La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la automedicación como “la selección y el uso de medicamentos por las personas para tratar enfermedades o síntomas auto reconocidos”. De acuerdo con la agencia de la ONU, la práctica forma parte de lo que define como autocuidado e incluye no solo el uso de medicamentos, sino también ciertas medidas higiénicas e incluso la realización de ejercicios físicos.
Los expertos señalan diferencias entre la automedicación y la autoprescripción. La primera consiste en la adquisición y consumo sin supervisión médica de productos farmacéuticos de venta libre. Se trata de un conjunto de fármacos que en muchos países no precisan receta médica, como analgésicos, antigripales, vitaminas, etcétera. El consumo sin indicación y supervisión de cualquier otro tipo de medicamento, que no los anteriores, se conceptualiza como autoprescripción y es una práctica peligrosa.
Uno de los riesgos más importantes de la autoprescripción es el de intoxicación. Según la Dra. Annie Isabel Tamayo, Especialista en Primer Grado en MGI y Pediatría y Profesora Asistente de la Universidad de Ciencias Médicas de Holguín “se han dado casos de niños que accidentalmente ingieren algún medicamento y se intoxican; otras veces, por error, son sus familiares, tutores o cuidadores quienes se los administran. Los resultados son muy negativos”.
Es importante recordar —continúa la experta— que en pediatría la dosificación tiene muchas especificidades. Todos los medicamentos en nuestra especialidad se administran de acuerdo al peso del paciente. En algunos casos los tratamientos se calculan de acuerdo al kilogramo de peso por día, y en otros por dosis. Todo esto implica un entrenamiento por parte de los médicos”.
No se trata solamente del riesgo de intoxicaciones. Es relativamente frecuente en el caso, por ejemplo, de los medicamentos usados para bajar la fiebre, que los padres provoquen hipotermia (temperatura por debajo de 35 grados) en los hijos por exceder la dosis recomendada. Otras veces utilizan dosis menores de las necesarias y no logran el efecto deseado”, concluye.
Un grupo particularmente vulnerable a la automedicación lo componen las mujeres embarazadas, debido a que en este período la ingestión de ciertos medicamentos puede tener un efecto perjudicial en la formación y el desarrollo del feto, así como poner en peligro la vida de la madre, cuyo organismo en esta fase está más vulnerable.
Un estudio conducido en la Universidad de Campinas, Brasil, publicado en el año 2021, encontró que más del 35 % de las mujeres embarazadas practicaba alguna forma de automedicación.De acuerdo con los investigadores, el medicamento más consumido entre las gestantes fue el paracetamol. El período en el que más se manifestó este fenómeno fue durante el primer trimestre del embarazo, cuando aumentan los riesgos de malformación fetal.
Otro motivo de preocupación al respecto de la automedicación es la aparición de adicciones. De acuerdo con el Dr. Pastor Aguilera, Especialista en Primer Grado en Psiquiatría, quien labora en el Hospital Clínico-Quirúrgico “Lucía Íñiguez”, de Holguín, los grupos poblacionales más expuestos a estas son personas con trastornos de la personalidad disocial 1, pacientes neuróticos, portadores de enfermedades crónicas con dolores intensos y persistentes, alcohólicos y adictos a otras drogas, y por último la población penal.
Según el experto, uno de los grupos de fármacos que ofrecen particular preocupación son las benzodiacepinas, entre las que se encuentra el alprazolam. Se trata de drogas sedantes que se relacionan con la aparición de adicciones cuando se autoprescriben.
En Cuba, la venta de psicofármacos en las redes sociales y en el mercado negro agrava la aparición de las adicciones, porque los adictos se convierten en polidrogodependientes, es decir, adictos a más de una sustancia química de fácil adquisición.
Otro de los riesgos relacionados con este fenómeno es el consumo indiscriminado de antibióticos. Esto ha generado uno de los más acuciantes problemas de salud pública a nivel internacional: la resistencia antimicrobiana y la aparición de superbacterias. A ambos temas dedicamos un artículo en esta sección.
De acuerdo con la Dra. Ana Margarita Manso López, Especialista en Primer Grado en Medicina Interna, del Hospital Clínico-Quirúrgico “Lucía Íñiguez”, de Holguín, “la autoprescripción de antibióticos es un fenómeno preocupante y extremadamente frecuente en nuestro país. Las personas, ante los primeros síntomas de un catarro banal, ya quieren tomar antibióticos. En ocasiones un familiar o vecino le recomienda tal o cual fármaco, porque eso fue lo que a él o ella le recetaron”.
Yo siempre digo —continúa la experta— que un catarro sin antibióticos dura siete días, y con antibióticos también. Muchas veces se vuelve un dolor de cabeza tratar una neumonía en el medio hospitalario debido a que la resistencia adquirida por los gérmenes es más poderosa que la capacidad de los científicos para obtener nuevas clases de antibióticos”.
Otra cosa que vemos con frecuencia son los efectos indeseables que genera la interacción medicamentosa —continúa la Dra. Manso López. La población cubana se encuentra muy envejecida y es común que en un mismo paciente aparezcan varias enfermedades, con sus respectivos tratamientos. Si a un hipertenso un vecino o cuidador le recomienda ibuprofeno para tratar un dolor, sin saberlo puede descompensar su enfermedad de base”, concluye.
Automedicación responsable y “pacientes expertos”
Es importante reiterar que la automedicación es una práctica aceptada por la OMS, que forma parte del autocuidado y que está dirigida al consumo responsable de medicamentos de venta libre, pero en este texto la usamos como sinónimo de la autoprescripción —que como vimos puede ser una práctica dañina para la salud— por ser un término de uso frecuente entre la población para referirse a este fenómeno.
