“Dos tercios de la población mundial está vacunada, incluido tres cuartas partes de los trabajadores de la salud y adultos mayores. En la mayoría de los países, las restricciones han finalizado y la vida se parece a lo que era antes de la pandemia de COVID-19”, decía en la cuenta oficial en Twitter el director de la OMS, Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus. “Pero 10 mil muertes a la semana, son diez mil muertes de más, cuando muchas de ellas podrían ser prevenidas”, explicaba el experto, quien añadió: “aún hay grandes brechas en la inmunización de países de ingresos medios y bajos”. “Hemos pasado dos años y medio en un largo y oscuro túnel y ya vemos un poco la luz al final de él, pero queda mucho por andar y el túnel sigue siendo largo y lleno de obstáculos”.
Estas declaraciones vienen a matizar las de la alocución de apertura en la rueda de prensa del pasado 14 de septiembre, que generaron una oleada de optimismo a nivel global: “La semana pasada el número de muertes semanales por COVID-19 notificadas fue el más bajo desde marzo de 2020. Nunca hemos estado en mejor posición para poner fin a la pandemia. Todavía no hemos llegado pero ya se vislumbra el final”.
Pocos días después, el 18 de septiembre, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, en una entrevista concedida al programa “60 Minutes” de CBS, señalaba: “La pandemia ha terminado. Todavía tenemos un problema con el COVID. Todavía trabajamos mucho en eso. Pero la pandemia ha terminado”. Las declaraciones de Biden se alinean con los ajustes que hicieron los CDC (Centros para el Control de Enfermedades, siempre por sus siglas en inglés) a su guía sobre la COVID-19, en las que insta a Estados Unidos a que se aleje de medidas de cuarentenas y distanciamiento físico, y se concentre en reducir las enfermedades graves. La administración estadounidense, por otra parte, continuó pidiendo ayuda al congreso para hacer frente a la enfermedad, que todos los días mata a 400 ciudadanos de ese país. El monto de la referida ayuda fue de 22 mil millones, destinados a vacunas, pruebas y tratamientos.
En el “Viejo Continente” fueron más cautos. Así, Steffen Thirstrup, director médico de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) dijo: “En Europa seguimos considerando que la pandemia continúa y es importante que los Estados miembros se preparen para el despliegue de las vacunas, en especial de las vacunas adaptativas para evitar que esta enfermedad se siga propagando…”. La EMA ha aprobado en las últimas semanas una serie de vacunas adaptadas a la variante Ómicron para utilizarlas como refuerzos, con el fin de aliviar la carga de un temido aumento de las infecciones durante el otoño y el invierno. En igual sentido se expresó la portavoz de la OMS, Margaret Harris, quien subrayó que el SarCov-2 no es un “virus estacional”. De ahí que pueda “propagarse en cada estación, pero cuando hace frío la gente tiende a pasar más tiempo en lugares cerrados. Por lo tanto, es mucho más alto el riesgo de contagio en los meses de invierno”, advirtió.
En su reciente informe semanal, la OMS anunció que el número de casos en todo el mundo disminuyó un 28% entre el 5 y el 11 de septiembre en comparación con las cifras de la semana previa. Al mismo tiempo, hubo un descenso del 22% en cuanto a las muertes, registrando un mínimo histórico desde marzo del 2020. La caída de los casos a nivel global se debe a la disminución de la capacidad de prueba y seguimiento de los países, mientras que la disminución de las muertes es resultado del “efecto menos letal de las nuevas variantes”.
Una de esas nuevas variantes que gana terreno es la Ómicron BA 4.6 que ya es la responsable de más del 10% de los nuevos casos reportados en los Estados Unidos. La misma ha sido identificada, además, en al menos una decena de países y parece haber surgido por recombinación, es decir, por la infección simultánea de dos variantes diferentes de SARS-CoV-2, en la misma persona. La BA 4.6 tiene, además, una mutación que “se asocia a la evasión de la inmunidad”, lo que significa que ayuda al virus a escapar de “los anticuerpos adquiridos por vacunación o infecciones previas”.
Mientras tanto, en Cuba el 19 de septiembre se reportaron 14 nuevos casos, con lo que suman 1.111.045 confirmados en total. En este momento la tasa de pacientes en los últimos 14 días es de 2.68 por cada 100 mil habitantes, la que se considera “muy baja en comparación con la del resto de los 193 países que tienen casos confirmados en la actualidad”. Hasta el momento hay 8.530 personas fallecidas por el coronavirus en la Isla, para una tasa de letalidad de 0.77%, reportándose el último fallecido el 21 de agosto pasado.
¿Fin de la pandemia y fin del coronavirus?
El posible fin de la pandemia no significa la desaparición del coronavirus. Un informe de Consejo Internacional de la Ciencia (ISC, por sus siglas en inglés), elaborado por un grupo de 20 expertos, establece que el escenario más probable es “el de la continuidad de la COVID-19 hasta el 2027” en que se habrá convertido en una enfermedad endémica en todo el mundo. En ese caso, “seguirá provocando oleadas [de] estaciones que requerirán vacunas y refuerzos actualizados”. Para los países que logren aumentar los porcentajes de personas totalmente vacunadas el escenario podría ser mejor. No obstante, la mayor parte de la población no vacunada del planeta seguirá concentrada en los Estados de bajos ingresos, donde los sistemas sanitarios podrían correr el riesgo de colapsar. Esto se debe, según el informe de ISC, a que los gobiernos han prolongado hasta ahora la pandemia al centrarse en “estrategias nacionales”, en lugar de en la colaboración internacional, lo que dibuja un panorama sombrío de “desigualdad exacerbada en todos los ámbitos de la sociedad”.
Vulnerabilidad a la COVID-19: ¿Código genético o código postal?
Adicionalmente, un informe elaborado en julio del 2020 por el Programa de Naciones para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Instituto Internacional de Investigación Ganadera atribuye la creciente tendencia al aumento de las zoonosis —enfermedades que provienen de los animales y afectan al ser humano—, así como a la degradación del entorno natural, ya sea “mediante la explotación de la tierra o de la vida silvestre, la extracción de recursos, el cambio climático y otras formas de presión a la naturaleza”. La COVID-19 es solo un ejemplo más del aumento a la propensión de enfermedades como el virus del Nilo Occidental, el VIH-SIDA, el Ébola… y, más recientemente, la viruela símica. Entre los factores que propician este incremento de zoonosis en los humanos, los autores identifican “el alza de la demanda de proteína animal, los sistemas agrícolas insostenibles, el aumento del uso y la explotación de la vida silvestre, y el cambio climático”.
Es por eso que el pasado 27 de diciembre del 2021 el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, en su mensaje por el Día Internacional de Preparación ante las Epidemias, dijo: “El COVID-19 no será la última pandemia a la que deba enfrentarse la humanidad. Las enfermedades infecciosas siguen siendo un peligro que acecha a todos los países”. En ese contexto, la Asamblea Mundial de Salud acordó “por unanimidad” poner en marcha un proceso para redactar y negociar una convención, un acuerdo u otro instrumento para reforzar “la prevención, la preparación y la respuesta ante las pandemias”, que debe aprobarse en el 2024.
Desde finales del 2019 el SARS-CoV-2 ha matado en el mundo casi 6.5 millones de personas e infectado a 606 millones, provocando incalculables trastornos en la economía mundial. En los próximos meses y años, la vida en el planeta volverá a la normalidad con el riesgo latente de que nuevas enfermedades nos hagan revivir la pesadilla que han significado estos últimos tres años, hay que estar preparados para ello.