La inflación: una espada de Damocles

El tema de la inflación es clave, puede ser el desencadenante de muchos otros acontecimientos.

Foto: Otmaro Rodríguez (Archivo).

La inflación es un fenómeno complejo y peligroso, es resultado de una diversidad de factores, algunos no dependen del país en cuestión, otros sí. En general se trata de serios desbalances entre la oferta y la demanda existente en el mercado nacional que dan lugar a una subida generalizada de precios.

La economía cubana está en una situación muy difícil, golpeada por un prolongado bloqueo, recio y fortalecido, por una pandemia que ya va para dos años y por una necesaria reforma económica que no ha avanzado de manera rápida, coherente e integral.

El Tren de las Reformas Económicas en Cuba acelera (II)

El llamado reordenamiento monetario era más que necesario desde hace años, pero se decidió y sobre todo se implementó en un momento muy difícil, de manera tardía, con problemas organizativos, y de secuencialidad y simultaneidad. Adicionalmente, el escenario para el que se proyectó parece haber sido demasiado optimista.

Se produjo una expansión monetaria que amplió notablemente la demanda por los incrementos que se establecieron en los diferentes tipos de ingresos (salarios, pensiones, prestaciones, etc.) sin que se hubieran creado las condiciones necesarias para expandir la oferta, al menos a un ritmo similar.

Esta última depende de varios factores, de un lado la producción nacional de bienes y servicios, ciertamente afectada por la situación, pero que se podría incentivar con los diferentes componentes de la reforma, desde un mayor número de cambios a los ya realizados en la estructura empresarial (estatales) del país, para su mayor autonomía real y la descarga de los costos innecesarios que hoy la lastran, entre ellos el empleo superfluo, también las ataduras burocráticas y la excesiva centralización con figuras económicas de dudosa necesidad como las llamadas OSDEs; hasta la constitución y consolidación del nuevo sector de Pymes privadas y cooperativas, pero con las condiciones necesarias para que operen sin enfrentar absurdos como el de tener mercados mayoristas en dólares e ingresos en CUP y ninguna vía de convertibilidad con un ajuste de la tasa de cambio, etc.

De otro lado tampoco se han dedicado mayores divisas (por su escasez y las dificultades crediticias) a la importación de bienes para el mercado interno (principalmente alimentos y medicinas). Ni siquiera el mercado interno en divisas ha podido estar adecuadamente abastecido, aun cuando está en condiciones de autofinanciarse. Tampoco se ha avanzado en otros pasos como negociar con empresas internacionales de comercio para que asuman en administración determinados establecimientos del mercado interno en divisas, asegurando su abastecimiento continuo y dejando ganancias comerciales en el país, que servirían para abastecer los mercados en CUP con el consecuente incremento de la oferta.

Hay también un espacio aún no recorrido de acciones que podrían contribuir favorablemente a cerrar esta peligrosa brecha entre oferta y demanda que está en la base del proceso inflacionario que sufre la economía nacional, desde nuevas dinámicas para facilitar el acceso a las remesas, el fortalecimiento de un aparato empresarial del país operando en el exterior, hasta negociaciones con la banca extranjera que permita operaciones limitadas dentro de las fronteras cubanas, etc.

El propio sector estatal, por la propia estructura monopólica y oligopólica en varios sectores, y ante la ausencia de competencia y deficiente información, ha contribuido a la inflación, con diversas subidas de precios sin justificación económica, sobre todo en actividades de servicios y en producciones no repetitivas.

El sector emergente de Pymes privadas, además de las indispensables condiciones para producir (bienes, servicios y empleo) debería ser sometido a los controles económicos adecuados como, por ejemplo, la emisión obligatoria de facturas para cada operación que realice, para facilitar los monitoreos legalmente establecidos y evitar la evasión fiscal y otras deformaciones.

Por otra parte, la propia política fiscal debe usarse con mayor sentido económico, impuestos como el IVA podrían contribuir al control de la masa monetaria sin afectar a los productores y cerrándole espacios al mercado negro, cuya “capacidad de competencia”, sería reducida con este escenario. El IVA también sería muy útil para la articulación de un mercado “paralelo”. Es obvio que esto debe estar acompañado temporalmente por un mercado racionado de productos fundamentales y con la focalización de los subsidios para los núcleos familiares que así lo necesiten.

La emisión de bonos (algunos de ellos con protección contra la inflación), así como una política tributaria más progresiva podrían ser potenciales instrumentos a evaluar para movilizar recursos y controlar los equilibrios financieros internos.

