Sobre el mediodía del pasado lunes siete de junio supe la noticia más triste de este año. En Gondomar, Galicia, su tierra, había muerto a causa de un accidente de tránsito Alfonso Paz-Andrade (1940). Los que me conocen, saben el significado de un accidente de tránsito para mí. Respecto a Paz-Andrade, lo conocí no hace tanto, poco más de diez años y desde entonces mantuvimos una amistad de exiguos encuentros físicos pero muchísimos correos electrónicos, llamadas telefónicas y mensajes de WhatsApp que casi siempre llevaban al tema de la existencia, la Literatura y el periodismo.
Aunque abogado y empresario de éxito, practicó el periodismo y hasta no hace demasiado mantuvo en la revista de la cual aún aparece como director, IP, una columna cuyo título resume su propia preocupación: “Mar y pensamiento”. Recuerdo cuando le tocó administrar un periódico que pronto se vio obligado a cerrar por problemas de insolvencia. Desde la distancia critiqué la medida pensando en mis colegas periodistas desconocidos y sin saber nada de finanzas. Él me respondía con largas disquisiciones y un día me dejó la frase: “Cuando un periódico con ideales se muere todo un pueblo pierde”. Pero hay veces que corresponde perder y asumir por ello. Así lo enfrentó.
Como supongo suceda con tantos compatriotas suyos, Paz-Andrade sentía especial sensibilidad por los emigrados. Tendió la mano a muchos cubanos a su llegada a España y ayudó a no menor cantidad de gallegos en tránsito para lograse un lugar en su país, en ámbitos tan diversos como el industrial y el artístico, en el cual destacó como animador y mecenas que gestionaba la venta de obras y la publicación de libros. En los momentos más difíciles posteriores a mi llegada a Buenos Aires, ahí estuvieron sus mensajes de ánimo, sus ideas siempre transmitidas con sabiduría y sentido del humor.
Mostraba una inmensa sensibilidad por Cuba y eso le hizo materializar empresas comerciales, culturales y humanitarias, verdaderas epopeyas que, para no dilatar la lista, puedo resumir en dos: el rastreo de ancestros gallegos difuminados por el tiempo en la memoria de cubanos con quienes trababa amistad en ese viaje a la semilla del cual fungía como lazarillo y la creación de una plaza dedicada a su cultura, en La Habana. También sus raíces familiares estaban ligadas sentimentalmente a la Isla. Creo recordar que un ancestro suyo había estado allí y un día, sin conocerlo, una negra cartomántica en la Plaza de la Catedral se lo dijo, cosa que despertó en él ese tipo de sentimientos extrasensoriales que ratificaban el rumbo por el cual se movían.
Cuenta su amigo y corresponsal cubano en IP, Jesús M. Benjamín que para la creación de la Plaza Galicia, hecho que tuvo lugar el 13 de abril de 1993, Paz-Andrade trasladó en barcos de la flota cubana de pesca los árboles que serían sembrados, las piedras que decoraron ese lugar del barrio habanero del Cerro y que tal vez todavía se encuentren allí si han sobrevivido a la desidia y al tiempo. En esos barcos también llegaron las piezas que el paisajista Francisco de Sales creo especialmente para el lugar a instancias financieras de la World Fishing Exhibition, donde Paz-Andrade era presidente de su comité ejecutivo.
Como empresario, desde la World Fishing Exhibition modernizó la industria pesquera española y convirtió a la ciudad de Vigo en un referente mundial dentro del mundo de la pesca. También allí las puertas estuvieron abiertas para los empresarios cubanos, “se mostraba orgulloso de que los pescadores cubanos tripularan buques gallegos por su construcción y contribuyeran a la alimentación del país”. La relación de Paz-Andrade había despegado en Cuba desde 1984 gracias a una invitación del entonces ministro de la Pesca, Jorge Fernández Cuervo. En La Habana impartió conferencias de actualización respecto a las tendencias de la pesca expedicionaria, que comenzaba a controlarse tras La Ley De Derecho Del Mar de 1982. “Las empresas mixtas vendrían a sustituir al libre acceso existente y era muy importante para Cuba, poseedora de una flota expedicionaria de más de 26 grandes arrastreros congeladores construidos, por cierto, en Galicia”, cuenta Jesús M. Benjamín.
