“Francis, eres grande por gusto”, le decía el padre al muchachón demasiado alto para su edad y actuaciones de niño.
Cuentan quienes lo conocieron que Teófilo Francisco de pequeño era vivaz, intranquilo pero obediente y cariñoso, querido por los amigos del barrio La Grúa, en Delicias, municipio tunero de Puerto Padre.
Con enorme esfuerzo sus padres lograron festejar su primer añito, rodeados de las personas allegadas; era imposible que el primogénito no tuviera una fiesta, aunque modesta, gracias a la colaboración de vecinos y amistades. Fue una celebración sencilla, pero el niño sintió la felicidad con el agasajo.
Eran tiempos duros. El padre no trabajaba todo el año, aprovechaba las oportunidades que le ofrecían algunos compañeros para ocupar sus puestos y solventar en algo la situación del hogar.
“Yo era ahijada de Teófilo (padre) y tenía por costumbre visitar su casa y llevar a su pequeño al Cayo Juan Claro, donde yo vivía; era un niño muy travieso, no se estaba quieto ni un momento. Recuerdo que en mi casa había una batea llena de ropas en desuso y él se escondía dentro, pero lo más curioso es que con una sola mano la arrastraba, también se mecía en una puerta que tenía una tela metálica, cuando él se iba me dejaba agotada“, comenta Elsy Staplenton Hunkins, amiga de la familia Stevenson, quien convivió con ellos mucho tiempo.
Esequiel Staplenton, más conocido como Babá, dice que Francis fue un pequeño con muchas energías, hacía muchas travesuras, pero muy obediente y respetuoso.
“Cuando yo llegaba en mi moto tenía que subirlo, de lo contrario no me dejaba en paz, luego le explicaba que debía irme rápido y él lo aceptaba. Recuerdo que solía hacerles maldades a los muchachos, pero jamás abusó de ninguno y mucho menos permitió que lo hicieran con los niños del barrio; una vez un vecino, casi de su misma edad, discutió con él y le fue arriba, se dejó pegar y le dijo después de finalizada la riña: tú eres menor que yo, no puedo darte. Ese era Francis o Pirolo, como también le decían a quien años más tarde fue tres veces Campeón Olímpico de boxeo”, refiere Esequiel Staplenton.
Muy pronto Francis comprendió que debía ayudar a su padre y así lo hacía, pastoreaba las vacas cada día con la responsabilidad de un adulto, asumiendo sus deberes de hijo mayor con la disciplina y seriedad inculcadas por su progenitor, un inmigrante de la isla caribeña de San Vicente.
“Cuando Francis nació, su mamá estuvo muy grave con eclampsia, pero el bebé vino a este mundo muy fuerte, robusto y hermoso. Recuerdo que con el paso del tiempo se convirtió en un muchachote muy vivaracho. Casi todos los domingos nos visitaban y se pasaba el tiempo tirando piedras, entonces el padre arrancaba una rama de una planta del jardín y le daba por las piernas; pero era tan cariñoso, era un gusto estar a su lado”, comenta Emiliana Civil, amiga del también monarca mundial en el deporte de los puños.
Xiomara Ramos Carralero fue su maestra de cuarto grado. Ella conserva entre sus memorias con inusual nitidez a aquel muchacho alto, delgado, pero fuerte, que tardíamente comenzó la escuela como solía suceder antes del Triunfo de la Revolución de 1959. Tenía 14 años cuando la profesora Xiomara recibió en su aula al niño grandulón, que siempre mostró gran interés por adquirir nuevos conocimientos.
“Era muy bueno, disciplinado y dispuesto, ya se observaba su predilección por el boxeo. Tenía unos padres muy preocupados a los que él respetaba y amaba, igual que a sus hermanos. Ayudaba mucho a su padre donde este le necesitara y luego iba a la escuela. Fue un excelente muchacho, humilde, sincero, amable y muy relacionado con todos los que le rodeaban”.
Francis era de esos muchachos de barrio, que correteaba descalzo, jugaba a la bola, empinaba papalote en su escaso tiempo libre debido a las obligaciones con la familia a pesar de su corta edad.
“Desde niño le gustaba ayudar; hacía mandados a los vecinos sin obtener nada a cambio, era dispuesto y servicial. Nunca tuvo juguetes ni buenas ropas, pero sí un gran corazón que compartía con todos”, rememora Ramos Carralero.
Era tanta la pobreza de su familia y los tiempos tan difíciles, que carecían de lo más elemental. En su adolescencia, Stevenson dormía en un catre con los pies fuera.
Por esa época participó en un combate contra un adversario de La Habana, a quien le ganó la pelea. Días después al incorporarse el vencedor del duelo a la escuela, Xiomara le preguntó preocupada sobre la causa de su descontento –según cuenta– a pesar de haber alcanzado el triunfo. Él contestó: “No me hicieron mucho caso, nadie se ha enterado ni dicen nada”. La maestra como señalando el camino de su alumno le respondió: “No te preocupes que tú vas a ser un triunfador, vas a tener una carrera colmada de éxitos…”.
Si he sentido la muert d.alguien q no fuera d la familia,fue la de stevenson,m dolio mucho,casi llore,y realment no lo conocia personalment,pero despues de su retiro lei cosas sobre el ,que retraban al ser humano donde lo calificaban d excelent gente ,generoso ,en fin.senti mucho su muerte