De acuerdo con un artículo de la Asociación Latinoamericana de Autocuidados Responsables, un gran número de personas reconoce haber comprado medicamentos que no necesitan recetas, ante situaciones como resfriados, malestares estomacales, fiebre, etcétera.
Lo anterior se considera útil, pues genera un ahorro de miles de millones de dólares en gastos médicos. Además, contribuye a agilizar los procesos en instituciones hospitalarias, evitando su abarrotamiento. Las causas de consulta más frecuentes suelen ser las más banales. Muchas veces los sistemas de urgencia se ven abarrotados de pacientes que padecen patologías de fácil tratamiento. Esto provoca demoras y a veces dificulta la atención humana y la disponibilidad técnica de equipos de diagnóstico que pueden necesitar personas con padecimientos más serios, como por ejemplo infartos.
Otro elemento positivo de la automedicación responsable es que afianza la autonomía del paciente. De esta manera se establece un nuevo modelo de relación médico-paciente menos paternalista, en la que el usuario se vuelve un sujeto activo en la toma de decisiones sobre su propia salud.
Esto ha dado lugar a lo que se conoce como “paciente experto”. Este concepto fue creado en 1979 por la Dra. Kate Lorig, de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos. Se trata por lo general de portadores de enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes, fibromialgia o dolor crónico, que suelen tener amplios conocimientos sobre sus padecimientos.
Una variante del paciente experto son los padres y cuidadores expertos de pacientes con estas enfermedades. “En ocasiones los padres conocen tanto sobre la enfermedad de sus hijos que le dicen al médico, por ejemplo, en el caso del asma, que no le ponga aminofilina, que la persona resuelve con hidrocortisona. Este tipo de orientación es útil y ayuda a la mejoría de los pacientes”, comentó a OnCuba la Dra. Annie Isabel Tamayo, Especialista en Pediatría.
Automedicación y farmacias clandestinas en Cuba
Desde hace varios años la carencia de medicamentos en el sistema de farmacias del país es un problema. La falta de financiamiento para comprar materia prima ha sido, según los directivos de Biocubafarma, del Ministerio de Salud Pública, la causa fundamental de esta crisis.
A partir del verano de 2021, el gobierno cubano permitió la libre entrada, sin aranceles, de medicamentos, alimentos y otros insumos al país, con la condición de que no se hiciera con fines comerciales. La medida se ha prorrogado en varias ocasiones y se mantiene vigente hasta el momento de publicación de este artículo.
En el caso de los medicamentos, la libre entrada ha provocado el surgimiento de numerosas farmacias clandestinas por todo el país. Una sencilla búsqueda en internet nos permite entender no sólo la dimensión de este fenómeno, sino algunas de sus características más significativas.
En primer lugar resaltan los altos precios, que no tienen nada que ver con los de las desabastecidas farmacias tradicionales. Estos negocios están muy bien surtidos y alternan productos importados con otros de fabricación nacional.
Resalta la presencia de fármacos e insumos, no solo de uso ambulatorio, sino necesarios en la red de hospitales, como branulas, sondas, distintos tipos de suturas y medicamentos utilizados en las paradas cardiorrespiratorias, como la epinefrina y la atropina.
No es nuestra intención dilucidar en este texto el origen de estos productos, sino de enfatizar los riesgos que implica la existencia de un mercado irregular en el que cualquier persona con capacidad económica puede adquirir el medicamento que desee.
“La mayor dificultad que yo le veo a esta situación —nos dice el Máster en Farmacología y Licenciado en Ciencias Farmacéuticas Yunior López Ricardo, quien actualmente labora como jefe de planta en la Empresa de Bebidas y Refrescos de Holguín (EMBER)— es que los medicamentos de producción foránea no pasan por el filtro del CECMED, que es la agencia reguladora cubana. Además, en estos negocios difícilmente se cumple con las normas de almacenamiento, las cuales precisan conocimientos técnicos. Por otro lado, se pierde la función del farmacéutico, que al dispensar un medicamento también debe explicar y orientar al usuario sobre sus características. Por último, la farmacología comercial en ocasiones se caracteriza por combinaciones de medicamentos innecesarias e incluso perjudiciales para la salud, conformada por fármacos en dosis insuficientes y que pueden generar interacciones en los enfermos”.
En tiempos de crisis
La automedicación responsable, tal y como la entiende la OMS, es un hábito positivo y razonable. La autoprescripción, por el contrario, siempre genera riesgos que exceden sus potenciales beneficios, por lo que debe ser evitada. Personalmente, no recomiendo de ninguna manera la automedicación en el caso de niños, embarazadas, pacientes portadores de enfermedades graves y ancianos frágiles o con polifarmacia, que es la ingestión de más de tres medicamentos al día.
En el caso del mercado semi clandestino de fármacos, las personas deberían adquirir, en caso de necesidad, apenas aquellos que le recomiende su médico. En mi opinión son preferibles los fármacos de producción nacional. Sin embargo, hay que prestar especial atención a que el envase del medicamento esté sellado y en buen estado, con prospecto, etiquetas y fecha de vencimiento legible, lo que nos puede dar un mínimo de garantías. En esto, como en tantas cosas, el sentido común es una buena guía.
Nota:
1 De acuerdo con el Manual MNS, “el trastorno disocial cosiste en un patrón de comportamiento repetitivo en el que se violan los derechos fundamentales de los demás”.