De todos los campeones mundiales de ajedrez, el único que se hizo más popular al perder la corona que al lograrla, fue Boris Spassky. Y no precisamente porque el talento le escaseara…
Décimo titular del imperio de Caissa, Spassky fue un niño prodigio que a los 18 años alcanzó el cetro juvenil del planeta, se codeaba con los más respetables maestros soviéticos y apuntaba a los cielos del tablero.
Sin embargo, posteriormente se estancó debido a la carencia de un entrenador idóneo, lo que condujo su carrera a un período oscuro en el que incluso llegó a divorciarse de su esposa. “Nos habíamos convertido en alfiles de distinto color”, declaró él a la sazón.
Lo cierto es que dio la impresión de que su estrella se apagaba. Pero el muchacho era un auténtico elegido, y quiso la buena fortuna que, en medio de la crisis, conociera a Igor Zakharovich Bondarevsky, quien devendría entrenador, amigo y padre por espacio de una década.
Ambos formaron una dupla excepcional, comparable solamente con la que integraron Tigran Petrosian e Isaac Boleslavsky, según Garri Kasparov. “Es importante –escribió el Ogro- que el entrenador y su pupilo sean compatibles psicológicamente, para que todos los sueños no realizados, todo el potencial no concretado y todas las ambiciones secretas del entrenador, sean heredadas por el alumno”.
Bondarevsky obró el milagro. Sacó a Spassky del ‘agujero negro’, lo estimuló a entrenar infatigablemente, transformó su carácter y desbordó en su mesa el plato de las ambiciones deportivas. Dicho en pocas palabras: creó a otro Spassky.
Tan temprano como en 1966, el nuevo trebejista dio señales de su poderío al llegar a la final del ciclo de Candidatos luego de vencer a Paul Keres (6-4), Efim Geller (5,5-2,5) y Mijaíl Tal (7-4). No obstante, resbaló a las puertas de la gloria contra aquel erizo incómodo, Tigran Petrosian (12,5-11,5).
No se desanimó. Por el contrario, redobló los esfuerzos, sabedor de que el armenio estaba a tiro de sus armas. Así, lo volvió a desafiar a los tres años, una vez que consiguió deshacerse sucesivamente de Geller (5,5-2,5), Bent Larsen (5,5-2,5) y Victor Korchnoi (6,5-3,5). Y entonces sí logró destronar a Petrosian (12,5-10,5).
Paradójicamente, el crédito de la conquista de Spassky no fue tanto como la fama que lo arropó en 1972, cuando cedió frente al mediático (y espléndido) norteamericano Bobby Fischer en el inolvidable match de Islandia, con el orgullo de las dos superpotencias militares en disputa.
Su derrota supuso el final de 24 años de dominio soviético en el campeonato del mundo. Las autoridades moscovitas lo acusaron de no haberse preparado a fondo, le llovieron las críticas, y se encendieron más con su triunfo en el campeonato soviético de 1973.
De todos modos, lo peor estaba por venir. Spassky avanzó hasta la final de Candidatos en el 77, y en ella lo esperaba un Korchnoi que a esas alturas jugaba por Suiza y era considerado disidente en su país natal, la URSS. De manera que el duelo tenía un matiz político. Para desgracia suya, Spassky lo perdió, y otra vez estuvo en medio del diluvio.
Eso, hasta que decidió mudarse a Francia. A partir de ese instante jamás pudo ser el mismo, excepción hecha del acierto en Linares 1983, y su recuerdo empezó a diluirse hasta que dirimió la revancha contra Fischer a principios de los años noventa. Una revancha en la que, como se esperaba, el estadounidense reeditó su victoria sobre el alicaído Spassky.
Pero nadie puede quitarle al ruso-francés un ápice de su grandeza ajedrecística. Dicen que fue el primer “jugador universal”, dotado de maestría en todas y cada una de las posiciones, capaz de lidiar exitosamente en situaciones típicas de 1.e4 y 1.d4, y de batir a Tal con ataques al flanco de rey y a Petrosian mediante profilaxis.
Alguna vez, interrogado sobre cuál era su mejor partida, Spassky se limitó a decir que su época dorada transcurrió entre 1964 y 1970. Y justamente a esa etapa pertenece el cotejo que hoy engorda esta sección, una miniatura inmortal dirimida contra el danés Bent Larsen en el primer tablero del llamado Match del Siglo entre la URSS y el Resto del Mundo, ganado estrechamente (20,5-19,5) por la extinta nación europea.
Blancas: B. Larsen. Negras: B. Spassky.
31-III-1970.
1.b3 (Larsen popularizó esta jugada, que fuera empleada más adelante por el mismísimo Bobby Fischer) e5 2.Ab2 Cc6 3.c4 (Curioso: una Defensa Siciliana con colores cambiados) Cf6 4.Cf3?!
