Así como el XVIII fue bautizado como El Siglo de las Luces, yo estoy tentado a llamar al XXI -basado en las realidades de su primer quindenio- el Siglo de los Selfies. Y es que no existe en el mundo actual una expresión o proyección individual -que no significa individualizada; en realidad es todo lo contrario- más extendida, que la realización y posterior socialización de un selfie.
El casi demencial crecimiento de esta manifestación se debe a la siempre exitosa fórmula que combina uno o varios de nuestros rasgos más primitivos con la disponibilidad de novedosos dispositivos tecnológicos o plataformas que permitan exteriorizarlos. Digámoslo de esta forma: hoy Narciso no tendría que caminar hasta la laguna para contemplar su belleza, ni que esperar por Caravaggio para socializarla. La Bruja Mala de Blanca Nieves no necesitaría cargar con su pesado espejo para saber quién es la más bella entre las bellas. Porque, reconozcámoslo, quién necesita ir hasta la laguna cuando lleva la laguna con forma de smartphone en su bolsillo. Quién, preguntar por el criterio único de un pedazo de vidrio por muy mágico que sea, cuando tiene un millar de seguidores en la pintoresca corte de las redes sociales para asegurarle que sí, que en efecto, es la más bella entre las bellas.
Las sociedades modernas se han convertido en megafábricas de producción en serie de selfies, de selfistas. Y digo en serie porque aunque la materia prima -que somos usted, yo, él y ella- podría parecer diversa, el resultado es (casi) siempre el mismo: una mueca sobre la alegría que a base de prueba y error termina por ser rigurosamente diseñada, memorizada y repetida. Una pose desde la que el planeta selfie deberá enterarse de lo bien que estamos, física y emocionalmente, y que por tanto debe parecerse cuanto sea posible a la belleza, y sobre todo, a la felicidad.
A estas alturas, cualquiera podría pensar que no me gustan los selfies. Cualquiera tiene razón. Y no porque pretenda exonerarme del Narciso que llevo dentro -hay cosas primitivas de las que nadie puede escapar-. No me gustan porque nos uniforman la sonrisa y los recuerdos. No me gustan por hereditarios. Sé de niños que han aprendido primero a selfiarse que a jugar. No me gustan por prestarse al falso testimonio, porque me recuerdan la pose del payaso. No me gustan porque en su (in)cultura hemos desaprendido a disfrutar de los paisajes, del arte, del sitio diferente, sin que nuestra cabeza flote en el encuadre. Porque nos han cambiado el placer de observar la montaña, la pintura, la plaza con su gente, por el del riguroso chequeo post flash que confirme que la mueca uniforme está correcta y por tanto, lista para socialización.
Hay, desafortunadamente, una forma variante de selfie que lamento aún más que la anterior. La que acostumbro a denominar como: el Selfie Militante. Ese momento en el que el sel (sur)fista se para frente a su muro y dispara, entusiasta de sí mismo, su –mírenme, aquí estoy protestando porque un niño sirio se ahoga en la primera plana de los principales de medios de prensa del planeta; aquí porque unos extremistas han arrasado con el Consejo Editorial de una revista en Francia; porque ha muerto un león famoso; porque una periodista ha puesto una zancadilla a un padre y sus hijos refugiados; porque colonos han quemado a un niño en Palestina o porque un director de teatro ha sido despedido. ¡Ah! y mírenme aquí, qué lindo mi arcoíris, porque una Corte Suprema ha legalizado el matrimonio entre homosexuales.
No me malinterprete, evite el juzgamiento en modo selfie. Hacer militancia ante cada una de esas causas me parece algo necesario. Imprescindible. Montarse en la ola de la protesta y usarla porque es fondo de moda, no. Lejos de ser militancia, esta pose ni siquiera llega a ser preocupación o expresión real. Es surfing. Lo dicho, forma alternativa de selfie. Y como todo selfie que se respete tiene obsolescencia programada. Basta que cada una de ellas salga de los titulares, es más, basta con haber coleccionado una decena de “Me gusta” para que los “selfimilitantes” se sientan satisfechos con su pose y se marchen de ellas para siempre. Sin importarle que más de 70 Kurdi se hayan ahogado después de Aylan, que 39 000 niños y decenas de leones sin nombre mueran cada año en el país donde murió Cecil. Sin haber presenciado la obra de su victimísimo director y sin analizar, por ejemplo, las consecuencias que en cualquier lugar tiene calificar de fascismo el proceder de una persona o institución empleadora.
