La fastuosa producción fue el momento cumbre de la temporada 1999-2000 de la Ópera de Washington. “El Cid”, la obra de Jules Massenet sobre el legendario conquistador español, contaba con la actuación estelar de alguien con una reputación igualmente legendaria: Plácido Domingo, entonces director artístico de la compañía.
La ópera, que estaba siendo filmada en formato de alta resolución y transmitida por el canal PBS, era indudablemente la gran oportunidad profesional para una cantante de 28 años llamada Angela Turner Wilson, quien desempeñaba uno de los papeles estelares y había sido elogiada en las reseñas. “Yo sabía que ése iba a ser el comienzo de grandes logros para mí”, recordó recientemente la cantante.
Pero una tarde antes de la función, dijo, cuando ella y Domingo estaban uno al lado del otro colocándose el maquillaje, él se levantó de la silla, se paró detrás de ella y colocó las manos sobre sus hombros. Ella lo miraba en el espejo cuando, de pronto, le deslizó las manos debajo del sostén, dentro de su bata y le tocó los senos, recordó.
“Me dolió”, dijo la cantante a The Associated Press (AP). “No fue suave, me apretó duro”. Añadió que después Domingo se dio media vuelta y se fue, dejándola atónita y humillada.
Wilson, hoy de 48 años y profesora de canto en Dallas, es una de 11 mujeres que hablaron después de que la AP reportó el 13 de agosto que numerosas mujeres acusaron a Domingo, nacido en España y casado desde hace muchos años, de acoso sexual, conducta lasciva y de perjudicarlas profesionalmente si lo rechazaban.
En las semanas posteriores a la publicación de la historia, las mujeres han dado a conocer más historias sobre encuentros con Domingo, quien es actualmente director general de la Ópera de Los Ángeles. Según ellas, hubo manoseos no deseados, persistentes pedidos de reuniones privadas, llamadas telefónicas nocturnas y súbitos besos en los labios.
Varios empleados de las salas de teatro narraron a la AP cómo protegían a las jóvenes del cantante mientras la gerencia hacía la vista gorda.
Tomados en su conjunto, los relatos refuerzan la imagen de una industria en la cual la conducta de Domingo era un secreto a voces y las jóvenes mujeres quedaban indefensas.
La vocera de Domingo rechazó en un comunicado los señalamientos, pero no ofreció detalles.
“La continua campaña de la AP para difamar a Plácido Domingo no es sólo desacertada sino carente de ética. Estos nuevos señalamientos están llenos de incongruencias y, al igual que el reportaje inicial, en muchos aspectos, simplemente equivocados”, dijo la vocera Nancy Seltzer. “Debido a que la investigación está en curso, no daremos detalles, pero enfáticamente rechazamos la imagen engañosa que la AP está tratando de pintar del señor Domingo”.
Wilson dijo que se animó a hablar tras enterarse de la reacción de Domingo al reportaje de AP, en el cual aseguró que a su parecer su conducta “siempre fue bienvenida y consensual” y que “las normas y los estándares por las que, justificadamente, se nos mide hoy en día son muy distintos a los del pasado”.
Wilson rechazó la idea de que ese tipo de conducta fuera alguna vez aceptable.
“¿Qué mujer va a querer que él le toque los senos? Y dolió”, dijo la cantante. “Y después de eso yo tenía que subir al escenario y actuar como si estuviera enamorada de él”.
Melinda McLain, quien era coordinadora de producción de la Ópera de Los Ángeles en la temporada inaugural 1986-87 y trabajó también en la Ópera de Houston con Domingo, dijo a la AP que se esforzaba por evitar que el cantante quedara en las salas de ensayo a solas con mujeres jóvenes, aun cuando él lo haya pedido, y trataba de contratarle asistentes hombres.
“Creábamos todo tipo de artimañas para mantenerlo alejado de ciertas cantantes”, recordó McLain. “Jamás hubiera yo enviado a una mujer a acompañarlo en su camerino”.
McLain aseguró que otra estrategia era invitar a la esposa de Domingo, Marta, a las fiestas del elenco “porque si Marta estaba ahí, él se comportaba”.
Numerosos empleados del departamento de vestuario de la Ópera de Los Ángeles, donde Domingo ejerció diversos cargos desde la década de 1980, contactaron a la AP las últimas tres semanas para decir que trataban de evitar que mujeres entraran en el camerino de Domingo incluso recientemente, en la temporada 2016-2017, y que la gerencia supo por años de la conducta del cantante.
“Mi supervisor me dijo que evitaban que entraran jóvenes atractivas a su vestuario debido a su conducta”, afirmó una empleada que pidió no ser identificada porque sigue trabajando en la ópera y teme represalias. Añadió que Domingo era conocido por “acercarse demasiado a las chicas, abrazarlas, besarlas, tocarlas y ser físicamente afectuoso con ellas”.
