El Virus del Papiloma Humano (VPH) es un gran desconocido en Cuba, a pesar de ser la causa de una de las infecciones de transmisión sexual más comunes en todo el mundo. De hecho, el 11 % de las mujeres del planeta y el 21 % de los hombres a nivel global están infectados con este patógeno.
El virus se trasmite por contacto directo de piel a piel y, ante él, los preservativos solo ofrecen protección parcial. Es por eso que la mayoría de las personas sexualmente activas lo contraerán en algún momento de su vida, aunque ni siquiera lo sepan, porque generalmente sus estragos desaparecen por sí mismos. En muchos casos, el propio sistema inmunológico de los portadores es capaz de eliminar el virus en un período de dos años tras el contagio. No obstante, cuando, pasado este período, la infección persiste, el virus puede provocar otras alteraciones en el organismo del paciente.
Se conocen más de 200 variantes de VPH, de las cuales 40 se trasmiten por vía sexual y algunas son carcinogénicas; es decir, tienen capacidad de generar cáncer. Siete tipos del VPH son responsables por el 85 % del cáncer de cuello uterino, al tiempo que los tipos 16 y 18 provocan otros 12 tipos de cáncer como los de pene, ano, vulva, vagina; el carcinoma de orofaringe (boca y garganta) y de un número de cáncer de cabeza y cuello… Por si fuera poco, dos tipos del VPH son la causa fundamental de las incómodas verrugas ano-genitales que, si bien no son mortales, pueden provocar mucho estrés y afectar además la salud mental de las personas que las padecen.
De las enfermedades que el VPH provoca, la más común e importante es el cáncer cervicouterino, de cuello uterino o cáncer cervical. Según la Sociedad Americana del Cáncer, se origina en las células que revisten la parte inferior del útero o matriz, cuando estas comienzan a crecer de un modo descontrolado. Este cáncer es el cuarto más frecuente en las mujeres de todo el mundo, y tuvo una incidencia en 2021 de 604 mil nuevos casos y 342 mil muertes, de las cuales el 90 % ocurrió en países de ingresos bajos y medianos.
En Cuba, la tasa de incidencia es de 21 por 100 mil mujeres; es decir, aproximadamente 21 de cada 100 mil mujeres cubanas fueron diagnosticadas con esta enfermedad en 2020, mientras 670 fallecieron en 2019 por su causa. Asimismo, luego de disminuir entre los años 2000 y 2010, en la última década la mortalidad por esta causa se ha mantenido prácticamente sin cambios en la isla.
En cuanto al VPH, la Guía de Cáncer Cervicouterino, del Programa Integral para el Control del Cáncer en Cuba de 2018, reconoce la relación entre el virus y esta enfermedad. De hecho, afirma que la introducción del test para el diagnóstico temprano de las pacientes con infecciones por VPH es “una real aspiración” proyectada para “un futuro no lejano”.
No obstante, actualmente Cuba solo dispone de un sistema de detección secundaria de las enfermedades causadas por el VPH, cuya prueba principal es la citología —también conocida como prueba citológica—, que tiene como público principal a las mujeres entre los 25 y 64 años. Según datos de la OMS, 8 de cada 10 mujeres cubanas entre los 30 y 49 años se han sometido a esta prueba en los últimos cinco años.
Es significativo que el Programa Integral para el Control del Cáncer en Cuba, dirigido a la promoción y prevención de esta enfermedad, no dice nada del método más efectivo para, en el caso específico de los estragos causados por el VPH, prevenir esta y otras patologías potencialmente mortales y estigmatizantes: la vacunación. Desde hace casi tres lustros, en el mundo hay tres vacunas que protegen contra la infección que causan los distintos tipos de VPH, ellas son: Gardasil®, Gardasil® 9 y Cervarix®.
Según la Sociedad Americana del Cáncer, estudios indican que la vacuna Gardasil® 9 provee casi un 100 % de protección contra las infecciones y los precánceres que ciertos tipos del VPH pueden generar. La entidad estadounidense, referente mundial en estos temas, recomienda vacunar a los niños y las niñas antes de que estén expuestos al virus, entre 9 y 12 años, que es también la edad donde se obtienen mejores resultados inmunológicos, y que no se aplique a personas mayores de 26 años, debido a que el riesgo de haber sido infectado ya es muy alto.
Si es así, ¿por qué el Ministerio de Salud Pública no las ha incluido en el Programa Nacional de Vacunación? Aún cuando la pregunta debería estar dirigida a los decisores, algunos motivos saltan a la vista. En primer lugar: el origen de las vacunas. Gardasil® y Gardasil® 9 son producidas por Merck & Co, una de las siete farmacéuticas más grandes del mundo, que tiene su sede en Kenilworth, Nueva Jersey.