Me pregunto cómo habrían reaccionado los “selfimilitantes” ante el desafío analítico que les planteaban las viñetas del periódico francés satirizando la muerte de Aylan Kurdi para denunciar la posición de Europa ante la crisis de los refugiados sirios. Me pregunto cuántos continuarían siendo Charlie Hebdo.
Me pregunto, en instantes en que París está nuevamente bajo ataque, cuántos serán capaces de juzgar la insuficiencia de haber sido sólo por un selfie, Charlie Hebdo. Cuántos entenderán, ante la dolorosa realidad de los cadáveres en las aceras de la “ciudad luz”, que necesitamos superar el espíritu de turistas con que nos acercamos a los problemas que afectan a nuestras sociedades, si realmente queremos cambiarlas. Me pregunto, en fin, si seremos capaces de algo más que escribir hoy en nuestros muros de Facebook: Todos somos París.
Si, la masificación de la estupidez.
Me pergunto, en fin, de que eres capaz tu anti- selfmilitantes en este momento de dolor para el mundo. Basta de palabrerías y no utilices tragedias como estas para tocar un tema que, aunque real, no es lo que mueve al mundo a cambiar su foto de perfil y acogerse a posters de “Pray for Paris “. Como me encuentro a millas de distancia de París, como no tengo millones de dólares para abrigar a millares de inmigrantes sirios, o para crear programas contra la caza furtiva, como no poseo súper fuerza para detener las guerras, como no dirijo organizaciones gubernamentales para unir al mundo; hoy cuando París sangra yo lloro y me acojo a esa corrida de selfistas que acompañan su foto de perfil para desde Brasil, sin más que mi corazón adolorido rezar por París y por el mundo. Ahora me pregunto, en fin, ¿de que eres capaz tu?
Bravo et chapeau… Un grande artículo que muchos tendrían que interpretar.
El selfie: reinforzar y validar el ego que anda tanbaleandose a traves de desconocidos. Solicitar de forma velada la aprobacion de extranos cuando la auto-confianza y la auto-estima falta. Necesidad desmedida y a veces patologica de protagonismo pueril. Aspirantes frustrados a divas y divos. Inconciencia o desconocimiento de lo que debe ser privado para que sea valioso . Practica que esconde el yo autentico. Mas un largo etc.
Señorita Ariadna, sin ánimos de ponerme en uno u otro lado, le digo que si bien podemos poner en nuestro muro una foto con la cara rayada a modo tricolor (entre los que me incluyo) no es lo único que necesitamos hacer. No somos superheroes pero haciendo lo que está en nuestras manos, lo más simple, lo más insignificante siempre que sea bueno estamos haciendo lo correcto. No podemos cambiar el mundo, pero al menos si mejorarlo o por lo menos no hacerlo un lugar peor. Saludos.
Amilkar te he leído muchas veces y creo que eres un excelente periodista. Te admiro y te tengo gran cariño. Sin embargo, y me disculpo de antemano si mi juicio te incomoda, creo que esta vez son muy duras tus letras con aquellos que de alguna forma nos solidarizamos con esta tragedia. Si bien el tema general es total y absolutamente acertado respecto a lo teatral de la vida moderna en las redes, creo que llamar “payasos” a aquellos que mostramos hoy nuestra empatía, es bastante severo. Un saludo inmenso.