Otra empleada de vestuario describió cómo una vez apenas y logró evitar que Domingo “me plantara un enorme beso en los labios”. Dijo que alcanzó a voltearse y que el beso terminó en la mejilla. Aseguró que reportó el incidente a su supervisor, quien le aconsejó no quedarse a solas con el maestro.
El hecho de que las mujeres tengan que hacer grandes esfuerzos para eludir los avances sexuales de un hombre es un clásico ejemplo de un ambiente de trabajo sexualmente inhóspito, de acuerdo con expertos.
La Ópera de Los Ángeles ha contratado a abogados externos para investigar las denuncias incluidas en el reportaje de la AP.
Domingo, hoy de 78 años, actúa regularmente en los escenarios de todo el mundo, donde llena salas enteras. Su colaboración en “Los Tres Tenores” con el fallecido Luciano Pavarotti y José Carreras produjo el disco de música clásica más vendido de toda la historia.
Muchas de las mujeres que hablaron con la AP solicitaron permanecer en el anonimato porque aún trabajan en el medio y dijeron temer represalias debido a la gran influencia que ejercen Domingo y otros hombres poderosos.
Una soprano dijo que temía no sólo por ella sino por su esposo, quien también trabaja en la ópera. Otras mencionaron la necesidad de proteger un arte que tiene dificultades en seguir siendo relevante en Estados Unidos. Y algunas más dijeron que el apoyo expresado a Domingo en Europa –y el escepticismo hacia las denuncias– les ha hecho sentir más temor y prefieren no identificarse.
La osada conducta de Domingo detrás del telón era un tema de constante discusión, según varias cantantes y otros empleados de ópera.
Una exempleada de la Ópera de Los Ángeles relató que un día Domingo la empujó contra la pared, le agarró la mano y le susurró en la oreja mientras su jefe, un hombre, miraba perplejo. Alguien debió decirle a Domingo que ello era inapropiado, comentó la exempleada, “pero no la chica con los auriculares que está simplemente tratando de hacer su trabajo”.
La mujer recordó que entre el personal corría un chiste según el cual a las jóvenes cantantes “había que rociarlas con un aerosol anti-tenor, como si fuera un insecticida, para repeler a los tenores”.
Algunas de las mujeres contaron a la AP que algunas estrategias para distraer a Domingo eran preguntarle sobre sus nietos, reír nerviosamente y fingir que no entendían cuando él les pedía sus números de teléfono o las presionaba para encontrarse después.
El barítono Robert Gardner se dijo sorprendido de que la conducta de Domingo no fuera destapada antes, “dada la reputación que él tenía en ese mundo”.
Gardner contactó a la AP para decir que él observó la conducta de Domingo con la mezzosoprano Patricia Wulf, que inicialmente fue la única mujer dispuesta a dar su nombre. Wulf trabajó con Domingo y Gardner en 1998 en la Ópera de Washington, donde el maestro fue además director general, y el barítono confirmó que Domingo insistía en invitar a Wulf.
“Yo lo veía colocándose en las salas de ensayo o en los pasillos de tal manera que pudiera acercarse a ella, y era obvio que ella lo estaba eludiendo”, dijo Gardner.
Wulf dijo a la AP que todas las noches después de la actuación, Domingo le susurraba al oído la misma pregunta: “Patricia, ¿tienes que irte a tu casa?’”
Si bien ella trataba por todas maneras de eludirlo, dice que él era tan insistente que a veces ella temía salir del vestuario si sabía que él estaba afuera. Aunque Domingo nunca la tocó físicamente, ella dice que no cabe duda de cuáles eran sus intenciones.
Tanto Wulf como Angela Turner Wilson dijeron que no reportaron la conducta del legendario cantante a la gerencia por temor a que nadie les creyera o que serían ellas las penalizadas.
Wilson dijo a la AP que copnocía la reputación de Domingo desde la tercera temporada de la Ópera de Washington, pero que intentaba convencerse de que las intenciones eran puramente profesionales cuando Domingo comenzó a prestarle atención en el otoño de 1999. Narró que Domingo se le sentaba al lado en los recesos y le decía “Te adoro, Angela”. Pero al poco tiempo se hizo evidente que él no estaba meramente interesado en sus aptitudes para el canto.
Dijo que hubo numerosas invitaciones para que fuera a su apartamento a ver el video de un papel que él quería para ella. O para salir a cenar, los dos solos.
“Yo decía, ‘No, maestro’. Muchas veces dije eso. Sentía que si decía ‘maestro’ sería más respetuoso”, recordó.
“Me la pasaba diciendo no. Le decía ‘No, no me voy a encontrar con usted. No, no me iré a su apartamento’. No, no, no”.
Poco después del inicio de las actuaciones el 30 de octubre, recordó la mujer, Domingo vino a su camerino y entró sin tocar la puerta, diciendo que quería desearle suerte en la presentación. Entonces, dijo, él añadió: “Necesito un beso. Este es un papel muy exigente y necesito un beso tuyo para que me dé fuerzas”.
