Es la típica pregunta que todos hemos escuchado alguna vez en la vida y una constante para los que nos paramos regularmente ante el público.
Ponernos nerviosos es una respuesta natural del cerebro ante el estrés; liberamos adrenalina y cortisol, aumentando el ritmo cardíaco y el estado de alerta. Esto puede ayudar a reaccionar rápido ante los imprevistos en vivo, sin embargo, también puede resultar un obstáculo bastante incómodo.
Desde que tengo memoria de mis presentaciones, recuerdo estar nerviosa. Nunca viví esa etapa, de la que muchos compañeros hablan, en la cual eran tan pequeños que no sentían presión alguna por hacer un buen trabajo. Cuando evoco pisar un escenario por primera vez, está esa adrenalina; y, ojo, hablo de una memoria mía, no de cuentos que me hacen de la vez que me puse a cantar cuando tenía 2 años. No respondo por ese animalito pequeño. Narro desde mi conciencia y sentido de ser.
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Al entrar en el conservatorio, los nervios se convirtieron en un problema habitual, y desde entonces he escuchado una infinidad de historias y consejos para manejarlos.
El primer mecanismo de control siempre es racionalizar la situación. Nunca falta la comparación con los médicos: contraponer el acto de interpretar con el de realizar una cirugía. Si nos equivocamos no le hacemos daño a nadie, así que qué sentido tiene estar nerviosos. Es un buen punto, pero a la hora de la verdad nunca me ha servido de nada.
Cuando estoy nerviosa no me da resultado pensar en las razones por las que no debería estarlo, porque, a pesar de cuán lógico o ilógico sea, es lo que siento. Es importante aceptar y reconocer nuestras emociones; ese es el primer paso para aprender a sobrellevarlas.
No fue hasta después de la pandemia que tomé la decisión consciente de trabajar en esto. A casi dos años de no tocar en público, debí presentarme en un matutino y se me olvidó parte de la pieza mientras la interpretaba. En el momento, solo atiné a hacer un bucle con los mismos compases hasta que logré continuar y llegar hasta el final.
Después de ese mal trago, en la víspera de cada presentación sentía una gran opresión en el pecho, me costaba trabajo comer, dormir, y estar tranquila en general, incluso semanas antes de tocar. No era algo particularmente agradable… ni sostenible. Fue a ese punto al que tuve que llegar para darme cuenta de que, si quería ser música, debía trabajar urgentemente en los nervios.
A lo largo de los años he ido creándome un pequeño escudo de mantras, reflexiones y mecanismos para sobrellevar estas situaciones de estrés y poder disfrutar de manera plena el tocar en público.
Tener bien preparado el programa siempre es una tranquilidad, y parte de esa preparación es tocarlo frente a otras personas. No me refiero a un concierto; sino a sentar un momento a un amigo, padres, vecina, perro, literalmente cualquiera. Crear situaciones en las que podemos sentirnos nerviosos para ver cómo reaccionamos es una prueba de fuego maravillosa que nos da una verdadera perspectiva de cómo nos salen las piezas y qué tan seguros estamos.
La mejor medicina para superar el miedo a tocar es, simplemente, tocar. Esto me lo dijeron muy pequeña y no fue hasta hace poco que lo comprobé.
Me atrevería a decir que buena parte de los nervios vienen del miedo al error. “Los únicos que no se equivocan jamás son los que no tocan”. Esto aplica para todo; debemos estar en paz con la idea de que las cosas pueden no salir siempre como queremos. A veces, por muy seguros que estemos, podemos equivocarnos, y en ese momento debemos sobreponernos a esos imprevistos y continuar.
Una buena manera es tener varios lugares dentro de la pieza desde los que podamos retomar con facilidad luego de algún desliz. Hay quien incluso recomienda equivocarse adrede para practicar cómo solucionarlo, cómo continuar de la forma más orgánica posible.
Debemos aprender a no llorar por la leche derramada y menos en medio de una presentación. Lo que pasó no podemos deshacerlo, hay seguir adelante con más fuerza aún.
Después de lo práctico viene lo subjetivo, que son filosofías personales y pensamientos que me han resultado útiles ante cualquier tipo de ansiedad escénica.