Estimadas Ariadna y Kriz -así como todo futuro lector-:
Inicialmente les agradezco por la lectura del texto y sus comentarios. Todo cuanto pueda alimentar el análisis y el debate, es bienvenido. Hace algunos días escribí que el periodista tiene la responsabilidad de inflamar, de desafiar a su lector, de lo contrario, en poco o nada le estaría aportando. Asumo con cada texto esa creencia, y por tanto las inflamaciones que de ella se deriven. Intentaré enriquecer -que no explicar- algunas ideas, basado en sus comentarios, y en dos puntos que me parecen medulares. Primero: entiendo que por haber sido publicado en un momento de sensibilidad extrema, los comentarios sean referidos fundamentalmente a la solidaridad en torno a los atentados en París. Pero el texto se refiere e incluso menciona problemas tan importantes como el de los atentados, tiene por tanto fronteras mayores, respecto a las que espero el lector también reflexione. En segundo lugar -ya situándonos en la parte referida a los atentados -si su frase (Todos somos París o Pray for Paris) y su bandera izada no son fondo de moda para selfie, sino expresión real de consternación, de apoyo, entonces -en este caso- la expresión “selfimilitante” no se refiere a usted. Cito: “No me malinterprete, evite el juzgamiento en modo selfie. Hacer militancia ante cada una de esas causas me parece algo necesario. Imprescindible”. Mi texto -que es ya una propuesta, estimada Ariadna, una forma de hacer- defiende que no permitamos que nos “occidentalicen” y mediaticen las preocupaciones, la solidaridad. Defiende que el masivo apoyo y las condolencias de hoy, se traduzcan en sistematicidad de la preocupación y la denuncia mañana. Defiende que actuemos no sólo ante el horror extremo de la muerte, sino ante las injusticias, las pequeñas y grandes barbaries diarias, ocurran donde ocurran, y que sumadas conducen a actos como los que acaban de suceder en París. Defiende que nos incorporemos a la denuncia sistemática con tanta masividad como nos incorporamos a la compasión. Porque la compasión es aliciente, no remedio. Defiende que pasado el luto, la tristeza, no pase la exigencia ante los responsables de estos y otros hechos que afectan a nuestras sociedades, estén del lado que estén. Defiende, en fin, que cuando arriemos la bandera francesa -o cualquier otra bandera-, no olvidemos que las causas por la que la izamos siguen ahí, y que si no continuamos denunciándolas, debatiéndolas -todas, absolutamente todas – algún día no muy lejano, dolorosamente, volverá a tener que ser izada. Un saludo, Amilcar
Pues te digo: Yo tambien puse sobre mi foto del muro en FB la bandera de Francia y hasta hubiera cantado La Marsellesa si me la supiera. Me parecio oportuna la tendencia. Y si mañana veo la de Siria. Palestina o cualquier otra me la engancho. Lo hice porque lo pense para hacerlo, porque me conmovio, no por tendencia. Que todo es un dilema, por dios!
Excelentes reflexiones. Siempre me llamó la atención la mujer que le dice a su pareja en las redes lo que puede decirle al oído. Extraños que somos los humanos ¿no? Parece que el amor no es lo importante, sino la imagen que nos revela. En cuanto a la solidaridad, cualquier medio es bueno para patentizarla, lo que claro, el momento exige que se trascienda el simple “me gusta”
gracias por recordar la cantidad de bobería y futilidad q uno tiene q sufrir todo el día en la web, es que, como otra manifestación de ese bicho primitivo y peludo q aún tenemos dentro, el dejarse arrastrar por las modas es parte de nuestra condición humana, de la peor parte de ella, así terminamos aclamando a Hitler y Stalin
Y tu qué estás haciendo para cambiar el mundo? Escribir un artículo sobre el selfie? Por qué mejor no escribiste un artículo sobre los 39.000 niños y las decenas de leones, eso hubiera sido más informativo y hubiera traído muy necesitada atención a esos problemas. Pero escogiste escribir sobre el selfie y el narcisismo y banalismo humano. Que dice eso de ti? Que eres igual a los demás excepto que tú, ni siquiera eres Paris.
¡Qué simpático! ¡Todo el mundo sufre por París e incluso se debate sobre ello en un artículo de selfies! Yo también he puesto mi foto tricolor, pero curiosamente no me ha llegado ninguna aplicación para poner en mi perfil la de Siria, Afganistán u otros muchos países que sufren y han sufrido mucho más por el terrorismo que París. El Medio Oriente se está cayendo pero las redes sociales y por supuesto, nosotros con ellas, solo hacemos luto por el primer mundo. Ja, es muy jodidamente divertido.
Hola excelente que hayas descrito lo que estamos viviendo en el mundo de la tecnología tiene sus ventajas claro pero me parece pérdida de tpo los selfies. Estén o no de acuerdo los amantes de esa nueva moda q nos obstruyen pero al menos yo espero q sea la última moda tecnológica…Que nos espera ?