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El problema de los llamados “deambulantes” ha ocupado la agenda pública a raíz de la desafortunada intervención de la exministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó. Como se sabe, Feitó negó la existencia de mendigos en Cuba y, además, acusó a estas personas de buscar un “modo de vida fácil”, violar el fisco y disfrazarse.
Lo anterior generó una oleada de protestas y pronunciamientos públicos en todos los estratos de la sociedad cubana. Estos tuvieron la particularidad de generar un inusual consenso —con matices— entre quienes están a favor y en contra del sistema político de la isla.
Paradójicamente, las palabras de Feitó permitieron visibilizar un tema tabú. En OnCuba se han publicado varios trabajos que abordan esta cuestión desde distintos ángulos, como las décimas del repentista Alexis Díaz-Pimienta; la historia de Sixto, un “buzo” habanero; o el análisis de la socióloga y columnista Mayra Espina.
Hoy, en Vida saludable, lo abordamos desde la perspectiva de la salud.
Cuestión de conceptos
El primer obstáculo al abordar el problema es el de las definiciones. De acuerdo con Cubadebate, el término “deambulante” fue conceptualizado en el Acuerdo 10056/2025, aprobado por el Consejo de Ministros y publicado en la Gaceta Oficial, como un “trastorno del comportamiento humano multicausal, que constituye un modo de vida caracterizado por la inestabilidad y la inseguridad en el hogar, carencia de autocuidado y autonomía económica, de atención o amparo familiar, así como de un proyecto de vida favorable o una combinación de dichos factores, que habitualmente se evidencia con la transgresión de las normas de convivencia y disciplina social”.
El término “deambulante” tiene una connotación médica y se refiere a la acción de una persona que camina sin rumbo fijo, común en individuos con trastornos mentales como el Alzheimer o la demencia senil.
Más frecuente y aceptado que este es el término “personas en situación de calle”, que alude a individuos o grupos que carecen de una vivienda estable. Esta condición suele ir acompañada de la vulneración de derechos básicos fundamentales, además del derecho a la vivienda, como el acceso a la salud, a la educación y a un trabajo digno.
La Tipología Europea del Sinhogarismo y Exclusión Residencial define cuatro categorías: personas “sin techo”, es decir, aquellas que están obligadas a dormir en el espacio público o en albergues; “sin vivienda”, quienes viven en refugios temporales; “vivienda insegura” y “vivienda inadecuada”.
De todo lo anterior se deduce que el centro del problema al que aluden los términos “deambulantes” o “personas en situación de calle” es la falta de una vivienda estable, adecuada y segura, de la que se deriva el resto de las características del fenómeno. Todo esto puede resumirse en el concepto de sinhogarismo, que, según el Diccionario de la Lengua Española (DRAE), se define como la “circunstancia de la persona que carece de hogar donde vivir y, generalmente, de cualquier medio de vida”.

Un problema mundial
Una arista importante del fenómeno en Cuba es la dimensión que ha alcanzado en los últimos años, marcados por una intensa crisis económica que ha empobrecido a amplios sectores de la población. Sin embargo, el sinhogarismo es un problema universal. Según un texto de 2024, se estimó que 150 millones de personas en el mundo carecían de hogar, y 1 800 millones no disponían de una vivienda adecuada.
Este fenómeno no escapa a los países con altos niveles de renta y desarrollo. Según la revista Health Affairs (febrero de 2024), 653 104 personas experimentaron la falta de vivienda en Estados Unidos. Entre los más afectados están las poblaciones minoritarias y aquellas con experiencias adversas específicas: sobrevivientes de violencia doméstica, personas recién liberadas de prisión y jóvenes que egresan de hogares de acogida.
Europa tampoco está al margen. De acuerdo con la Fundación Abbé Pierre y la Federación Europea de Asociaciones Nacionales que Trabajan con los Sin Techo (FEANTSA), 1 287 mil personas viven en Europa en la calle o en albergues.
En cuanto a Cuba, entre 2014 y septiembre de 2023 se identificaron en la isla 3 690 personas deambulantes (sin hogar). La cifra es un pálido reflejo de la realidad.
Sinhogarismo y salud
Se ha evidenciado que las personas sin hogar son propensas a sufrir los mismos problemas de salud que la población general, pero presentan un riesgo mucho mayor de mala salud física y mental.
La falta de vivienda se asocia a la malnutrición, el dolor crónico, enfermedades de la piel y problemas dentales. Entre los trastornos respiratorios más comunes se encuentran las neumonías, causadas fundamentalmente por dormir a la intemperie y una alimentación inadecuada que debilita el sistema inmunológico. También son frecuentes las exacerbaciones de enfermedades como el asma bronquial y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Asimismo, hay mayor prevalencia de tuberculosis, VIH y hepatitis C.
En el ámbito de la salud mental, los problemas más prevalentes son la dependencia del alcohol y las drogas, cuyas tasas triplican las de la población general. Un estudio del Reino Unido encontró que el 21.3 % de las personas sin hogar presentaba grados de etilismo y el 13,5 % era adicto a sustancias. La incidencia de psicosis, depresión y ansiedad también es significativamente mayor en este sector de la población.
Además, las personas sin hogar experimentan una reducción significativa de su esperanza de vida. Un estudio en Australia encontró que tienen el doble de probabilidades de morir en los próximos 15 años, y viven en promedio 12 años menos que el resto de la población. En términos generales, su tasa de mortalidad es cuatro veces mayor.

Un fenómeno del que hay que hablar
Como se ha visto, el sinhogarismo es un fenómeno prevalente a nivel mundial y ha crecido de manera significativa en Cuba en los últimos años. Lamentablemente, la falta de estadísticas confiables limita su mejor comprensión, pero la experiencia cotidiana confirma esta tendencia y justifica la necesidad de debatirla.
En general, se trata de personas pertenecientes a grupos minoritarios, comunidades sexo-diversas y poblaciones expuestas a situaciones complejas, como exreclusos y sobrevivientes de violencia doméstica. Presentan altas tasas de enfermedades transmisibles y no transmisibles, alta dependencia de sustancias, y niveles elevados de morbimortalidad, con una esperanza de vida reducida. Todo esto configura un cuadro extremadamente complejo, que requiere un abordaje intersectorial y multidisciplinario.
Este fenómeno no desaparecerá de la sociedad cubana, pero su incidencia podría disminuir si todos los actores sociales se comprometen activamente. Esto es imposible si se invisibiliza o revictimiza a estas poblaciones desde las estructuras de poder, y más grave aún, si ocurre desde el propio ministerio encargado de su atención.
El debate generado en la sociedad cubana es apenas un primer paso hacia la necesaria concientización sobre este tema tan complejo. Ojalá que, cuando se disipe el humo del escándalo de la exministra Feitó, el tema no vuelva a caer en el olvido.