Conjurar el invierno para una Cuba de todos

Entre cubanos podemos cambiar la visión que nos ha hecho presa de desuniones. Sería una vergüenza perder la oportunidad de hacerlo.

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

En la serie Juego de Tronos, Jon Snow, al conocer que un inmenso ejército de zombies se preparaba para atravesar el Muro e invadir las tierras y reinos del sur, comprendió que la guerra que sacudía a los Siete Reinos no era nada comparada con la que debían librar los vivos contra los muertos. Winter is coming. Snow abandonó entonces el juramento que lo ataba a la Guardia de la Noche y regresó a reconquistar Winterfell y buscar aliados para combatir la amenaza que se acercaba. En esta historia, muy popular en estos tiempos, se encierra una gran lección.

En la unión está la fuerza; se sabe.

Hace pocos días el presidente Miguel Díaz-Canel reconoció que estamos viviendo momentos en que “se regresa a la época de la confrontación y surgen nuevos peligros que es necesario enfrentar”.

Se refería probablemente a la subida de tono y las nuevas acciones que el gobierno de Estados Unidos viene implementando para revertir la normalización que impulsaron los ex presidentes Barack Obama y Raúl Castro.

Es fácil imaginar nuevos intentos para forzar un cambio de régimen en Cuba o al menos retrotraer las relaciones entre los dos países a los momentos más tensos de la guerra fría.  

Podrían llegar nuevas formas de presión para que el desgaste económico del país se vuelva aún más insoportable tanto para las autoridades como para el pueblo cubano.

Personalmente, no me queda duda de que el invierno se aproxima y hay que unir fuerzas.

“No podemos desconocer a los muchos cubanos que viven en el exterior orgullosos y nostálgicos de su patria”, dijo también Díaz-Canel. Según el diario Granma llamó a una política migratoria inclusiva: “no tenemos que coincidir en todo, pero podemos sumarnos”.

Deseo interpretar que en este contexto esas palabras cobran un sentido nuevo más allá de los habituales gestos de cordialidad.

Sumar significa considerar, cada vez más, que el país comprende a los 11,1 millones que habitan la Isla y a los 2,4 millones de cubanos que vivimos fuera del país.

Por suerte para todos nosotros los tiempos de reproches, abismos, rencores; de familias dispersas y confrontadas; de polarizaciones ideológicas que creaban fanatismos crueles, están superándose.

Los cubanos de la Isla y los cubanos que viven en la diáspora esperamos de nuestras autoridades políticas que contribuyan a que cada vez más los lazos se fortalezcan.

Winter is coming y Cuba necesita redirigir la energía de todos los cubanos hacia la nación, para que ese sea también un escudo poderoso que frene o desactive nuevas amenazas. El odio y la violencia se desmoronan cuando predominan la buena voluntad y la confraternidad.

Las palabras del Presidente cubano han sido bien recibidas y celebradas por muchos. Otros, no pocos, reaccionan con suspicacia, sin creer que el gobierno realmente desee profundizar las relaciones con los cubanos en la emigración. Solo el tiempo y los actos dirán.

Las autoridades cubanas conocen muy bien las aspiraciones inmediatas que comparte la mayor parte de los cubanos emigrados y también los de la Isla, donde están nuestras familias.

Poder viajar sin restricciones a nuestro país, sin tener que pagar por uno de los pasaportes más caros y de más corta validez en el mundo; conservar por más tiempo que los actuales dos años la residencia en el país, sobre todo para aquellos que salen, como todo emigrante, a probar suerte para ayudar a sus familias en la Isla y necesitan tener un puerto seguro a donde regresar: su patria, su hogar, si es necesario volver; poder participar de forma legal y transparente en la economía nacional como inversionistas, en el comercio, y no solo como emisores de remesas que completan los ingresos de nuestras familias; participar también cada vez más como ciudadanos en los procesos de toma de decisiones.

Cerca del 20 por ciento de los cubanos viven fuera de Cuba. Se trata de una minoría ya multitudinaria que ha acumulado prestigio en las distintas comunidades de asentamiento y tiene mucho potencial como actor económico, cultural y político, tanto como lo tienen los cubanos que viven en la Isla. Somos uno. Sobrevivir fuera de casa nos ha enseñado a luchar por nuestros sueños; y es lo mejor que podemos ofrecer a nuestro país, con lealtad y arraigo.

Entre cubanos podemos cambiar la visión que nos ha hecho presa de desuniones. Sería una vergüenza perder la oportunidad de hacerlo. Una vez que reconciliemos nuestras diferencias, aprendamos a respetarnos y a actuar como un haz frente a los deberes que tenemos ante Cuba, no habrá inviernos para la nación cubana. Hagámoslo.

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