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Uno de los elementos más hermosos de la profesión médica son los principios éticos en los que se basa, sin los cuales su práctica sería imposible. Estos principios forman parte de una tradición con más de 2 500 años de historia, que comienza con el conocido Corpus Hippocraticum, del que forma parte el Juramento Hipocrático.
Este texto, que tradicionalmente guía la conducta de los médicos, ha tenido varias versiones a lo largo del tiempo, adaptándose a distintos contextos religiosos, políticos y sociales. Sin embargo, las ideas esenciales —la beneficencia, la confidencialidad, la no maleficencia, entre otras— se han mantenido en todas ellas.
En lo personal, siempre me ha llamado la atención lo relativo a la relación entre el maestro y el aprendiz de este “arte”. Para la mayoría de los médicos, quienes contribuyen a nuestra formación profesional —nuestros profesores— son extraordinariamente importantes.
Por eso, la muerte del Dr. Armando Caballero López el pasado 4 de mayo ha sido, dentro del gremio médico y especialmente en Villa Clara —donde desarrolló la mayor parte de su labor profesional— una pérdida profundamente sentida.

¿Quién fue el Dr. Armando Caballero López?
Nació en Santa Clara, el 7 de septiembre de 1947. De origen muy humilde, durante su infancia tuvo que conciliar estudios y trabajo para apoyar económicamente a su familia.
A mediados de la década del sesenta, ingresa en el Servicio Militar Obligatorio (SMO). Allí se vincula con la medicina y pasa a integrar el Grupo Epidemiológico del Ejército del Centro. Por su destacado desempeño, se le permitió matricular en la carrera de Medicina en septiembre de 1967, aún sin haber sido desmovilizado.
Cursó los dos primeros años universitarios en el Instituto Superior de Ciencias Médicas “Victoria de Girón”, en La Habana. Posteriormente regresó a su natal Santa Clara, donde concluyó su formación en febrero de 1974. Ante la escasez de anestesiólogos en la provincia de Las Villas, comenzó de inmediato la especialidad, que concluyó en 1976.
Entre 1977 y 1979 completó su formación en París, Francia, con cursos de Reanimación Médica en el Hospital Henri Mondor y sobre Servicios Móviles de Urgencia y Reanimación. Por su sobresaliente desempeño, recibió el título honorífico de Asistente Extranjero de los Hospitales de París. A su regreso a Cuba, fue nombrado jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Celestino Hernández Robau y del Grupo Provincial de Anestesiología y Reanimación.
Entre 1981 y 1983 trabajó en la misión médica cubana en Angola, donde fue médico en la sala de terapia intensiva y jefe del Departamento de Anestesia del Hospital Militar Central de Luanda. Realizó, además, más de veinte evacuaciones médicas hacia Cuba con heridos graves. A su regreso, retomó sus funciones en la Unidad de Cuidados Intensivos de Santa Clara.
En febrero de 1986 fue nombrado miembro de la Comisión Nacional de Cuidados Intensivos. Entre 1999 y 2002, sin abandonar la labor asistencial, se desempeñó como vicerrector primero de la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara.
En octubre de 2008 fue nombrado Miembro de Honor de la Sociedad Cubana de Anestesiología y Reanimación. En 2010 defendió su tesis doctoral y obtuvo el título de Doctor en Ciencias. Tres años después fue reconocido como Hijo Ilustre de la Ciudad de Santa Clara, ciudad de la que nunca quiso marcharse.
En 2020 asumió la jefatura del Comité de Expertos de la COVID-19 en Villa Clara, labor que desempeñó durante la pandemia. Lideró, junto al Centro de Ingeniería Molecular, una investigación sobre el anticuerpo monoclonal Itolizumab. En 2022 concluyó su trabajo de más de cuarenta años al frente del servicio de terapia intensiva y fue nombrado Miembro de Honor de la Academia de Ciencias de Cuba.
“El Caballero”
A lo largo de su intensa vida profesional, el doctor Caballero publicó más de 130 artículos científicos, participó en más de 110 eventos nacionales e internacionales, e impartió y coordinó decenas de cursos de medicina intensiva para médicos y personal de enfermería. A esto se suman los miles de enfermos cuyas vidas dependieron, directa o indirectamente, de su labor.
Una parte esencial de su legado es el libro Terapia Intensiva, conocido entre los intensivistas simplemente como “el Caballero”, en honor a su autor principal. Este texto, de consulta obligatoria no solo para residentes y especialistas en cuidados intensivos y urgencias, sino también para anestesiólogos, clínicos y otros médicos vinculados a la atención del paciente grave, tuvo su primera edición en 1989. Un año después, recibió el Premio Anual de la Crítica.
Reeditado y ampliado en 2009 gracias al trabajo de 125 colaboradores, obtuvo el Gran Premio Anual de Salud en 2011. Su más reciente edición, de 2020, consta de 197 capítulos y contó con la participación de más de un centenar de autores provenientes de nueve países y tres continentes.
El Dr. Caballero también formó una hermosa familia junto a la Dra. Nancy Adela Font Gutiérrez. Tuvieron tres hijos, dos de ellos también médicos intensivistas. Su hijo Armando lo sustituyó al frente de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Armando Millán durante la pandemia y posteriormente asumió de manera oficial esa responsabilidad.
“El mejor de los intensivistas cubanos”
El fallecimiento del Dr. Caballero tuvo una importante repercusión en medios de prensa nacionales. Diversas autoridades, incluido el presidente de la República, expresaron sus condolencias a familiares y amigos.
En el gremio médico, y particularmente entre sus colegas intensivistas, su muerte se recibió con profundo dolor. En varios hospitales del país se guardó un minuto de silencio el miércoles 7 de mayo, a las nueve de la mañana, en el momento en que iniciaban sus honras fúnebres.
Como expresó el profesor Armando González durante el homenaje en el hospital Calixto García, había muerto “el mejor de los intensivistas cubanos” y uno de los padres fundadores de la terapia intensiva en la isla.
Honrar su memoria —que es también la de tantos excelentes médicos de esa generación que ahora nos abandona— es un deber y un acto de gratitud hacia quienes preservaron la vida de los cubanos y formaron a nuevas generaciones de profesionales de la salud.