Socialización con desconocidos, cibererotismo, sexo ocasional e intercambio de archivos, entre otras prácticas, son descubrimientos desplegados por algunos usuarios cubanos a través de una aplicación móvil que les permite interactuar sin necesidad de estar conectados a Internet.
Poco, muy poco, han de imaginarse los desarrolladores de la empresa china Dew Mobile Inc. sobre los usos de su aplicación Zapya entre quienes tienen un teléfono móvil “inteligente” offline.
La facilidad con la que permite intercambiar archivos entre dispositivos móviles ha hecho que Zapya se popularice. Con la misma lógica del bluetooth, el Zapya aprovecha la señal WiFi de los propios teléfonos para sincronizarlo con otros y permitir así el intercambio de aplicaciones, juegos, archivos multimedia y un chat público. Toda una red social fuera de los ámbitos de Internet, y donde cada usuario es su propio proveedor de servicio.
Noches bit
Cae el crepúsculo sobre la ciudad de Santa Clara. Una vez que el sol desaparece, el céntrico parque Leoncio Vidal vive su esencia ecléctica, casi cosmopolita. Llegan personas de todas partes de la ciudad; mucho más ahora, luego de que allí se instalara el primer punto WiFi de esta urbe.
Junto a los usuarios de las cuentas Nauta otros pequeños grupos confraternizan de manera gratuita (y digital) con desconocidos que deambulan por el entorno.
“Un sonido avisa que ya estás listo —afirma el jovencito Carlos Alberto González, desde un banco del parque, frente al teatro La Caridad— y uno lo primero que hace es revisar qué aplicaciones tiene la otra persona. Pero luego si se da la situación te pones a conversar por el chat, o al menos preguntas algo relacionado con el teléfono. Hay veces que se conectan jevitas y bueno, uno intenta escribirles pa´ sacar guara”.
Para llegar a este punto ha bastado con crear un grupo —Zapya permite que un dispositivo funcione como servidor de red, para otros usuarios conectados— o buscar alguno existente para unírsele.
Ardiel Mesa Betancourt se reconoce a sí mismo como adicto al parque, “porque hasta ahora es el lugar más atractivo de Santa Clara, ni siquiera el Mejunje”, según afirma. “A veces me conecto a Internet para actualizar las aplicaciones de mi teléfono. Pero eso no se puede todos los días. Si nos ponemos a gastar 2 CUC cada hora nos arruinaríamos. Así que me conecto a Zapya para ver si alguien tiene aplicaciones nuevas, o versiones actualizadas. No converso mucho, porque el chat es colectivo, y se conectan una pila de gente para hablar de cualquier cosa”.
Sexo bit
Entretenido en su teléfono móvil Alejandro Antonio González se llevó una sorpresa el día que constató lo que hasta ese momento creyó más broma que otra cosa: el Zapya sirve también para pactar citas de sexo ocasional, de la índole que fuere.
“Un día me pongo a chatear con un muchacho. Y resulta que lo tenía a mi lado. Habíamos hablado por un buen rato y entramos en confianza. Noté que se sentía algo triste. Cuando indagué un poco más, me relató la historia que acababa de vivir: venía de tener sexo en grupo con otros tres muchachos que había conocido por el chat de Zapya. Me dijo que se sentía raro porque nunca había hecho algo así”.
Y agrega: “Yo había tenido conversaciones pasaditas de tono con algunas personas. Pero creí que todo se quedaba ahí, en esas fantasías, hasta que conocí a este muchacho. Y ya me han dicho que eso se está haciendo normal aquí en el parque”.
“Muchos comparten fotos. Pueden ser fotos artísticas, o fotos bonitas. Si haces confianza puedes enviar fotos personales. Pero existe un porciento altísimo de gente que envía fotos pornográficas. Y videos se pueden mandar también, para quien lo quiera. Claro, no es mi caso”, asegura Mesa Betancourt.
Por historias como esas es que algunos adolescentes, casi siempre mayores de 15 años, llegan con ánimos de explorar su vida sexual sin demasiados compromisos. Basta hacer la prueba: conectarse un momento al Zapya, mirar los nicknames que afloran y enrolarse en ese juego de frases eróticas y provocativas para percatarse de que al menos en palabras, el sexo está presente.