Tocar en vivo es una experiencia mágica, uno nunca vuelve a interpretar una pieza de la misma forma, y dentro de ese proceso entran los imprevistos. Las notas no son lo más importante. Hay que separar el pensamiento de escrutinio del estudio de la percepción general de un concierto. Nadie va a acordarse si pellizcaste una nota aquí o allá; se quedarán con el recuerdo de lo que les hiciste sentir. Eso es lo más importante.
También me gusta pensar que, en vez de estar nerviosa, estoy emocionada. Si lo analizamos, son sensaciones similares, e interpretarlo como emoción puede generar una percepción más positiva.
Por último, esta es una carrera para toda la vida y estamos en constante proceso de superación. Lo que no salga hoy, saldrá mañana, en un mes, en un año o veinte. Últimamente disfruto mucho de la belleza del proceso, de lo perfectible, del crecimiento, y espero seguirlo haciendo toda mi vida.
Los nervios son una emoción, como cualquier otra, una señal de que lo que estamos haciendo nos mueve, nos importa, un recordatorio de que, en la infinidad del universo, tuvimos la suerte de existir, de sentir, de tener propósitos, ilusiones y sueños. Y, visto así, son un privilegio.
Sigue trabajando contra los nervios creo que es un mal de muchos, no solo de musicos
Ante todo felicitaciones y agradecimientos por proporcionarnos una tan agradable lectura. Se atribuye a Beethoven la frase “Nada es más intolerable que tener que admitir tus propios errores”, pero también esta otra “Tocar una nota equivocada es insignificante. Tocar sin pasión es inexcusable”. Esto no quiere decir que así se puedan justificar todos los errores pues una de las esencias del arte es la búsqueda de la perfección. Los errores en la ejecución pueden ser también producto de la inseguridad y la inseguridad se elimina con la práctica, o lo que es lo mismo: “La mejor medicina para superar el miedo a tocar es, simplemente, tocar.” Con lo cual se puede regresar a otra frase atribuida a Beethoven: “Entonces hagamos lo que es correcto, esforcémonos con todas nuestras fuerzas hacia lo inalcanzable, desarrollemos lo más plenamente que podamos los dones que Dios nos ha dado, y nunca dejemos de aprender.”
Malva,alina por acá .Una y otra vez porque me encanta verte creciendo ,musical ,como cronista de tu propias experiencias y como persona abundante de cariño.
Sabes una cosa ?Te voy a decir ahora un piropo .Eres de las personas que habla con una sonrisa y miras a lo alto ,como buscando ángeles que consientan lo que dices.Y eso es lindo. Si ello es la expresión de tus nervios:te queda bien.
Los nervios ,a muchos les ayudan a saltar alto, y ya lo haces;porque en tus escritos, veo que también alivias y reconfortas a muchos.Otras veces resaltas a aquellos que se lo merecen,y todas esas actitudes ,son medibles.
Creo que sii una situación es tensa ,debemos pensar qué nos llevó hasta allí:presentarse ante el público porque se va a actuar en musica o en teatro,porque se dará una conferencia,porque se recibirá un premio .El doctor, el cirujano,el hijo que …,la hija que…..
De cualquier manera hay situaciones que sobrepasan emociones y ahí el corazón late fuerte. Entoces, creo que en ese instante como dices, es un privilegio y hasta merecemos acariciar a esos nervios que nos /te han llevado hasta allí, como una prueba de que estamos vivos y de que podemos ir por mas, si nos faltó algo o dimos más, porque también eso pasa.
Lloverán recordatorios de quien te lee,porque todos hemos pasado por ahí o por allá con los nervios de punta, y otros nos han salvado.A ti te salva tocar tocar.A mí, hablar hablar.
Sepan, que en el medio del escenario me he quedado en blanco y otros me han salvado(también he salvado si)…y , al final nos hemos reído;porque eso es lo que queda:el vivir para ver,una y otra vez.
Gracias Malva por tu sentir y por esos sustos!
Muy bien texto. Personalísimo y, a la vez, útil a quienes lo leemos. Cada día escribes mejor, la verdad. Gracias y felicidades