Se le ve caminar por las calles empinadas y las plazas de Santiago de Cuba, asido a sus muñecos. Tela y papel maché para la alegría. Tela y papel maché para conquistar el mundo.
Hay quien dice que se parece a ellos, con su estampa desgarbada de Quijote. Sospecho que esa afirmación, lejos de molestarle, le haría feliz. En la madera inserta a sus muñecos, y se los lleva a pasear, como hace un padre.
Los niños se arremolinan y quieren tocar a Mickie y a Minnie, a Batman o a la Calabacita. Sus pequeñas manos se introducen en el guante, y ahí comienza la fascinación. El pulgar y el meñique hacen el milagro.
Los adultos se le acercan curiosos. Vuelan las interrogantes sobre esos muñecos con ojos de papel. La infancia tira de pronto: ¿cómo los hace?, ¿tiene al Hombre Araña? ¿a Pinocho? ¿y Elpidio Valdés?. Se agitan sus lentes, pero él tiene respuestas para todos; mientras su sonrisa de muñequero ilumina la mañana.
A su casa tocan de escuelas y casas de cultura, de la Isla y de más allá; pero los carnavales son su agosto. La demanda se multiplica. No alcanzan las horas ni las manos para replicar al Pato Donald, a Bob Esponja, a Chuncha. Los diminutos espejuelos de la simpática anciana de los animados, arrasan.
El hacedor de muñecos tiene nombre: se llama Manuel Montoya, y nada se le resiste a sus manos. Ha trabajado con cartulina, metal, textil, poliespuma. Estudió en la Academia de Artes Plásticas José Joaquín Tejada. Trabajó para la televisión, en atrezzo pintura, escenografía. Decoró paredes, cunas, piñatas. Fue rotulista de aviones. Fue vigilante nocturno. No parece haber descansado un solo segundo de su vida.
Aunque lleva camino andado, no ha podido olvidar a Chaguitín. De su mesa de trabajo salió un día aquella figurita de madera, brazos de alambre, pies de plomo y sombrero desflecado. Son recuerdos de las marionetas de los Estudios Fílmicos de Animación en Santiago de Cuba, desparecidos por las circunstancias y la desidia.
El hacedor de muñecos tiene una familia hermosa. Su esposa y sus hijos le ayudan a confeccionar los moldes, el vaciado, la costura, las capas de papel pegadas unas sobre otras. Su hogar es un taller.
Abrir la Casa de los Títeres, es un sueño que le ronda, mientras camina por las calles empinadas y las plazas de Santiago de Cuba. Tela y papel para la alegría. Tela y papel para conquistar el mundo.
Que linda crónica…
Lindo….!!!…no conoci al hacedor de munecos pero es algo realmente hermoso lo que hace. Como siempre, una preciosa cronica…
Excelente, breve y sobre todo humano. Gracias.
si cuestan solo 20 pesitos, un negocio particularmente inteligente
Que alegría ver al “mellizo”….yo lo conozco y en lo particular no sabia de su arte…..Felicidades!!!!!!
Yo lo conozco es una gran persona tanto en la vida social como en la vida familiar es el hermano de un gran hermano mio
Maravilloso, realmente devia hacer um taller, para todas las personas que deseen comprar y las personas que todavia no saben conoscan, como yo, y los ninos y padres puedan disfrutar de esas obras de arte!!
Fantástica crónica.Buen trabajo de este gran artista como muchos que abundan en ese maravilloso país que logró Fidel. Una gran felicitación a la familia de este hacedor de títeres. Si alguna vez logró regresar de visita a Cuba sería agradable saludarlo para decirle que es admirable.
Las palabras de este señor me cacho llorar porque el hacedor de muñecos es mi tío y muchas veces en Santiago de Cuba en el reparto sueño,frente a los estudios de tele turquino donde se ubica mi casa se convertía en su taller era un enjambre de sobrinos hermanos alludandolo a realizar sus sueños, que Dios lo bendiga y le de mucha salud
Muy orgullosa de mi tío,su trabajo es único