Este 27 de diciembre el mundo del audiovisual latinoamericano se conmocionó con la muerte de Fernando Birri a los 92 años de edad.
Birri fue uno de los más fieles creyentes en la posibilidad de las utopías. Desde la Escuela Documental de Santa Fe hasta la Escuela Internacional de Cine y TV en San Antonio de los Baños (EICTV), vivió para que incluso las más increíbles se hicieran realidad, no solo las que él imaginaba y en las que creía a todo corazón, sino las de quienes le rodeaban.
Tire dié, el documental encuesta, adalid de los sueños de jóvenes cineastas santafecinos, no solo está entre las obras pioneras en el terreno de la no ficción del nuevo cine latinoamericano, sino que visibilizó a los niños que todos los días iban a esperar el tren para pedirle a los pasajeros –con un sonsonete que dio título al filme, corriendo al costado de los vagones– le lanzaran una moneda de diez centavos.
Pocas secuencias dentro de la cinematografía del continente han conseguido la vitalidad de esta película: el sentido dinámico de la supervivencia en contraste a la abulia de los pasajeros. La gran divergencia de dos formas de vidas opuestas.
Desde Santa Fe, Fernando Birri fue tejiendo una obra que no lo limitó a las imágenes en movimiento, sino que enriqueció con la poesía escrita (porque no concebía la del cine sin ese componente), la pintura, el ensayo. Ninguna actividad creativa humana le fue ajena.
Con Cuba sus relaciones comenzaron cuando consideró lo que ocurría en la Isla desde 1959 como un espacio en el que la utopía de los cambios sociales podría realizarse.
En el archivo de cine de la Universidad de La Habana existe una carta fechada en Santa Fe el 6 de noviembre de 1959, dirigida al Rector, Dr. Clemente Inclán, redactada y firmada por Birri como director del Instituto de Cinematografía de la Universidad Nacional del Litoral. En la carta Birri le brinda al centro cubano la posibilidad de filmar un medio metraje, en coproducción entre ambas universidades.[1]
El propósito de aquella película está resumido en un párrafo:
“El filme tendrá la intención de documentar objetivamente el fenómeno de transformación económico- político-social que se está produciendo en Cuba al impulso del movimiento revolucionario ‘26 de julio’, con el objetivo de mostrar y enseñar al mundo, y particularmente a los países americanos –que están aún con el tremendo peso de los imperialismos- las luchas, obstáculos y el desbordante despliegue popular en acción hacia la consolidación de los objetivos revolucionarios”.
Varias veces intenté que el realizador santafecino me contara qué había ocurrido con aquella gestión. Mi curiosidad la satisfizo el día que la propia Universidad de La Habana le entregó el Sello conmemorativo José Manuel Valdés Rodríguez a la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Entonces le volví a preguntar sobre la suerte de aquella propuesta de proyecto fílmico, y su respuesta fue breve, contundente: “Nada. Nunca recibimos respuesta”.
Aquel desencuentro no separó a Fernando de Cuba. Por el contrario, sus relaciones con el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y su compromiso con el movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano lo trajo varias veces a la Isla, hasta que surgió la idea de la fundación de la llamada Escuela de los Tres Mundos en las afueras de San Antonio de los Baños, un pueblo distante a unos cuarenta kilómetros de La Habana, pero con una altísima tradición artística.
La Escuela se le entregó a quien mejor podía convertir las utopías de muchos jóvenes que no podían estudiar cine en escuelas caras, en una realidad que se expresara a través de las imágenes y el sonido.
Como todas las utopías llevadas a cabo en un espacio como ese, la EICTV no arrancó de modo perfecto. Poco a poco ha ido encontrando caminos pero, sobre todo, demostró el acierto de la idea de sus fundadores: Gabriel García Márquez, Fidel Castro y Fernando Birri. Buena parte de la producción audiovisual de América Latina tiene hoy participación de graduados de la escuela, y en varias regiones del mundo graduados de sus cursos y talleres se sienten orgullosos de formar parte de la comunidad eictveana.
Los aportes de Fernando Birri a la enseñanza del audiovisual no fueron dentro de la metodología escolástica, sino desde el aprender haciendo con desenfado, pero con responsabilidad. Además, creó un precedente que hoy todavía se cumple: los estudiantes son lo más importante de la escuela, y él lo demostró participando en muchos de los ejercicios que se elaboraron durante su estancia allí.
Desde entonces, nadie de las personas que trabajan, enseñan o brindan servicios en la EICTV, está libre de convertirse en protagonista o extra en las películas filmadas por estudiantes de los cursos regulares o los talleristas.
En la EICTV se conserva el apartamento en que vivió Fernando Birri durante sus estancias en Cuba. Allí está –esperando un estudio minucioso– su mundo imaginativo y, posiblemente, la última huella material del paso de ese hombre muy viejo, amante siempre de convertir en realidad lo imposible.
Sus alas enormes, aquellas que hacen volar la utopía, las mostró solo una vez en la gran pantalla. Pero no era necesario verlas para saber que convivimos con un ángel en esta pequeña isla del Caribe.
Nota
[1] La Universidad de La Habana tenía creado, desde 1948, un Departamento de Cinematografía que no solo se dedicaba a la promoción y enseñanza de la apreciación del cine, sino que incluía la producción de obras, aunque en menor escala. Al frente de este proyecto estaba el profesor José Manuel Valdés- Rodríguez Villada.