Una especie de simios llamados bonobos tiene mucho que enseñarnos sobre nosotros mismos. Viven solo en la orilla izquierda del río Congo, en ese país; están en peligro de extinción y en los últimos años se han hecho célebres tras ser descritas con detalles las característica de su “vida sexual”.
El asunto es que los bonobos solucionan sus relaciones de estrés y conflictividad a través del sexo. Entre ellos no predominan las peleas por liderazgos, comida, apareamiento, territorio. Todo eso lo solucionan con sexo: rápido y eficaz. Su comportamiento es prácticamente único en el reino animal, solo comparable con algunas actitudes de la cultura humana. Ellos ponen en entredicho la idea de que las relaciones sexuales en los animales tiene solo una motivación reproductiva. Pero no es esto lo único que los hace peculiares.
La población de estas criaturas se ha reducido a 20,000. “Pese a la protección que le otorgan las leyes congoleñas, sigue amenazado por una serie de problemas que ya nos resultan demasiado conocidos, en particular la pérdida de hábitat y la caza para la venta y consumo de su carne” según explica National Geographic.
En bantú el término “bonobo” significa ancestro y por algún tiempo fue confundido con el chimpancé. De hecho se le conocía como Chimpancé pigmeo. No fue hasta el año 1928 que el zoólogo alemán Ernst Schwarz lo identificó como un primo de estos simios antropomorfos.
Un año antes el zoólogo belga Henri Schouteden midió el cráneo y la piel de una hembra que parecía ser de chimpancé, pero consideró que el cráneo era “curiosamente pequeño para una bestia de dimensiones similares”.
Se estima que hace unos 900,000 años se separaron estas especies, parientes cercanas del Homo sapiens.
Los bonobos, de extremidades largas y delgadas, son algo más pequeños y menos robustos que los chimpancés. Ambos comparten un ADN muy similar y con los humanos apenas una variación de 1,3 por ciento.
A diferencia de los chimpancés los bonobos son pacíficos, y suelen establecer relaciones amistosas. Las hembras suelen ser líderes de los grupo y no existen machos dominantes.
Juegan toda su vida como forma de socialización grupal, y cuando lo hacen, ríen. En los chimpancés solo ocurre en los primeros años de vida.
Al caminar los bonobos van erguidos alrededor de un 25 por ciento de su tiempo. Pero lo que más ha llamado la atención entre la comunidad científica es su sexualidad.
Las hembras no entran en celo solo para reproducirse, como es habitual en el comportamiento de la mayoría de las especies, sino que permanecen “disponibles” todo el año. A través de las “relaciones amorosas”, si se permite la frase, se mantiene el equilibrio del grupo.
Los bonobos practican una diversidad llamativa de posiciones sexuales. Una de ellas “muy humana” es en la quedan frente a frente, lo que les permite mirarse a los ojos.
Según describe el biólogo Frans de Waal: “Mientras que el chimpancé presenta escasa variación en el acto sexual, los bonobos se comportan como si hubieran leído el Kamasutra y adoptan todas las posturas y variaciones imaginables”.
Estas costumbres sobrepasan el mero sexo en función reproductiva y establecen una marca de convivencia y conexión en el grupo.
Se sabe que en situaciones tensas los bonobos, en vez de ir a la guerra, tienen sexo en encuentros fugaces que pueden llegar a durar tan poco como 15 segundos, y pueden repetirlos cuantas veces sea necesario durante el día para traer la paz.
Sus primos más cercanos, los chimpancés y los gorilas, solucionan los conflictos usualmente imponiendo la jerarquía a través de la violencia, y en ese orden se establecen las prioridades grupales y sexuales.
Los bonobos, tras una o varias sesiones de sexo “amoroso” o “afectivo”, organizan el acceso a los alimentos y la distribución de roles sociales de forma mucho más relajada e igualitaria. Así, se estila que entre el grupo se reparta la comida y con ello las alianzas sociales.
Los científicos han sugerido que estas actitudes de los bonobos pueden estar vinculadas a que han podido disfrutar de abundancia de vegetación para su alimento en esta zona del río Congo, y que además no ha tenido la competencia de otros simios y en particular los gorilas que viven en la otra rivera.
Este estado de libido exaltado y de conciliación orgiástica no excluye definitivamente las peleas, sobre todo entre machos, pero sí las contiene y distiende, por lo general con la intervención de las hembras.
Pero no solo practican el sexo hetero. Y he aquí otra sorpresa evolutiva. La diversidad sociosexual de estos simios sorprende, pues no se reducen a las cópulas entre machos y hembras adultos, sino también entre adultos del mismo sexo, o adultos y juveniles de cualquier sexo, o entre juveniles, y todas las variantes. No hay barreras para el fin último que es la paz.
Se trata de una adaptación evolutiva de los bonobos que se adelanta a la revolución humana de los colores, que persigue, en esencia, los mismos objetivos.
National Geographic lo describe así: “El abanico de actividades incluye besos en la boca, sexo oral, manipulación genital, entrecruzamiento de penes entre dos machos, un macho montado por otro macho y frotamiento genital entre hembras en celo”.
Un todo en uno: el sexo como instrumento para sellar amistades, solidaridades duraderas y placer.
Estos simios antropomorfos con sus relaciones alegres y “despreocupadas” dejan un mensaje evolutivo inapreciable al ser humano.