La casona imita los bungalows de cacería africanos. Está a la entrada de la ciudad de Caibarién y actualmente funciona como un centro de atención para enfermos mentales. Pero más allá de su peculiar construcción, este fue el hogar de la infancia de Robert McNamara, quien fuera Secretario de Defensa de los Estados Unidos durante la Guerra de Vietnam y luego presidente del Banco Mundial.
Los años mozos del político estadounidense fueron entre los cocos del jardín de la casona y las matas de mangos. Así queda fijado en la oralidad de los vecinos más antiguos de la zona.
José Antonio Patiño es un aficionado a la historia caibarienense que se asentó en la cercana ciudad de Remedios. Para él “la estancia de los McNamara en la ciudad ha sido uno de esos enigmas irresueltos de la llamada Villa Blanca, pues ellos no se mezclaban casi con la comunidad. Vivían su vida allí, como si estuvieran en los Estados Unidos”.
Según Benito Carreras, Historiador de Caibarién, el padre de la familia, Eduard McNamara, fungía como representante de la única compañía norteamericana que por entonces tenía negocios en los muelles, entidad comercial que básicamente se encargaba de enlazar a la localidad villareña con Nueva York a través de viajes de barcos a vapor. Relata Carreras que alrededor de 1930 varios trabajadores del muelle conspiraron para atentar contra la vida de Eduard, en venganza por una rebaja de salarios, pero este logró salir ileso.
“Uno de los complots tenía que ver con enjabonar la cerradura de la casa y aprovechar la demora en abrirla para dispararle a Eduard McNamara, pero la información se filtró. El plan incluyó la huida de los cinco obreros implicados hacia el poblado de Isabela de Sagua, hecho que ocurrió en vísperas de la caída del dictador Gerardo Machado”.
El secretario personal de McNamara padre sí resultó herido de un balazo y murió a causa de una infección postoperatoria. Cuenta José Antonio Patiño que el médico que atendió el caso, el luego alcalde de la ciudad Pepito Cabrera, se casó casi de inmediato con la viuda del secretario. Era una época en que las calles de Caibarién no estaban asfaltadas del todo y las corridas de cangrejos se hacían cíclicas e impresionantes. De hecho, una de las aficiones del padre de la familia era presenciar cómo cientos de miles de crustáceos invadían el callejón de su casa.
“Ese hombre se quedaba extasiado delante de los cangrejos, decía que solo por ver aquel espectáculo valía la pena vivir aquí”, me cuenta Carmen Rodríguez, cuya familia tenía una casa junto a la mansión McNamara. “No eran gente orgullosa, sino más bien comunicativa. El muchacho era muy intranquilo y eso provocaba que lo regañaran constantemente”, agrega.
El padre de aquella familia solía pasear por la ciudad, siempre acompañado por un enorme perro pastor alemán de color negro. De esa manera se protegía de posibles atacantes.
“Pero los atentados y el ambiente hostil en los muelles ya lo habían convencido de que tenían que irse. Hay que tomar en cuenta que en Caibarién hubo antecedentes de choques entre los pobladores y los gringos, debido a que en la ciudad hubo una base militar estadounidense durante el período de ocupación. Era lógico un cierto sentimiento de enemistad –comenta Carreras. Además, los McNamara habían hecho como Hemingway: construyeron un pedazo de Estados Unidos en Cuba e izaban la bandera norteamericana porque, en palabras de propio Eduard, aquello era territorio estadounidense, una propiedad que abarcaba muchas hectáreas alrededor y que incluyó lo que hoy es el zoológico Vietnam Heroico”.
Luego de la caída de Machado, los McNamara regresaron los Estados Unidos, lo cual le hace suponer a Carreras algún vínculo de Eduard con la dictadura.
Tras el triunfo de la Revolución de 1959, la mansión caibarienense de los McNamara, ya en manos de una familia local, pasó a bienes estatales y un reparto de bloques para viviendas comenzó a construirse justo al lado de la casona de la familia norteamericana.
