Pocos entran al Floridita si no es a tomarse un daiquirí. El bar más famoso de Cuba –inaugurado en 1817 con el nombre de La Piña de Plata, en la esquina habanera de Obispo y Monserrate– es también la casa de este célebre coctel, el segundo que más se vende en el mundo detrás del margarita.
Fue el inmigrante catalán Constantino Ribailagua (Constante), propietario del lugar desde 1918, quien perfeccionó la mezcla surgida en una playa de Santiago de Cuba y mereció los elogios de figuras como el escritor estadounidense Ernest Hemingway.
Para celebrar los dos siglos del bar, no podía haber mejor manera que un concurso de cantineros. De bartenders reconocidos en el prodigioso arte de preparar Daiquirís. De campeones.
El Evento Internacional de Cantina Rey de Reyes, puso por primera vez tras la barra del Floridita a ocho ganadores del concurso Rey del Daiquirí y otros destacados bartenders de Cuba, Argentina y los Estados Unidos.
Del 4 al 6 de octubre, con los maestros cocteleros del bar como jurado, los concursantes debieron mostrar sus habilidades ante más de 200 invitados de naciones como Italia, España, México, Canadá y Francia, convocados por la International Bartenders Association (IBA, por sus siglas en inglés).
Entre una docena de contendientes, mereció la corona el cubano Adrián Ravelo, representante del Hotel Meliá Habana Libre. El cantinero aseguró a OnCuba sentirse “conmovido” por ganar una competencia exclusiva, en la que, dijo, no improvisó sino mostró lo que hace “día a día detrás de la barra”.
“Soy un gran defensor de nuestra cultura y me gusta hacerle ver a mis clientes lo que somos. Mi trabajo me permite hablar de nuestras tradiciones, la riqueza del baile, el tabaco, el café, el ron y la sabrosura de los cubanos”, explicó el Rey del Daiquirí de 2012, ahora Rey de Reyes.
Por su parte, Mario Luis Acosta, subcampeón del concurso y cantinero del bar-restaurante privado Wahoo!!, opinó que “el Floridita ha recogido lo más autóctono de la idiosincrasia y la cantina de los cubanos y nos ha dado un legado de profesionalidad y buen trato que todo cubano, aunque no pertenezca al sector de la gastronomía y los servicios, debiera seguir”.
Único finalista del sector privado y ganador de la versión cubana del Concurso Beefeater MIXLDN en 2016, Acosta también resaltó que el evento permitió mostrar la calidad del servicio de los establecimientos no estatales en la Isla.
Mientras, el también cubano Reynier Ernesto Rodríguez se adueñó del tercer lugar. Bartender del Hotel Meliá Cohíba, dijo a OnCuba que la pasión por lo que hace está en la capacidad de crear, de satisfacer las “pequeñas o grandes expectativas” de los clientes.
Esa mezcla de pasión y creatividad es indispensable para la preparación de cocteles, “si se desea hacerlo bien”, afirma. Y el reconocimiento que le hiciera del jurado confirma sus palabras.
El Floridita, a pesar de los pesares
Ariel Blanco, director del Floridita, consideró que el certamen demostró que, a pesar de las recientes medidas de los Estados Unidos para frenar “el ascenso vertiginoso” de las visitas de estadounidenses a Cuba, el bar-restaurante está “en su mejor momento”.
Según Blanco, se estima que el Floridita acoge al 80 por ciento de los estadounidenses que llegan a La Habana. Antes de los recientes anuncios del Departamento de Estado, los visitantes de los Estados Unidos representaban la mitad de la clientela del bar, cuyas ventas se vieron disparadas tras el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países.
El Daiquirí es también un símbolo de los vínculos entre Cuba y los Estados Unidos.
Sin nada más que ron blanco, limón, azúcar, unas gotas de marrasquino y hielo seco frapeado, el coctel mantiene unidos en la memoria a Constante y Hemingway. “El uno fue el padre de la cantina antillana, el hombre que llevó el Daiquirí a lo que es hoy; el otro, el genial escritor que nos honró con su presencia y del que se dice vino al Floridita cada uno de los días que pasó en La Habana”, cuenta el director del bar.
También desde los Estados Unidos llegó al concurso T.J. Palmieri. Por tercera vez en la Isla, fue único concursante estadounidense que asistió al Rey de Reyes. En su imaginación, comenta a OnCuba, “el busto de bronce de Hemingway parece estar esperando a que Constante le prepare un Daiquirí”.
Palmieri dice amar “cada minuto” de su tiempo en Cuba. “No he estado inseguro ni por un segundo. De hecho, he sentido la seguridad que no tengo a veces en Miami”, asegura.
En su opinión, los cantineros cubanos son como una familia y la experiencia vivida en los días del concurso “se da una sola vez en la vida”.
Por su parte, el argentino Christian Delpech, 19 veces campeón mundial de estilo flair (acrobático), confiesa que “estar en la barra del Floridita, incluido por la revista Esquire en 1953 entre los mejores siete bares del orbe, es un sueño para cualquier cantinero”.
Sobre el concurso Rey de Reyes opina que “fue un evento grande, bien organizado. La energía en Cuba es increíble y por eso me encanta venir”.
Criterios como el de Delpech se repiten entre participantes e invitados. El certamen resultó el colofón perfecto para la jornada del bicentenario del bar habanero empeñado, en palabras de su director, en “renovarse sin perder la tradición, sin romper la línea clásica lograda por Constante”.
El Floridita ya tiene su Rey de Reyes y el mundo sigue teniendo, por suerte, al Floridita.