El libro Rumberas matanceras, de la pianista y musicóloga Roxana Coz Téstar, fue presentado por primera vez en Cuba esta semana en la Ermita de Monserrate, en Matanzas.
Publicado bajo el sello norteamericano Unos&Otros Ediciones, el texto aborda por primera vez el devenir de estas mujeres desde una perspectiva musicológica, sociocultural y de género. Visibiliza a legendarias figuras de la cultura popular y a las que se mantienen agrupadas en la “Asociación de Mujeres Rumberas de Matanzas Estanislá Luna y Yeya Calle”, única de su tipo en Cuba.
Con la presencia de varias protagonistas de esta historia, en la presentación también participó, entre otros, el profesor e investigador Miguel Ángel García Velasco, director del Proyecto Etnovisual AfroKuba quien presentó allí el documental Rumberas matanceras, realizado en 2020.
Desde 2012 Roxana Coz Téstar comenzó sus búsquedas sobre la rumba, “unido a un fuerte compromiso personal en defensa de las mujeres desfavorecidas por un pensamiento racista y patriarcal que hoy día persiste en las más sutiles formas”, destaca en la introducción del texto.
Rumberas matanceras, recalca, “es un homenaje a las que cantan hoy y a quienes lo harán mañana, a las que se aferran a la vida con la convicción de proyectar una realidad más justa, a las que se atreven a desafiar con toques de batá la mirada juiciosa de quien se empeñe en limitar la capacidad creativa y creadora, ese binomio ideal que distingue el quehacer constante de las rumberas matanceras”.
La rumba pide más
En 2016 Roxana Coz Téstar fue ganadora de la beca de investigación “María Teresa Linares”, otorgada por el Proyecto Timbalaye y la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Su pasión por el género continúa.
“La rumba es un género que busca ir más allá de determinadas circunstancias. Es un mecanismo de esparcimiento, una forma de diversión que surge de la manera más espontánea”, afirma en entrevista con OnCuba.
“Incluso, cuando agunas de las leyes o dictámenes gubernamentales intentaron prohibir el génro siempre hubo mecanismos por donde escapara esa chispa, por donde poder bailar, fiestar… y de alguna manera burlar esas medidas”, añade.
¿Crees que todavía es un género relegado? ¿Vive sus mejores momentos?
Considero que en la actualidad se ha avanzado un camino, a partir de todo lo que se ha hecho en cuanto a producciones musicales con el amparo de las empresas de representación artística. Se ha logrado romper prejuicios. No obstante, sobreviven trabas institucionales, y la misma situación económica es un factor que determina que la rumba o la música cubana gocen de un momento de mayor esplendor.
Creo que no hay suficientes mecanismos de desarrollo desde la industria musical. Sin embargo, están las personas que lo viven, que lo tienen incorprado a su actuar cotidiano, a su vida, que lo aprecian. No tiene que haber una institución que dicte cómo va a ser el desarrollo del género. Los cultores van buscando la manera de encaminarlo. Sí pienso que hay que abrir puertas.
¿A partir de ahora seguirás profundizando en este tema?
Desde la licenciatura tuve contacto con agrupaciones femeninas de rumba en La Habana, por ejemplo, aunque algunas no son netamente rumberas. Pero en la actualidad y a partir de mis estudios en México, estoy dando un giro con el propósito de examinar la construcción de un “concepto” sobre la rumbera del solar.
Hubo un fenómeno a partir de la década de 1920 con el desarrollo de la industria musical y el cine mexicano. Un concepto “tropicalizado”, “exótico” de lo que era la rumbera y eso ha permanecido. Me interesa ver qué ha pasado, cómo se construyó toda una estética alrededor de la rumba, y en eso influyeron mujeres muy famosas como María Antonieta Pons, Ninón Sevilla, Amalia Aguilar y Rosa Carmina.
En 2016 la rumba cubana fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. En su fundamentación, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) destacó que se trata de “una expresión de autoestima y resistencia”.