Una jugada en el espíritu de Nimzowitsch, quien ideó la variante que lleva su nombre tras 1.e4 c5 2.Cf3 Cf6, provocando el avance del peón rey con la esperanza de debilitarlo.
4…e4 (Spassky acepta la ganancia de espacio) 5.Cd4 Ac5 6.Cxc6
Según Larsen, 6.e3? Axd4 7.exd4 d5 otorgaba ventaja al negro.
6…dxc6 7.e3 Af5
Las negras priorizan a toda costa el desarrollo, buscando una rápida presión sobre el peón retrasado de d2.
8.Dc2 De7 9.Ae2 0–0–0
Las negras han terminado felizmente su desarrollo y refuerzan el punto e4, lo que les permite preparar una ofensiva en el flanco de rey.
10.f4?
Craso error: el blanco planea 11.Axf6 seguido de Cc3, pero no lo podrá consumar. Lo mejor, sugerido después por el propio Larsen y aceptado por Kasparov, era 10.a3.
10…Cg4! 11.g3
Si 11.0–0, entonces 11…Txd2! 12.Cxd2 Cxe3 13.Dc1 Cxf1+ 14.Rxf1 Dh4 15.g3 Dxh2 16.Re1 e3 ganando. En caso de 11.Axg4 Dh4+, el rey blanco perdería su seguridad, con gran ventaja negra.
11…h5!
Al decir de Spassky, aquí consideró la entrega 11…Txd2, pero no arribó a conclusiones claras en el cálculo y optó por buscar la ruptura h4, iniciando una maniobra con un final espectacular. Los programas actuales coinciden con su decisión, aunque la entrega también les gusta.
12.h3
A 12.Cc3 le seguiría, cruel, 12…Txd2! Entonces podría entrar en escena una de estas variantes: 1) 13.Rxd2 Axe3+ 14.Re1 Af2+ con ganancia inevitable de dama, o 2) 13.Dxd2 Axe3 14.Dc2 Af2+ con el mismo resultado.
12…h4!!
Todo sea en aras de abrir la columna. En el libro “Las 100 mejores partidas de Spassky”, Bernard Cafferty comentó que “después de esta excelente jugada, la sala, con más de dos mil espectadores, desbordaba de entusiasmo. B. H. Wood y yo, que estábamos sentados en las primeras filas, analizamos febrilmente la aceptación del sacrificio, en un tablero de bolsillo, especialmente la línea tras 13.Axg4. Después de cierto escepticismo inicial, llegamos a la conclusión de que las negras debían ganar, pero hay que reconocer, con toda honradez, que no descubrimos el golpe de gracia de Spassky en la jugada 14.
13.hxg4
Larsen demoró una hora para jugar. Tras 13.Axg4 Axg4 14.hxg4 hxg3 15.Tg1 Th2 con clara ventaja del bando oscuro, aunque Spassky también indicó 15…Th1 16.Txh1 g2 17.Tg1 Dh4+ 18.Re2 Dxg4+ 19.Re1 Dg3+ 20.Re2 Df3+ 21.Re1 Ae7 o 21…Axe3, ganando.
13…hxg3 14.Tg1 Th1!!
La prensa yugoslava dijo de este movimiento: “Podrán pasar miles de años, pero el brillante sacrificio del campeón del mundo permanecerá siempre con sus laureles reverdecidos”. Ya con pieza de menos, las negras entregan una torre a cambio de un tiempo. Menos vistoso, pero igual de efectivo, era 14…Dh4 15.Tg2 Dh1+ 16.Af1 Axg4 17.Dxe4 The8 18.Ae5 f5! 19.Dc2 Ah3 20.d4 Ab4+ 21.Cd2 Axg2 22.0–0–0 Axd2+ seguido de Axf1, ganando.
15.Txh1 g2 16.Tf1
En caso de 16.Tg1 Dh4+ 17.Rd1 Dh1 18.Dc3 Dxg1+ 19.Rc2 Df2 20.gxf5 Dxe2 21.Ca3, Spassky señaló que lo más rápido era 21…Ab4, aunque durante la partida estuvo analizando la secuencia 21…Dd3+ 22.Dxd3 exd3+ 23.Rc3 Axe3 24.dxe3 d2 25.Td1 Th8.
16…Dh4+ 17.Rd1 gxf1D+ y Larsen abandonó ante el mate irrebatible: 18.Axf1 Axg4+ 19.Rc1 De1+ 20.Dd1 Dxd1++. 0–1
LA FRASE: “No le guardo rencor a ningún Gran Maestro, solo a algún que otro psicólogo”. Boris Spassky.