Este debía ser un 14 de febrero como otro cualquiera. Como otros en los que las parejas se arriesgarían a salir sin esperanzas de encontrar un espacio de parqueo, un banco donde sentarse, o un restaurante donde comer sin previa reservación. Los más hogareños se sentarían en el sofá a ver una película, cenarían en casa y el abrazo se diluiría en mil te quieros.
Debía ser…Pero desde inicios del 2020 ninguna fecha ha vuelto a ser como antes. La pandemia de la COVID-19 ha marcado un antes y un después. Es como si la Parca, con acceso a los hilos del destino, hubiera trazado una línea divisoria en la arena. Y de un lado y del otro quedaron repartidos, desperdigados, los mortales.
Así quedaron, además, personas varadas en diferentes países, sin poder viajar hacia un abrazo.
Al principio de todo, el deseo era poder celebrar al menos los cumpleaños. Luego, poder salir de casa, o volver a la orilla del mar. Y otra vez: al abrazo. Los trabajos, las clases, las conversaciones entre amigos, las relaciones de pareja, todos han tenido que reinventarse, y esto implica, para muchos, encarar una distancia que se acorta solo mediante cámaras de celulares, redes sociales, un sinfín de llamadas, videollamadas, o mensajes de texto codificados en ceros y unos.
Este debía ser un 14 de febrero como otro cualquiera. Pero no lo es. Algunas personas no podrán verse más allá de la pantalla de la computadora. Otras solo podrán escucharse. Y se quejarán y maldecirán al virus y a los aeropuertos, y terminarán sus lamentos con otra lista de deseos y una fecha por fijar en el almanaque para verse, para tomar un café, para el abrazo…
Pero hay quienes tendrán que lidiar con un vacío definitivo, porque “mientras hay vida, hay esperanzas”, pero, ¿qué se hace cuando la otra mitad de la vida no está? ¿qué se hace cuando marcas al número de teléfono, el único número capaz de comunicarte con ese otro ser, y no hay respuesta, y sabes que en lo adelante, no habrá respuesta? ¿qué se hace cuando unos meses antes, unos días antes, unas horas antes, esa otra vida deja de respirar para siempre? ¿qué se hace, además de maldecir al virus y a los aeropuertos?
Este debía ser un 14 de febrero como otro cualquiera. Pero definitivamente no lo es. Hay virus, y aeropuertos cerrados, y más de una frontera que escalar. Hay, sobre todo, personas que nos recuerdan qué es lo importante, que nos recuerdan, sobre todo, que aunque este año tengamos que sacar todo el ingenio posible para reinventar besos y abrazos mediante videollamadas, no siempre será así de lejano y triste, porque quienes podrán conectarse de alguna forma este 14, tienen vida. Y mientras hay vida, hay esperanza.