Como se sabe, las disposiciones del bloqueo/embargo impiden al Gobierno cubano acceder a productos estadounidenses o que tengan un 10 % de producción en aquel país. Siempre quedaría la otra opción, Cervarix®; que, aunque no incluye todos los tipos virus de la Gardasil® 9, al ser producida por GlaxoSmithKline, una empresa británica, estaría al alcance de las autoridades de la isla y protegería contra los dos tipos más importantes y peligrosos de VPH: el 16 y el 18.
Sin embargo, otro motivo de peso impediría a la maltrecha economía cubana, luego de años de recesión y crisis, proveer los recursos necesarios para acceder a estos productos. Según datos de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) en Cuba hay 3 225 847 personas menores de 26 años, que constituirían el universo a vacunar contra el VPH. Pero, el precio de estas vacunas oscila entre 122 y 172 euros, dependiendo de cuál de las tres vacunas se trate. Asumiendo que nuestro país pueda saltar por encima de las leyes estadounidenses —y/o que estas desaparezcan— en un plazo de diez años debería desembolsar la fabulosa cantidad de 484 millones de euros, solo para ponernos al día. Adicionalmente, para vacunar a los 110 mil cubanos que nacen cada año debería destinarse la cifra de 16 millones 500 mil euros.
Siempre quedaría la oportunidad de entrar al Fondo Rotatorio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en el que el precio de la vacuna tetravalente para el VPH es de 10.4 dólares. Este parece ser el mecanismo que han escogido muchos países de la región latinoamericana para acceder al inmunizante, pero habría que ver hasta qué punto esto es posible para Cuba por el tema del origen, ya que la vacuna tetravalente es la estadounidense Gardasil® y, aunque el precio se reduciría 15 veces, todavía estaríamos hablando de una inversión de 32.3 millones de dólares para inmunizar a la población de menos de 26 años de edad.
¿Se podría crear una vacuna cubana contra el VPH?
Es posible, pero no parece sensato. La creación de este tipo de herramientas sanitarias, además de muy costosa, demora décadas. ¿Es más costosa la vacuna que atender a las 1 200 mujeres que cada año enferman por esta causa? La respuesta es compleja. Al precio del mercado, en un estudio de costo-efectividad las autoridades de un país latinoamericano concluyeron que sí, a menos que las vacunas se obtengan por mediación de la OPS. Por otro lado, si nos ajustamos al valor del tratamiento del cáncer, a los años de vida potencial perdidos y, sobre todo, al enorme costo humano que representan las enfermedades que causa el VPH, probablemente, la respuesta sea negativa.
Este no es un problema solo de Cuba, hace apenas unas semanas, el 9 de noviembre, la OMS publicó los datos sobre el mercado mundial de vacunas desde la COVID-19. El primer ejemplo del citado informe es la vacuna contra el VPH, que solo ha llegado al 41 % de los países de ingresos bajos, en los que se concentra, como vimos, el 90 % de los casos, en comparación con un acceso del 83 % para los países con ingresos altos.
Cuba forma parte de ese 59 % que aún no han accedido a los beneficios de esta vacuna. En este, como en otros muchos casos, el diferendo con los Estados Unidos y nuestra condición —algunas veces olvidada— de país pobre marca el destino de hombres y, especialmente, de muchas mujeres que se exponen a la enfermedad.
Sin embargo, la imposibilidad de acceder a un mecanismo de prevención primaria como es la vacuna no debe ser motivo para el desconocimiento. Según la propia Guía para el manejo del cáncer en Cuba, la “Educación para la Salud es un pilar fundamental para el éxito de cualquier programa” y la “…acción comunitaria implica que las sociedades deben asumir la responsabilidad de su propia salud”.
No obstante, dado el hecho de que en Cuba las campañas de comunicación para la salud pública no han abarcado la concientización sobre la relación entre VPH y el cáncer, en especial el de cuello uterino, ¿cómo asumir esa responsabilidad sin información? ¿Quién se ocupa de ofrecerla? Es por esto que resulta fundamental que las autoridades establezcan campañas sobre el VPH y su impacto sobre la salud.
El público, hombres y mujeres —no hay que olvidar que 1 de cada 5 hombres en el planeta portan el virus y está en riesgo de enfermedades graves—, debe conocer los riesgos desde edades tempranas, para desarrollar hábitos y estilos de vida saludables que les permitan prevenir y combatir la infección, una vez adquirida.
Recordemos que, así como ocurre en muchos otros padecimientos, hábitos como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y el sedentarismo, además de las relaciones sexuales desprotegidas, constituyen factores de riesgo importantes para la evolución del VPH en el organismo. Para tener autorresponsabilidad en materia de salud hay que tener, ante todo, información.