Quizás porque todo el mundo lo hace, no me gusta caminar por la ciudad de noche. Pero a veces no queda otra, en una de esas ocasiones, sábado en la noche, regresaba de cenar con unos amigos y pasé por la esquina de F y 23, en El Vedado habanero, muy cerca de mi casa. Al otro lado de la avenida el Salón D’Luce estaba encendido y “El Luce”, como bautizaron al hijo del electricista del pueblo El Rancho, en Caimito, estaba haciéndole un corte de último minuto a una muchacha. Miré la hora, cerca de las once, y le comenté a mi esposa: personas como Yoandry son las que necesita este país para seguir adelante. No había visto un salón de belleza prestando servicio hasta tan tarde.
Hace un par de meses no nos conocíamos, pero ya hemos compartido algunos ratos y, poco a poco, he ido entendiendo cómo esta visión fue posible. Yoandry “El Luce” comenzó pelando “machos” en el servicio militar porque no había otro que lo hiciera. Veinte o treinta diarios, a golpe de “hay que hacer lo que hay que hacer”. Sin dudas, alguna habilidad tenía, porque cuando más tarde se becó en la Universidad Agraria de San José siguió pelando a sus amigos y a otros que demandaban más atención a la estética.
Cuando llega a la Facultad de Contabilidad y Finanzas, y ya becado en La Habana, sigue pelando en la residencia estudiantil y logra sentar en el sillón a las primeras muchachas. Desarrolla nuevas habilidades y otro enfoque. Las pequeñas empresas que asumió en esta etapa junto al corte, para ganarse la vida, fueron tan variadas, tan demandantes de ingenio y voluntad que despertaron mi interés por su estilo de trabajo.
En este negocio: o se cuenta con una inclinación natural, o con una poderosa vocación de servicio. Entró en la Escuela Internacional Bella Caribe, pasando por encima de la suspicacia de medio centenar de “amigos inflexibles” que piensan que los servicios de belleza no son cosas de hombres. Y, por suerte, con el ánimo de unos pocos y una ciega determinación, se graduó dos años más tarde con los conocimientos esenciales en peluquería, barbería y masaje.
Pero lo difícil, aun con conocimiento, es insertarse en un mundo dominado por estereotipos y con una proyección completamente ajena a su espíritu. Aceptó trabajar como ayudante de un profesional, cuya paga fue el mero aprendizaje. En pocos meses estuvo preparado para rentar un espacio y aceptar sus primeros clientes permanentes. La ubicación del local –frente al popular hotel Habana Libre– lo enfrentó a clientes de toda la Isla y a muchos extranjeros, y con la práctica llegó la confianza y la certeza de haber encontrado el camino. Tres años. Logra entonces abrir su pequeño espacio, en 23 y F, todavía en construcción. Y es fabuloso ver como casi todo el resultado de su trabajo se ha reinvertido en el nuevo proyecto, como ha ido incorporando personal, depurando un estilo, más que todo de trabajo. La fuerza de la empresa y su principal virtud es el respeto y la total atención a cada cliente.
Antes de hacerme una idea prematura del proyecto me senté en cada uno de los sillones. Lo que casi todo el mundo pregona y es casi imposible de percibir, el servicio personalizado, es notable desde el primer minuto. Aumenta continuamente la cantidad de personas que ponen su imagen en las manos de Yoandry. He seguido la evolución de este proyecto que parte de cero, con vocación y talento, y sin herencias. Otros han percibido la misma energía. Emprendedores como él están condenados al éxito, y no podemos hacer otra cosa que cooperar con lo inevitable: que D’Luce, se convierta en un referente de virtuosismo, honestidad y buen gusto para la imprescindible empresa de la Cuba que viene.
Mucha falta que hacen muchos más ..
Me alegro mucho con estoy pass en Cuba
Yoandry es un lujo que nos podemos dar. Es un primor y siempre demostrando vocación de servicio con la sonrisa en los labios.