Aunque muchos aspiran a tener el último móvil para aprovechar mejor la internet, cuando se pueda; o si se puede, siempre, otros quieren mostrarle a los más pequeños cómo es si nos deshacemos de los aparatos electrónicos al menos durante el tiempo necesario para apreciar la realidad sin tecnología.
En el colegio Manuel Bermúdez Couso, del municipio ourensano de A Pobra de Trives, en Galicia, los maestros propusieron a sus alumnos viajar en el tiempo hasta detenerse por lo menos setenta años atrás, cuando sus abuelos no contaban más que con su imaginación para conocer otras realidades.
La idea era, en efecto, apartarlos de artefactos que hoy determinan la vida cotidiana. Diez de ellos se animaron y fue así como el grupo vivió la experiencia de una cotidianidad sin artificios tecnológicos y todo lo que estos pueden favorecer o entorpecer nuestra vida.
Escolares de sexto grado y una niña de primero, según publica hoy La Voz de Galicia, junto a padres y docentes, cambiaron de residencia durante cinco días para asentarse en una aldea en la que apenas habitan cuatro residentes.
“Para ellos fue muy duro, porque es una realidad muy diferente a la que tienen en casa”, relató Lamelas, quien subraya que pretendían “que los niños valoraran lo que había antes y pensaran que hay cosas ahora que debemos valorar, pero no tanto”, dice.
La actividad busca también rescatar las comunicaciones de la familia, pues la dependencia a los artefactos electrónicos, en especial los teléfonos inteligentes, ha convertido a muchas familias en una caterva silenciosa donde cada cual se comunica con monosílabos mientras entabla largas conversaciones con conocidos en otros lugares del mundo.
El experimento dio resultado en dos sentidos; muchos de los niños eran hijos únicos y tuvieron la oportunidad de vivir como en una familia numerosa, compartiendo habitación y juegos.
Por otro lado, tuvieron que realizar actividades como buscar leña para calentar la casa y cocinar, recoger agua para poder beber y asearse, ordeñar vacas para tener leche en el desayuno, recoger los productos para cenar.
Pese a la carencia de cualquier distracción posible por el beneficioso desarrollo tecnológico, disfrutaron del tiempo disponible para hacer lo que más le gusta a todo niño: jugar. Tanto fue así que concluida la actividad los estudiantes no querían volver.
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