Saltando en el sofá

El muy reciente sábado 17 de este agosto el periódico español El País se refería a los conflictos que enfrenta la televisión pública en cuanto a la trasmisión de eventos deportivos. Por suerte, para el Campeonato Mundial de Atletismo, que acaba de finalizar en Moscú, apareció un patrocinador y pude ver buena parte de la competición.

Cuba era por el casi lejano 1960 en que nací sobre todo un país de béisbol y boxeo, pero también llegaban ecos de figuras como el Andarín Carvajal (1875-1949, su nombre completo era Félix de la Caridad Carvajal y Soto) que participó en el maratón de las olimpíadas de San Louis en 1904,   desafiando difíciles circunstancias. Por cierto, el dramaturgo Jesús Gregorio  escribió una obra sobre este  atleta. También llevó  a las tablas la historia de Kid Chocolate, esa leyenda del deporte de los puños.

Del auge del Atletismo –como de otros muchos deportes- en la década de los sesenta recuerdo una frase popular que se refería a un velocista de esa época. Cuando te apurabas mucho en algo, la gracia del cubano de a pie te aconsejaba: “No te mandes a correr, que tú no eres Pablo Montes”.

Volviendo a Moscú y al –insuficientemente respaldado por el público- Mundial de Atletismo, tengo la certeza de que en La Habana, Miami, Madrid y muchos otros lugares del planeta aplaudimos millones  de cubanos desde la  anónima intimidad del sofá de cada uno.

Se dice rápido: Yarelys  Barrios obtuvo en lanzamiento del disco medalla por cuarto mundial consecutivo. Además de talento natural, ¡cuánto esfuerzo de la robusta muchacha de Pinar del Río para mantenerse en la élite tanto tiempo!

Hay que pensar en las dificultades – “limitaciones”, se diría en envejecido lenguaje estatal-, en asuntos familiares; variaciones del ánimo que una persona- por muy atleta de alto rendimiento que sea- debe afrontar durante todos esos años y la vocación, de bronce como la medalla que se colgó esta vez al cuello, que se necesita para seguir en la élite.

Especialmente emotiva resultó la competencia en salto con pértiga, con la bella y valiente  Yarisley Silva. En la trasmisión de Televisión Española de tres veces que se le mencionaba en dos se olvidaban de su nombre y al menos una del país que representa. Toda la atención para la gran Isinbayeva, todas las cámaras en la ya clásica atleta despidiéndose ante su público. La cubana mantuvo el pulso hasta el final y, además de ratificar su  gran calidad deportiva,  ofreció espectáculo, estuvo a la altura como oponente.

Termino con una sensación peculiar entre las emociones vividas en esta semana. Se produjo en el momento en que el joven atleta ucraniano de Salto Alto, Bohdan Bondarenko, intentó romper el récord de nuestro Javier Sotomayor. Debo confesar que  por un momento me hubiese gustado asistir a la proeza de un salto formidable, pero  al final preferí que la varilla se viniera al suelo; que el récord del cubano celebre los veinte años de impuesto, que siga ahí esa marca de 2.45 como una clave, una contraseña de orgullo para los cubanos.

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