A partir de ese viaje sus visitas a la Isla fueron cada vez más frecuentes y surgió lo que algunos amigos subrayan como una relación de amistad y colaboración sin ningún tipo de “interés comercial”; o sobreponiendo la amistad a cualquier intención lucrativa, aun cuando fuera el protagonista de movimientos empresariales como la compra desde el grupo Pescanova, del cual era entonces presidente, de una empresa importadora española, cuando esta amenazaba con quebrar poniendo en graves problemas la exportación de productos cubanos en Europa. “Fue a propuesta mia que se metió en tal operación, que le atrajo no pocas críticas, pero lo logró. La empresa no quebró y las exportaciones no se afectaron” recuerda Benjamín.
En 1984, Paz-Andrade fue uno de los empresarios que acompañó al entonces presidente Felipe González en su viaje a Cuba ya convertido en literatura por obra y gracia de escritores que acompañaron sus movimientos en La Habana, como Gabriel García Márquez o Alfredo Bryce Echenique. En los inicios de este siglo, financió desde Pescanova la construcción al noreste de Holguín de la primera granja camaronera de cultivo totalmente intensivo, empresa de la cual acabó por alejarse debido a desentendimientos, según me comentó, con la burocracia local y la gestión que promovieron después.
Muchos amigos tendrá Alfonso Paz-Andrade en Cuba y otros tantos en decenas de lugares del mundo. Con algunos he hablado después del accidente y todos se han quedado como yo, estupefactos por el final que el destino le tenía reservado a quien se caracterizó por su generosidad y deseo inquebrantable de ayudar a los otros, algo que aprendió de su tierra, Galicia, tan ligada al hambre, a la tozudez, tan metida en las entrañas de su familia y donde quedan tantos aportes suyos, heredero de madre que le sobrevive y de su padre Valentín Paz-Andrade, con una historia y un legado también en el mundo empresarial, político e intelectual de esa región española.
Fue por este gallego convencido y convincente que comprendí mejor el sacrificio de los pescadores y entendí de manera directa sobre una cultura descritas ya por autores que iban desde Castelao, Valle Inclán o Cela hasta Neira Vilas, Gamoneda o Rivas. Por eso, además de regalarle un día mi primer librito de cuentos publicado, le entregué una reproducción de Tomás Sánchez. La pieza “Relación” me parecía y me sigue pareciendo perfecta para explicar ciertas condiciones inexplicables relacionadas con la amistad y con la existencia: la vida se basa en esa clase de proyecciones y pueden partir de una misma idea, de un mismo lugar y una misma palabra. Todo lo que sucede en este mundo guarda una misteriosa relación.
Si en el lenguaje técnico pesquero hay buques camaroneros, buques granjas o buques escuela; y dado que en su vida casi todas las acciones eran asociadas con un barco, quiero pensar que este amigo era en este mundo como el buque jardín hecho para transportar árboles de un lado al otro, para propiciar que cruzaran el océano retoños de distintas naturaleza que sembrados cuidaba con su propias manos y la esperanza de que algún día florecieran y dieran sus frutos para bien de la humanidad. Me disgustan los mensajes pensados para aquel que no los puede oír. Los detesto. Así que dejo claro que esto no lo escribo para Alfonso Paz-Andrade, el amigo que ya no está, sino para quienes lo conocieron, para sus familiares y amigos, porque es seguro que el milagro es posible, y aunque no esté el sembrador siempre tendremos las flores y los frutos de sus árboles.
La plaza Galicia en el Cerro, Habanero, está bastante abandonada en la actualidad.