El problema es que es difícil distinguir quién lo busca de verdad y quién juega una broma. Dos muchachas, de apenas 20 años de edad lo cuentan así: “Venimos a dar chucho. Los muchachos se vuelven locos cuando una mujer les escribe cosas sensuales, y les hablamos de tríos y esas cosas. Nos reímos cantidad. A veces nos sacan, porque tenemos que echar competencia con los gays, que andan en lo mismo con los hombres”.
Una de las principales características que funcionan como atractivo en los chats es el anonimato. Los usuarios tienden a ocultar y/o asumir rasgos de personalidad de acuerdo con sus propias necesidades, al igual que roles en la sociedad, estatus, ocupaciones o empleos, con la finalidad de agradar o convencer al otro. Esa idea se ha transferido a un servicio off line como Zapya.
La Dra. María Teresa Rodríguez Wong, especialista en temas de las nuevas tecnologías en el departamento de Psicología de la Universidad Central Marta Abreu de las Villas, apunta que existen “estudios que sugieren la existencias de determinadas predisposiciones en las características psicológicas de las personas que se familiarizan de esta manera con las nuevas tecnologías”.
“Muchas de estas personas tienen frustraciones con el físico, o con las parejas sexuales, o problemas de autoestima e identifican las relaciones virtuales, como una manera de suplir esas carencias. Lo malo está en que casi siempre lo que ocurre es un reforzamiento de esas carencias, no lo contrario”.
“Pero ello no quiere decir que sea una constante. Hay personas que simplemente se acercan a un chat con fines de pasatiempo. Habría que valorar hasta qué punto se establece una dependencia de los jóvenes a esta aplicación de la que hablamos, pues tiene las bases para convertirse en un fenómeno social mientras no haya Internet”, aclara la psicóloga.
Red social
Lo dice el dicho, “a falta de pan, casabe”. El Zapya junto al IMO o el Conectify son aplicaciones muy populares ya en Cuba. Los usuarios le han encontrado utilidades no previstas que resuelven muchos problemas usualmente solucionables en el universo de la web en Internet.
Los cubanos, sobre todo los más jóvenes, aprenden rápidamente a utilizar soluciones alternativas. Mucho se han difundido los smartphones, y los dispositivos con conectores USB ya son muy corrientes.
Las autoridades de telecomunicaciones han informado en estos días que se espera cerrar el año con 65 puntos de acceso inalámbrico y se proyecta llegar al final de 2016 con 145. Mayra Arevich, presidenta de ETECSA, comentó en reciente entrevista con el portal CubaSí que en Cuba existen 3 millones 287 mil de líneas de telefonía móvil, y de ellas, poco menos de la mitad, 1,2 millones, usan cuentas de correo Nauta. Diariamente se habilitan unos 2000 usuarios.
“La población quiere estar conectada. Y no lo quiere de la misma manera que hace tres años”, dijo la funcionaria, quien pidió que “se confíe” en el trabajo de la empresa y en los resultados positivos en el aumento de la ansiada y necesaria conectividad.
En cuanto a las tarifas, dijo que su reducción depende “del desarrollo de la infraestructura y de las condiciones del mercado”. Hasta el momento solo se ha registrado una reducción, cuando el precio de la hora de navegación bajó de 4.50 a 2 CUC, y el ciclo de vida de las cuentas permanentes Nauta aumentó de 30 a 360 días.
Nom caigan en los extremos. Gastarse CUCs para chatear con alguien que esta al lado no es una idea muy inteligente. No hay nada mejor que el don de la palabra para conocer personas. No hagan lo mismo que en otras sociedades donde ya la gente cena en familia mientras todo el mundo esta conectado a la internet y ni siquiera se conversa.
Si para esto quieren Internet, ahorrense su dinero y el de sus familiares. Y no acepten mas los precios de explotación de ETECSA.
Como diría Pardo Llada: qué desparpajo. Si los “marcianos” aún no han llegado, qué será de mi Cuba, qué será de ese pueblo de Santa Clara cuando lleguen…