Entre las ruinas de la parte más añosa de La Habana se halla una edificación que a pesar del paso del tiempo y la ausencia de obras, nunca pareció abandonada. Es el teatro Martí, obra arquitectónica del neoclasicismo cubano tan cara al vernáculo y a la historia del arte dramático y musical en la isla. Fue inaugurado el 8 de junio de 1884 y entonces se le llamó Irijoa, en honor al vasco que motivó su construcción.
Ahora, tras casi 30 años de larga espera, recibe los últimos toques para que a propósito de un nuevo aniversario del cabildo fundacional de San Cristóbal de La Habana, el 16 de noviembre, reabra sus puertas.
Por ellas ya no correrá la brisa vespertina que le ganó la fama de ser el coliseo mejor ventilado de la capital. La edificación se ha puesto a tono con los tiempos y contará con una carpintería de dos caras: la exterior, de madera, preservará la imagen original del teatro mientras que la interior, de aluminio y cristal, garantizará la hermeticidad que demandan los nuevos sistemas de climatización y sonido.
De estreno serán también la parrilla automatizada para la mecánica escénica y el equipamiento para prevenir incendios. Como en otras obras de este tipo ejecutadas por la Oficina del Historiador de la Ciudad, el respeto a los valores patrimoniales es uno de los pilares sobre los cuales se diseña el programa constructivo. A partir de ahí prima el sentido común y la aplicación de técnicas y materiales modernos. Es por ello que en el Martí se preservaron, por ejemplo, las vigas de madera originales del techo: “Luego de fumigarlas aguantan unos 100 años más”, aseguró a esta periodista la ejecutora principal de la obra, Elvia Torres Batista.
La decoración interior, con molduras de yeso en las paredes y el techo, retoma los tonos de dorado y verde que otrora distinguían la sala: “En el gran falso techo recreamos un cielo con nubes, como solían hacer los cultores del neoclásico —dijo Otmaro Medina, profesor de pintura de la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos, de la Oficina del Historiador— e integramos a esa pintura el plafón central que tiene un diseño similar al original pero está hecho con papier maché por alumnos y profesores de nuestro centro. La sustitución del yeso tuvo el propósito de aligerar la cubierta que es de polipropileno. La hermosa cocuyera que alumbra la sala fue adquirida recientemente en la República Checa y se armó dentro del teatro, en la platea”.
El teatro se amplió en camerinos y baños. Recuperó su cafetería y en uno de los laterales contará con una especie de pasarela que permitirá disfrutar del fresco y el paisaje citadino. Uno de los edificios aledaños que estaba en pésimo estado constructivo, fue demolido y levantado casi de manera simultánea. Allí se ubicarán las oficinas, los almacenes y otros espacios necesarios para el funcionamiento del teatro.
Del repertorio toca ocuparse con igual esmero. Muchos aspiran a que regrese el vernáculo, otros sueñan con el teatro lírico que tan buenas temporadas ofreciera en esta sala y no faltan los que se imaginan entre los 720 probables espectadores que ovacionarán a una diva extranjera.
Yo me conformaría con que las tres alegres campanadas que anunciarán el inicio de cada función en el Martí, diera paso a Cecilia Valdés, aquella zarzuela que Gonzalo Roig estrenara en esta misma sala el 26 de marzo de 1932. La puesta completa de esa obra es una deuda tan vieja con la audiencia como un día fue la reapertura de este coliseo.
Pero eso ya es harina de otro costal.
Fotos: Roberto Carlos