Otra historia se teje detrás de este suceso en apariencia intrascendente, relato que une a dos figuras opuestas de la historia mundial. El 9 de mayo de 1964 fue apresado el guerrillero vietnamita Nguyễn Văn Trỗi, quien se disponía a volar un puente por donde pasaría el ya por entonces Secretario de Defensa Robert McNamara. El fusilamiento del líder rebelde en octubre de 1964 lo convirtió en leyenda para la izquierda internacional, y en Caibarién los vecinos y las autoridades decidieron colocarle el nombre de Văn Trỗi al reparto que incluía a la antigua mansión de la familia estadounidense.
¿Justicia poética o venganza histórica? Lo cierto es que todavía hoy son recordados aquellos hechos por quienes construyeron la nueva comunidad, a través del sistema cubano de las microbrigadas familiares.
La vida en torno a la casona es monótona. Los cocoteros crecen aún en el jardín que la rodea y se conserva sólido el colgadizo de madera que la distingue de los demás edificios familiares de la ciudad.
La casa es fresca e íntima, cualquiera siente que se trata de una mansión hecha para ser habitada con cariño. Leyendas populares narran de la aparición de luces en el jardín y de supuestos enterramientos propios de las religiones africanas. Oras visiones míticas traen noticia sobre algún fantasma trasnochado en las habitaciones que dividen el bungalow.
La familia McNamara que sobrevive hoy quizás guarde memoria de su lejana presencia, o quizás la haya olvidado con el paso del tiempo. En la verja de la entrada, hecha de hierro, está grabada la fecha de fabricación: 1926. Fue aquella una época floreciente para Caibarién, cuando personas de todo el mundo fijaron su residencia en la villa.
Los años y las circunstancias le dieron otro rumbo a la casona y la ciudad. No obstante, reina aún el sigilo y la tensión en los recovecos del edificio. Todo el que llega no puede dejar de preguntarse el origen de un estilo arquitectónico tan singular en medio de un pueblo del interior de Cuba.
El lugar se ha convertido en patrimonio de la localidad. Tiempo atrás una enorme fosa se desbordó en el jardín de la casona y el reclamo popular para proteger la belleza del sitio fue enorme. Hasta en los medios de comunicación locales se habló del rescate de la casa de McNamara. Hoy, junto a los cocoteros, puede verse un jardín lleno de girasoles. No quedan rastros de aquel desborde de los desechos.
La oralidad popular señala, como un comentario no demostrado, que Robert McNamara nació en Caibarién, pero todas las biografías oficiales sitúan el suceso el 9 de junio de 1916 en San Francisco. En la Parroquia local no existen evidencias, ni documento probatorio que contradiga su nacimiento en suelo estadounidense.
Quizás por sus años vividos en Cuba, sostuvo como presidente del Banco Mundial la creencia de que los problemas de los países en vía de desarrollo podían resolverse con un estricto plan. Colocado en las antípodas de la nación caribeña a partir de 1959, ese cubano postizo jamás volvería a ver la casona de su familia.
Cuenta Benito Carreras que en 2002 Robert volvió a la Isla para participar en un evento sobre la Crisis de los Misiles, pero no visitó Caibarién. Entonces muchos se acercaron a él como historiador de localidad para conocer sobre el pasado de McNamara en la Villa Blanca. Hoy la mansión sobrevive añeja y singular, como prueba de un episodio poco narrado en la historia de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Que buen escrito! Gracias.
Muy buen trabajo Mauricio, conocía el sitio pero no su historia!
Mucha mala información Edward McNamara nunca vivió ahí no tiene que ver con esa casa el norteamericano que construyó esa casa se llamo Andrew y su hijo Robert tiene 94 años y vive en california tengo datos que avalan lo escrito
Hola Veny, bienvenida al mundo de la pequeña historia o microhistoria, yo me baso en la historia local de Caibarién para escribir el trabajo, así como en fuentes de historiadores locales que han abordado el tema, hace mucho tiempo de todo aquello, pero es de todos conocida en la región la estancia de la familia aqui. Saludos.