Por la vida se puede ir de muchas maneras. Hay quienes gustan de ir a trompicones, convertidos en vendaval, arrasando con todo a su paso, bebiendo sin tiempo la vida, dándose a cada respiro. Otros van como pidiendo permiso, con miedo de molestar, calladamente, haciendo lo mucho o lo poco, sin llamar al mundo para que vea su tarea. Caminos hay como hombres para recorrerlos, enderezarlos, trazarlos a su imagen y semejanza.
Creo que fue Rabindranath Tagore quien aconsejó vivir con la cabeza entre las nubes y los pies en la tierra, su fórmula para el buen vivir. Félix, habanero orgulloso y ocurrente, vive a medio camino entre el cielo y la tierra, pues pasa gran parte de cada jornada pedalaendo la ciudad sobre bicicletas que desafían la gravedad y convierten la tarea de mantener el equilibrio entre el caótico tráfico de La Habana, en una empresa para criaturas audaces y de corazón fuerte.