Cuando Magnus Carlsen era apenas un chiquillo, ya el universo ajedrecístico estaba convencido de que le había nacido otra super estrella. No un jugador de elite –ganador de torneos importantes, integrante del club de los 2700 puntos ELO-, sino un fenómeno de esos que marcan una época. A lo Fischer, digamos.
Precisamente, a Carlsen siempre se le ha comparado con el norteamericano eterno, aunque a decir verdad sus estilos difieren bastante. Pero en ambos se da la conjunción del jugador genial y pleno de ambiciones, un verdadero tiburón que goza destruyendo el ego del rival y rechazando tablas fáciles.
Se parecen en eso, y demasiado: en la capacidad de lucha ante el tablero. De ahí que el noruego haya arriesgado varias veces el título de algún torneo, alargando sobremanera una partida cuando le era suficiente con dividir el punto para coronarse.
Hay quienes, también, lo equiparan con Garri Kasparov. Pero más allá de la autoridad para predominar sobre el resto, lo cierto es que Carlsen carece del brío atacante del Ogro. Lo suyo es otra cosa. Lo suyo no es producir obras de arte; más bien, jugar como lo hacía Capablanca, con una precisión casi absoluta, y aguardar por el error del adversario para hacer de la ventaja mínima un elemento decisivo.
Gran Maestro a los 13 años, monarca universal antes de los 23, el nórdico es el primer campeón del mundo que ha crecido por completo en la era de los cerebros de silicio, aunque su naturaleza perezosa lo ha alejado de concentrarse excesivamente en el estudio de aperturas. De todos modos, es capaz de apelar a una gran variedad en esa fase del cotejo, y nadie en su sano juicio quiere enfrentarse a él en un final de pocas piezas, donde los movimientos milimétricos deciden la partida.
Hoy los dejo con su enfrentamiento del Memorial Tal 2009 versus Ruslan Ponomariov. Carlsen realiza un sacrificio en e6 –habitual en situaciones cuando el rey negro no ha enrocado-, y luego remata con una combinación bonita que acaba por desmoralizar al ucraniano.
Blancas: M. Carlsen. Negras: R. Ponomariov.
1. e4 c5 2. Cf3 d6 3. d4 cxd4 4. Cxd4 Cf6 5. Cc3 a6 6. Ae3 e6 7. f3 b5 8. Dd2 Cbd7 9. g4 h6 10. 0–0–0 Ce5 11. De1 (11.a3 Ab7) 11…Dc7 12. h4 (12.a3!? pudiera ser una alternativa viable) 12…b4 13. Cce2 Cc4 14. Cf4 Cxe3 15. Dxe3 Db6 16. Ac4 Dc5 17. Db3 d5?
17…Ta7 mantendría al negro en la partida 18. Axe6 Axe6 19. Cdxe6 fxe6±
18. exd5 Ad6 19. Cfxe6 fxe6 20. dxe6 Ae7 21. Dd3 0–0 22. Ab3? (Cede la ventaja. Lo correcto era 22. g5 Ce8 23. gxh6 Ab7 24. hxg7 Tf6+-) 22…Td8? (Con 22…Ab7 el negro conservaba la esperanza en la partida 23.Cf5 Tad8=) 23. g5!
Un golpe brillante.
23…Ch7?? El mundo se derrumba. 24. gxh6 Dh5 (Se imponía 24…Dxd4 y entonces 25. Dxd4 Txd4 26. Txd4 Rh8 27. hxg7+ Rxg7 28. Tg1+ Rh6+-) 25. De4 Dxh6+ 26. Rb1 Ta7 (Si 26…Ab7 todo sigue con 27. Dxb7 Df6+-) 27. Cf5 Txd1+ 28. Txd1 Df6 29. Td7!
Bonita manera de poner fin a la batalla.
29…Axd7 30. exd7+ Rf8 31. Dd5
1-0
LA FRASE: “Yo me limito a jugar hasta que el otro comete un error”. Magnus Carlsen.