Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa.
Emma Goldman
Río de Janeiro. Ocurrió después de una semana de estar buscándola, tarareándola porque no conocía la letra, intentando llamarla con el recuerdo de que tenía una música entrañable, aunque apenas recordara la melodía y me la pasara haciendo malos remakes de Chico Buarque. También sabía que mencionaba “o carnaval” en algún momento. Pero no era “O carnaval” la canción –y claro que habría una canción brasileña con ese nombre, así que mi única pista quedó rápidamente inutilizable.
Pregunté, tarareé más y nadie me supo decir o yo no supe preguntar. Finalmente en la calle, a la vuelta de una plaza, la encontré en la voz y los giros contentos de cuatro sucios, drogados o borrachos, moradores da rua cerca de la Estação Carioca.
Vividores o vivientes de la calle sería la traducción literal, aunque ahora en español la gente está diciendo homeless, que es más cool que decir mendigo.
Era mediodía y los moradores tenían una fiesta en aquella placita. Gente ya sin nada que alguien les pueda quitar, cantaban y bailaban a Chico Buarque.
No los grabé por no interrumpir el rito; algo me sugirió que no lo hiciera y me pareció que era una sugerencia prudente. Así que más que en mi memoria no hay registro alguno de este pasaje de la cidade maravilhosa, donde cuatro olvidados tuvieran su fiesta.
Una revolución bailada, pensé, se haría también –y sobre todo– con ellos. Después supe que la canción se llama Vai pasar.
https://www.youtube.com/watch?v=IKKLQ3XL9h4
Va a pasar, va a ocurrir una insurrección de samba, dice; con un baile libre cualquiera, podemos decir. Cuerpos sueltos de gente en la calle siendo gente será la procesión que sacuda cualquier cadena. El alma insurgente de un ritmo que confraterniza y desata en la danza. Salud, fuerza expresa, autoestima y afirmación. Todo junto.
El baile de la gente solo existe en la espontaneidad; identifica a los bailantes / bailadores –que no bailarines– entre sí y los hace cómplices; todos a un solo ritmo pero cada uno a su manera, por demás, incontestable.
Claro que se puede ser mejor o peor bailante / bailador; pero solo la tendencia a la armonía dicta. Y esa tendencia es colectiva: nadie ordena a los bailantes al bailar, se ordenan a sí mismos mientras lo hacen.
Una masa bailante es el reverso contundente de un desfile militar. ¿No tendrían que poder bailarse todas las revoluciones?
Va a pasar en esta avenida un samba popular –dice la canción. En otro tiempo (…) dormía nuestra patria, distraída, sin percibir que era sustraída en tenebrosas transacciones. Sus hijos erraban ciegos (…), levantaban piedras, penitentes, erigiendo extrañas catedrales. Y un día al fin tuvieron derecho a una alegría fugaz, una jadeante epidemia que se llamaba carnaval.
Las mejores escuelas de samba de Río de Janeiro bailaron y cantaron esta semana durante festejos en que ridiculizaron a sus políticos, pidieron tolerancia y desafiaron los límites en un momento de hostilidad nacional.
Hay un Estado futuro donde el baile es el supremo discurso político. El bailante, autónomo en su elección, tiene, literalmente, libertad de movimiento.
Mónica, muy bien pintado este carnaval con tus letras, gracias.
Brasil es un caso de estudio muy interesante. Un país con enormes recursos y sin embargo está hundido en la violencia y la corrupción. Aun así, tienen un optimismo a prueba de todo.