Un mito casi inasible ronda las calles y el cementerio de Sagua la Grande. Aunque hace tiempo se apagaron las habladurías, un rumor extraño y remoto sugiere que alguna vez se estableció en esta ciudad el abuelo materno del pintor español Pablo Ruiz Picasso.
Y que, 70 años más tarde, cuando el cubano Wifredo Lam le dijo en París al autor de Guernica que una antigua familia sagüera se apellidaba igual que él, Picasso aclaró:
—Claro. Esos son mis parientes.
Y, aunque sus biógrafos perdieron –o niegan– los hechos, el periodista cubano Jorge Garrido Álvarez ha concluido que, poco después de la charla parisina, Picasso desembarcó en Cuba para rastrear a los viejos parientes que había sembrado su abuelo materno, Francisco Picasso Guardeño, a finales del siglo XIX en la isla caribeña.
Garrido Álvarez no termina su pesquisa con la verificación del supuesto viaje del genio de Málaga a Cuba. Ahí es donde todo empieza: hace años, el autor del libro La historia secreta de Picasso (2004), aseguraba que había encontrado a dos testigos oculares de la visita del pintor a Sagua la Grande. Y esos testigos, a su vez, afirmaban que habían visto al propio Picasso en las calles de la Villa del Undoso. Y que, además, el artista había romanceado en los años 40 con una joven cubana. Y que esa mujer –que aún vivía en 1999, según el investigador cubano– conservaba un documento relacionado con el pintor.
Y dos pinturas.
Dos pinturas que habría obsequiado Picasso a sus parientes cubanos, el gajo casi roto de su familia.
Si no fuera porque otro periodista, hace más de un siglo, recogió en su Historia de la villa de Sagua la Grande y su jurisdicción (1905), la referencia a varias personas o familias de apellido Picasso; si no fuera porque un callejón de la ciudad, en el barrio de Pueblo Nuevo, todavía se nombra Picasso, y en el actual cementerio una vieja lápida, removida del otrora camposanto, mantiene su dedicatoria a doña Higinia Velia de Picasso (hija de uno de los fundadores de la ciudad y esposa de Domingo Picazo [sic], dice Antonio Miguel Alcover y Beltrán) el rastro de la supuesta familia sagüera de Pablo Ruiz Picasso habría desaparecido.
Y nadie, en Sagua la Grande ni en ninguna otra parte del mundo, especialmente en la Isla y en la Península, habría creído en la posibilidad, aunque fuera remota, de una familia cubana conectada con el pintor español Pablo Ruiz Picasso.
Esto es, a ciencia cierta, lo que se sabe: Francisco Picasso Guardeño, el abuelo materno del artista, arribó a Cuba alrededor de 1864 por supuestas razones de trabajo, y, después de unirse con la liberta Cristina Serra, llegó a tener cuatro hijos.
En efecto, de la unión entre Francisco Picasso y Cristina Serra nacieron Juan Francisco Aurelio, Fermín, Vicenta Emilia y Arcadia de la Caridad. Por lo menos una parte de la descendencia de la familia habría ido a parar a Sagua la Grande, como atestiguó el propio Lam frente a Picasso, en París.
Una bisnieta del abuelo de Picasso (hija de Arcadia de la Caridad) identificó a su tío Juan Francisco cuando la investigadora y fotógrafa Bárbara Mejides Aznares presentó en la televisión cubana el resultado de una pesquisa sobre su propio árbol genealógico.
“En Sagua la Grande y Cienfuegos –ciudades del centro de la Isla–, confirmé la existencia de los Picasso, quienes habían emigrado a La Habana a partir de la década del 20 del siglo pasado”, dijo a La Jiribilla, hace varios años, la propia Bárbara.
Gloria Molina Picasso, la biznieta de Francisco Picasso Guardeño que descubrió frente al televisor una parte de su propia historia familiar, en el fondo sabía que los mulatos de su prole también descendían de un español, y que el apellido no les venía de un amo o hacendado, refiere la misma publicación web.
Y hallando a Gloria, Bárbara Mejides Aznares concluyó que ella misma era una “auténtica picassiana”. Y que, por lo visto, Pablo Ruiz Picasso nunca había tenido contacto con sus parientes cubanos.
Sin embargo, Jorge Garrido Álvarez mantiene que el genio español visitó Cuba y que, todavía, una parte de sus parientes, sin apellido y sin memoria, merodean las ciudades de Sagua la Grande y Cienfuegos*.
“Alguien vivo aún afirma que el artista realizó un viaje secreto a Cuba a buscar los rastros muy ocultos de los primeros Picassos. Sin embargo, los biógrafos del gran pintor ponen en entredicho esta posibilidad, y alguno asegura resuelto que fue imposible este viaje. Pero la leyenda siempre ha de tener una parte de la verdad y nadie puede negarles a los habitantes de Sagua la Grande que hayan visto y sigan viendo el fantasma de Pablo Picasso atravesar sus callejuelas”, asegura el investigador en su propio blog.
Sin embargo, en la Villa del Undoso la gente crédula se olvidó de las supuestas inmersiones del autor de Guernica en Cocosolo, tras sus parientes mulatos.
Si no fuera por la noticia difundida en los medios digitales de Cuba y España, hace más de una década, se habrían agotado todas las murmuraciones. Nadie cree ya que sobrevivan, aquí, los Picassos sagüeros. Y nadie se atreve a creer que, en alguna casona colonial o en los barrios, donde se vive según la regla de Osha y de Mayombe, alguien conserve una carta y dos pinturas del genio español.
Si eso fuera, en la ciudad no quedaría piedra sobre piedra.
*En una tumba perdida del Cementerio de Reina, en Cienfuegos, estaría enterrado Francisco Picasso Guardeño, asegura el periodista Jorge Garrido Álvarez.
Carlos Alejandro, me siento feliz de leerte. Eres un excelente periodista. Es este un trabajo magnífico. Nos vemos en La piedra lunar.
Sí. Por suerte deja claro que ningún saguero se atreve a creer esa falacia. Yo acabo de conocer a un argentino llamado Pablo Carusso y nada que ver con el tenor Enrico, por supuesto. Cada ciudad está llena de leyendas que necesitan llenar su alter ego. En Arica, Chile está la tumba de Fransis Drake, construida 100 años después que el pirata inglés muriese en Portobelo, Panamá. Pero Arica necesita creer. En una ciudad del sur chileno aseguran bajo una estatua central está la tibia de Don Alonso Quijano (pueden reir sin pena) Así son las pequeñas ciudades necesitadas de atención. Así comienzan las leyendas. Todo está en saber creer. Y también en sabenr comunicar que leyenda seguir.