Nuevas disposiciones legales para proteger a las madres que trabajan y estimular la natalidad entraron en vigor desde este viernes en Cuba.
Las medidas, publicadas en la Gaceta Oficial, incrementan los beneficios del período de maternidad, amplían la participación remunerada de otros familiares en el cuidado de los hijos (hasta ahora solo limitada a la madre o el padre) y favorecen a las trabajadoras del sector privado con dos o más hijos menores.
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— MINSAPCuba (@MINSAPCuba) 10 de febrero de 2017
Uno de los decretos publicados establece que si la mujer se reincorpora al trabajo una vez concluida su licencia de maternidad y antes de que su hijo cumpla el año de vida, recibirá junto a su salario la prestación social a que tendría derecho si no se reincorporara, la cual representa el 60 por ciento de dicho salario.
La ley precisa que las cuantías de las prestaciones mensuales no pueden ser inferiores al salario mínimo vigente en Cuba –225 pesos cubanos (CUP)– y en caso de que suceda así, serán elevadas a dicha cifra.
Además, si la madre trabajadora posee más de un empleo tiene el derecho de percibir la prestación económica y social por cada uno de sus contratos, en proporción al tiempo real trabajado.
Otra de las disposiciones permite que los abuelos maternos o paternos que sean trabajadores, puedan recibir la prestación social ascendente al 60 por ciento de su salario promedio mensual por el cuidado de su nieto hasta su primer año de vida. Hasta el momento este era un derecho del que solo podían gozar la madre o el padre del niño.
También fue dispuesto un nuevo tratamiento para el pago de los círculos infantiles (guarderías) y escuelas de régimen seminterno por parte de las madres con dos o más hijos. Aquellas madres de dos niños pagarán solo un 50 por ciento de la tarifa vigente para ambos centros, al tiempo de que si tienen más de dos hijos, se eliminará el pago por estos servicios a partir del tercero.
Por su parte, a las madres trabajadoras del sector no estatal (cuentapropistas) que tengan dos o más hijos menores de 17 años, se les reducirá un 50 por ciento de las cuotas mensuales del Impuesto sobre Ingresos Personales.
También se beneficiarán con una reducción del 50 por ciento de sus cuotas mínimas mensuales los trabajadores por cuenta propia que ejercen las actividades de “Asistente para el cuidado de niños” y “Cuidador de enfermos, personas con discapacidad y ancianos”.
Esta última medida se dirige directamente al progresivo envejecimiento poblacional a que asiste Cuba desde hace varios años, fenómeno acentuado por la baja natalidad y los índices de emigración entre jóvenes.
En Cuba, el 19,3 por ciento de la población tiene más de 60 años, mientras la esperanza de vida al nacer alcanza ya los 78,45. La tasa global de fecundidad desde hace más de tres décadas no supera los 2,1 hijos por mujer, necesarios para un adecuado reemplazo poblacional. En 2015 apenas llegó a 1,72.
Disposiciones anteriores del gobierno cubano han sido la construcción y reparación de los asilos de ancianos, determinados beneficios materiales a mujeres de partos múltiples, y el otorgamiento priorizado de subsidios para reparación de viviendas a madres de tres o más hijos menores de 12 años en varios municipios orientales de Cuba.
Muy buenas las medidas. Pero: ¿Por qué la diferenciación de beneficios entre trabajadores por cuenta propia y estatales, en los casos de madres con más de dos hijos que los tengan al cuidado de círculos infantiles, etc.? Disposición rotundamente discriminatoria en un Estado supuestamente diseñado para “todos y para el bien de todos” (según nuestro Apóstol, quien ¿acaso no se dice que fué el autor intelectual del Moncada?). Aquí no está presente para nada la igualdad, ni siquiera la equidad, y sí la discriminación. Porque los cuentapropistas pagan al Estado sus impuestos (y extremadamente altos, por cierto), y el fruto de su actividad redunda -inclusive muchísimas veces más que el de la estatal- en beneficio de la sociedad. Y eso está hartamente comprobado por la práctica cotidiana.
En cuanto a la campaña en pro del incremento de la natalidad, pudiera estar bien. Especialmente si se tiene alguna esperanza de que cuando esos niños lleguen a la edad laboral el país esté en condiciones de ofertarles una vida mejor. Pero si para entonces continuaran vigentes los patrones económicos y sociales que hoy nos asfixian, no se habrá hecho nada. Al contrario. Habremos aumentado las bocas y no el modo de alimentarlas.
Y en cuanto al envejecimiento actual de nuestra sociedad (que inspira la campaña a la que nos referimos arriba), ¿quien tiene la culpa? Hay cada vez menos jóvenes, es cierto. Y la tendencia es que eso continúe en aumento, porque la mayoría sólo piensa en emigrar (!hasta para Haití o Guyana, increíble pero cierto!), y no en poner sus potencialidades al servicio de un gobierno que sólo exige de ellos anuencia y sacrificio. Y los jóvenes han visto que eso fue lo mismo que año tras año, década tras década, se exigió de sus mayores en pro de un futuro que nunca llegó. Y que por el camino que llevamos nunca va a llegar, comprobado está. Y se van, y se van, y esto es la de nunca acabar. Por tanto, repito la pregunta: ¿de quién es lal culpa? Y esa pregunta tiene varias y muy amplias respuestas, al gusto y conveniencia de cada quien. Pero no podemos cambiar a los que supuestamente nos agreden. Empecemos por no agredirnos más a nosotros mismos con esta “historia interminable”.