Tal como se declaró originalmente, las tiendas en MLC deben limitarse a la venta de productos no esenciales y de la llamada “alta gama”, cuyo abastecimiento permanente, como hemos propuesto de manera reiterada, se podría alcanzar en negociación con compañías extrajeras especializadas (las latinoamericanas, chinas, vietnamitas, rusas, etc, son opciones a considerar) que vendan directamente en el mercado nacional en divisas, asegurando el retorno de su inversión y dejándole parte del margen comercial al gobierno. En una visión de mediano plazo y en un escenario de recuperación estas tiendas en MLC deberían pasar a operar también en la moneda nacional, lo cual no impediría en ese nuevo escenario, la negociación con las empresas extrajeras de comercio.

Si bien con el objetivo de contribuir también a elevar la oferta se debe favorecer la entrada de bienes en manos privadas, en el mediano plazo la economía estatal debe asumir de manera competitiva y eficiente la mayor parte de las importaciones para la demanda interna, garantizando mejores precios y provisiones.

En este sentido hay dos factores que se deben destacar con precisión: la recuperación de la economía no será posible sin una recuperación de la productividad del trabajo y de la eficiencia en la gestión, esto vale para todos los sectores de la economía nacional, para esto son imprescindibles los incentivos que solo se pueden alcanzar con el avance de la reforma económica integral. En segundo lugar es imprescindible mejorar la posición crediticia del país para incrementar la operatividad en el comercio internacional, esto supone un manejo riguroso de la deuda y sus obligaciones, difícil en las condiciones de bloqueo pero imprescindible, lo contrario sería “resolver” hoy para “peor” situación mañana.

La política social del gobierno es irrenunciable, pero esta debe ser racionalizada y focalizada, con arreglo a las capacidades existentes y su mejor aprovechamiento.

Así mismo la construcción y operacionalidad de un mercado de medios de producción (materias primas y equipos) y de divisas (en el mediano plazo) al cual concurran todos los agentes económicos, es un componente imprescindible de la reforma económica que permite articular el funcionamiento integral del sistema en el contexto de una planificación más estratégica e indicativa y no burocrática y administrativa como la que ha existido hasta hoy.

La resultante de la actual situación ha sido inevitablemente un proceso inflacionario con mayores impactos sociales que aún no ha tocado techo. Los controles de precios no bastan para solucionar esta situación si no se actúa integralmente sobre las causas citadas. Lo que hacen los controles de precios es reprimir artificialmente la inflación que se manifiesta entonces en los crecientes espacios del mercado informal, estimulando toda clase de corruptelas e ilegalidades.

La expansión monetaria, sometida a las actuales condiciones de la economía, con una oferta hiperdeficiente, da lugar a espurios procesos de concentración de dinero en pocas manos a través de la especulación y las ilegalidades que la actual situación permite y estimula. Desde los “operadores de colas”, los que distribuyen productos sacados de los circuitos legales (entre ellos medicinas), precios especulativos en los alimentos hasta dinámicas de juegos prohibidos, etc., todos dando lugar a un sector que, a través de estas dinámicas, concentra en beneficio propio el exceso de circulante con “rentas inmerecidas” que no responden ni a la productividad del trabajo ni a la eficiencia en la gestión, con sus implicaciones en la creciente devaluación de la moneda nacional en el mercado paralelo de divisas.

De mantenerse esta tendencia, en algunos meses puede haber otra situación de desequilibrios financieros tales que obligue a una nueva desmonetización de la economía, con las consecuencias riesgosas que esta medida siempre trae acompañada. Lo cierto es que, en este propio año, ya ha ocurrido un deterioro en términos reales de salarios y pensiones, acelerado en los últimos meses. Es obvio que se trata de un efecto indeseado, pero presente y creciente.

La historia económica reciente de América Latina contiene varios casos de fuertes procesos inflacionarios con serias consecuencias políticas en casi todos los casos, Argentina, Brasil, Venezuela, etc. Está mas que probado que la inflación perjudica fundamentalmente a los sectores de menores ingresos.

Cuba, además de todas sus dificultades está bajo una guerra política, en la cual se persigue convertir la crisis económica, motivo de diversos malestares difusos y una fatiga lógica en la población, en una crisis política que desafíe el poder del gobierno nacional y del sistema socialista mismo, no es un secreto que a eso se dedican muchos millones de dólares desde EEUU y se han articulado sectores “aliados” de ese objetivo, la mayor parte de ellos en una postura política de derechas y antinacional.

Debemos asumir que favorecer una inflación descontrolada es uno de los objetivos de la política de agresión. La situación se debe mirar con objetividad, sin alarmas irracionales, pero sin subestimar los riesgos presentes, midiendo todos los factores que operan sobre la realidad y actuando de manera audaz, responsable, inteligente, innovadora, comprometida y sin dogmatismos de ninguna índole para accionar sobre las causas del problema. El tema de la inflación es clave, puede ser el desencadenante de muchos otros acontecimientos.

Este desafío debe ser parte del debate público que la situación merece y exige, es mucho lo que está en juego y como hemos afirmado reiteradamente el tiempo no es una variable neutral y tampoco favorable, es una variable crítica.

Salir de la versión móvil