Wilson dijo que ella se negó, recordándole nuevamente que ella era una mujer casada, pero él insistió.
“Recuerdo estar pensando, ‘Necesito llegar a la puerta’”, contó. “Empecé a abrir la puerta y él la cerró con fuerza, con el pie y con la mano y la mantuvo cerrada, diciendo ‘Necesito ese beso’ y no me dejaba salir”.
“Le dije, ‘Hagamos un trato, te dejo que me beses la mejilla’. Y él me besó en la mejilla y se fue. Y me asusté. Regresé a mi silla y estaba temblando. Recuerdo estar pensando ‘¡En qué problema me he metido! ¿Cómo voy a eludirlo ahora?’”.
El resto de la temporada, relató, “cerraba con llave la puerta del camerino. Mi asistente de vestuario me decía si él estaba afuera, si él estaba en el pasillo y si era seguro salir”.
Más tarde, en noviembre, recordó Wilson, se le programó una sesión de maquillaje al lado de Domingo, “y ya me parecía algo extraño… Usualmente, las grandes estrellas, especialmente los de papeles estelares, se hacen su maquillaje en sus camerinos”. Pero dijo que estuvo un poco más tranquila sabiendo que el asistente de maquillaje iba a estar ahí y que la puerta de la sala iba a estar abierta.
Dijo que cuando Domingo puso las manos en sus hombros, al principio pareció amistoso.
“No me sentí amenazada”, dijo Wilson. “Estábamos teniendo una conversación amistosa… Vino de la nada. No era como que él me dio un cumplido o trató de seducirme o nada que me hiciera pensar que yo tenía que protegerme”.
Dijo que después de que Domingo le tocó el pecho, ella soltó un grito y le preguntó al asistente de maquillaje si lo había visto. Contactado por la AP, el asistente dijo que no recuerda el incidente y se negó a hacer más comentarios.
Wilson comentó que esa misma noche llamó a su esposo y a sus padres, y que lo mismo hizo la tarde en que Domingo trató de besarla. Los tres confirmaron a la AP que ella estaba llorando de angustia cuando les relató lo sucedido.
Wilson le entregó a la AP copias de su diario, en el que escribió que los ensayos para “El Cid” comenzaron el 4 de octubre de 1999. En una entrada un mes después, ella escribió que Domingo “me ha dicho varias veces que está muy contento con mis aptitudes para el canto”, pero también “coquetea conmigo todo el tiempo… Dios, que esto no empeore”.
La temporada siguiente, ella tenía tres papeles de actuación, pero dijo que Domingo apenas y le habló.
Aunque ganó el prestigioso premio al Artista del Año entregado por esa casa de ópera en el 2000, dijo que la Ópera de Washington nunca la volvió a contratar, algo que ella atribuye a la influencia de Domingo.
“Cualquier persona que gane el premio `cantante del año’ en esa u otra compañía obviamente pensará que es el comienzo de una relación con esa compañía”, dijo Wilson. “Es como si te dijeran que hiciste un buen trabajo y queremos que regreses. Normalmente no es un adiós”.
Su carrera duró una década más antes de dedicarse principalmente a la enseñanza. Cantó en tres temporadas para la Ópera de la Ciudad de Nueva York y otras salas del país, como la de Dallas y la de Boston. Además se presentó en una cena oficial en la Casa Blanca durante la presidencia de Bill Clinton y en la inauguración de la Biblioteca Presidencial George W. Bush.
Varias de las mujeres que criticaron la conducta de Domingo expresaron también cierta admiración hacia el maestro, recordándolo como carismático y generoso, como alguien que recordaba los nombres de la gente y quien ha dejado huella en el mundo de la ópera.
Wilson dijo que entiende por qué tantos admiradores del legendario artista están teniendo dificultades para conciliar su imagen con los relatos de conducta sexualmente agresiva.
“Entiendo que para un admirador le es difícil justificar o racionalizar que alguien tan encantador y generoso en tantas maneras pueda ser así”, dijo Wilson.
Aseguró que durante años calló sobre sus experiencias con Domingo “porque pensé que nadie iba a hablar”. Pero cuando leyó la nota de la AP, dijo, se dio cuenta de que algo se podría lograr.
“Yo sé que si dejo pasar la oportunidad y me quedo callada, me voy a sentir 20 veces peor”, comentó. “Es una carga enorme como para estar llevándola la vida entera. Y cada vez que sale otro relato de #MeToo, caigo en un lugar oscuro y estoy harta de eso”.
Dijo que decidió hablar también para proteger a las jóvenes a quienes ella enseña como directora del departamento de canto de una universidad.
“La música, el arte, es maravilloso”, comentó, “y ojalá este negocio tenga por lo menos la integridad de darle una oportunidad justa a estas jóvenes”.