la vida está tan cara.
¡Claro, es que ellos no hacen colas!
No hagas caso. Esas son bolas.
Tú dime… ¿y por qué esta entrega
no la hacen por la bodega?
¡Cambio comida por ron!
Me bajó la menstruación.
¿Viste lo de Justo Vega?
Collage de voces. La cola.
Acústico crucigrama.
El picadillo está en llama.
Collage de voces. La cola.
Coca-Cola. Collage-cola.
Cola-loca. Colador.
Cola menos cola por
cola más cola da… ¡calla!
Tranquilo, cuando me vaya
seré patrocinador.
Yo no me voy. Yo tampoco.
¿Y la cola? ¡Esta es mi cola!
Déjala que baile sola.
¿Los volcanes? ¡¿Tú estás loco?!
Yo me piro. Yo no. Toco
madera. Yo no me piro.
¿Y la cola!? Soy guajiro.
¿Y la cola? Qué se yo.
¿Qué le pasa? Se picó.
¿Se picó? ¡Yo me shakiro!
Y mientras sigo escuchando
el frío ha disminuido.
De tanto usar el oído
ya tengo el cerebro blando.
Blando de oír gente hablando.
Blando de tanto pensar.
Llevo, sin exagerar,
dos horas en esta cola.
Collage de voces. Victrola
verde de acento insular.
Y cuando estamos sentados
y ordenada la colita
“¿Quién es el último?, grita
el que vende los helados.
Ahora ya hay 14 grados.
“¡Una décima, poeta!”,
dice una joven inquieta,
pero yo le digo: luego.
Ya voy a comprar. Entrego
el carnet y la libreta.